Los deberes de una práctica emancipadora para el siglo XXI

Un pensar y una acción que se quieran por inclusivos pluralistas y dialógicos carecerán de esa voluntad de sistema y de infalibilidad que tanto caracteriza a la voluntad de dominación. No hay en el mundo un único camino a seguir. La libertad no se impone a fuerza de grilletes. Hay una (re)construcción permanente, siempre inacabada, siempre abierta de nuestro estar y actuar. Seguidamente ofrezco algunos elementos éticos que considero ineludibles en el planteamiento de una praxis emancipatoria al día de hoy, una praxis en diálogo con fuerzas (actores) del cambio social en aras de la mayor justicia social posible. Se trata de unas consideraciones surgidas a partir de muchas lecturas y que se proponen para el debate permanente de un hacer que se quiere liberador. Las mismas no pretenden exhaustividad y mucho menos agotar la discusión. Quieren solo servir de bocados para empezar a nutrir una acción auténticamente democratizadora. En este sentido, siempre vamos tomados de las manos de otros, de muchos otros. Vamos, entonces, con lo prometido.

1.) Un pensamiento crítico tratará de recrear el ideal ético y las prácticas de la emancipación en el marco de una sociedad en la que no se visualizan sujetos revolucionarios históricos, sino actores sociales que, sin tener la fuerza suficiente para llevar a cabo la construcción de «lo enteramente otro» (Horkheimer), aún tienen posibilidades de actuar a partir de los intersticios (Foucault) que las relaciones de dominación dejan en las diferentes instituciones establecidas.

2.) La teoría y prácticas críticas, democráticas y dialógicas, no deben asumirse externamente a las situaciones sociales concretas ni deben presentarse como vanguardias portadoras de lo verdadero. Se trata de entrar en discusión con todos los interesados y afectados por las múltiples relaciones de dominación que transversalizan nuestra existencia social. No se debe imponer una presunta verdad liberadora, se debe convencer y persuadir —y dejarse convencer y persuadir por las que se consideren buenas razones. En otros términos, la teoría y práctica emancipatorias se han de constituir desde una clara «voluntad de escucha» (Ricoeur). A mi juicio, éste es un principio normativo para toda teoría crítica dialógica, en tanto que proporciona una manera de teorizar y analizar los modos de dominación sin que el teórico se apropie de más poder para sí que el necesario para llevar a cabo su función (Mark Poster).

3.) De la «voluntad de escucha» se sigue, como principio democrático, una firme «voluntad y ética dialógicas», una voluntad que celebra el concurso del mayor número posible de voces en la empresa de construir una vida humana. La escucha y el diálogo, si bien con un ánimo emancipatorio firme e irrenunciable, son condiciones fundamentales de la inclusión necesaria a toda práctica democratizadora. Como bien lo expresó Agnes Heller, ningún testimonio debe excluirse a priori, lo cual no quiere decir que cualquier testimonio vale. Así, y en esta tónica que se quiere abierta, democrática y de «voluntad de escucha», y en rechazo a cualquier autoritarismo epistemológico, el pensamiento y la práctica dialógicas reconocen las necesidades manifestadas por las personas como necesidades auténticas —de ello no se desprende que han de satisfacerse todas, pues la disponibilidad de recursos, la ética democrática, una profunda convicción de justicia social y el fruto del diálogo han de determinar cuáles resulten prioritarias y justas.

4.) La justicia constituye el centro ético de la teoría y práctica propuestas toda vez que los ideales de felicidad constituyen «máximos éticos» que no deben exigirse a todos por igual dada la existente diversidad de estos en nuestras sociedades, diversidad bienvenida. En consecuencia, sólo la justicia resulta irrenunciable puesto que más que referir a la dimensión personal refiere a la dimensión intersubjetiva: la justicia atañe siempre a diferentes partes y marca las pautas de la organización social deseable. No es posible orden social humano alguno sin valores, normas y reglas construidas por humanos. Ese orden precisa de legitimación para sostenerse en el tiempo con la participación de sus miembros, legitimación que implica la idea de que ese orden resulta justo. Así, el pensamiento y la práctica críticas, dialógicas, exigen justicia y extienden invitaciones en cuanto a las concepciones de «vida buena» y «felicidad». Entre muchos otros Hannah Arendt, John Rawls, Jürgen Habermas, Karl Otto Apel, Gianni Vattimo, Boaventura de Sousa Santos, Adela Cortina resultan hoy fuentes enriquecedores para la impugnación de lógicas de la dominación encubiertas como prácticas emancipatorias.

5.) La teoría y práctica emancipadoras en clave dialógica no suponen un «pastiche» en el que quepa, en nombre de la diversidad y del derecho de la diferencia, cualquier cosa: no vale todo. En un sentido definidamente pragmatista, se desplaza de la dimensión epistemológica a la ética, estableciendo criterios de juicio a partir de una evaluación de las consecuencias previsibles que se siguen de una determinada posición de cara a la preservación de la diversidad, de la distribución equitativa de los capitales (económico, cultural, político, social) para la formación (Bildung) de la persona —esto es, de la justicia social— y del mayor número de libertades posibles para el mayor número posible de individuos. En consecuencia, en cuanto a su tónica epistemológica sus fundamentos son «frágiles» (Vattimo), difusos, mas no se trata en absoluto de un discurso ético anoréxico.

Cualquier praxis política que se autoproclame revolucionaria o progresista y carezca de estos deberes éticos resultará de entrada, y por decir lo menos, sospechosa de autoritaria cuando no totalitaria, que es decir, sospechosa de reaccionaria. Su máscara podrá ser el socialismo o la democratización, pero su rostro oculto será el mismo de cualquier dictadura.



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Javier B. Seoane C.

Doctor en Ciencias Sociales (Universidad Central de Venezuela, 2009). Magister en Filosofía (Universidad Simón Bolívar, 1998. Graduado con Honores). Sociólogo (Universidad Central de Venezuela, 1992). Profesor e Investigador Titular de la Escuela de Sociología y del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela.

 99teoria@gmail.com

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