Los insurgentes de la historia, los epónimos y topónimos colonialistas

El proceso de colonización y neocolonización, desde la conquista hasta el presente, se impone, flota en un comportamiento sumiso, ciego y de un solo sonido, cuya raíces profundas afloran a la vista, por la impuesta política imperial de dominio cultural, que se mantiene hasta nuestros días y muchos (no todos) de los llamados a interrumpir ese sometimiento, no se atreve a poner en cuestionamiento el saber alienante de siglos y mucho menos a tener voz propia, para superar la dominación colonialistas estructural, temerosos a la insubordinación del pensamiento, ni siquiera por estar amparado en el impuso del estado, que fijó metas en el plan de la patria y en el plan de trabajo 2023, como es la de impulsar la descolonización cultural y la ruptura con la ideología colonialista.

Se evidencia una parálisis, una falta de iniciativa en romper las amarras, no superan la narrativa a las fechas, a cantarle a la gesta heroica de los héroes de la independencia (puede ser aceptable pero no es suficiente), no dan un paso más allá y todos los símbolos culturales para la dominación continúan intactos, ilesos dentro de un proceso revolucionario y para la construcción socialista, cerrando los ojos a la tendencia mundial de los pueblos derribadores de estatuas y monumentos colonialistas, abrogadores de epónimos como el pueblo del Archipiélago de Canarias. Al contrario siguen celebrando los aniversarios de la "fundación" de los pueblos a partir de la llegada del europeo, sepultando e ignorando la presencia y existencia aborigen por más de 10.000 años anteriores a la llegada de la "planta insolente".

Es sorprendente el estado de subordinación ideológico cultural, la inercia, la pereza contestaría ante el imponente y soberbio pensamiento hegemónico de siglos, al tolerar en forma individual o colectiva y no emerger del subterráneo mundo de la cultura colonialista, con la fuerza liberadora de un historiador insurgente, del combatiente de las nuevas ideas, del insurrecto para la liberación y transformación social y política de los pueblos, que corte de raíz, apoyado en el método dialéctico, el conocimiento impuesto por los vencedores y amos de la historia, que castra, domina y somete el saber para el ejercicio de la libertad y el conocimiento en democracia, a través de una simbología cultural denigrantes que usurpa el verdadero patrimonio cultural de América. Es LA indiferencia, la falta de real compromiso con el pensamiento histórico insurgente, es la actitud, la posición burocrática de que todo siga igual, mientras se goza de los manjares de micrófonos prestados, del video en Tik Tok, de sueldos y cargos, lo que explica tanta indiferencia ante la cultura de la dominación, representada en los epónimos, topónimos y cognomentos de conquistadores y colonizadores, como "EL EMPALAO", PARROQUIA CRISTÓBAL COLÓN, o PLAZA JUAN RODRÍGUEZ SUÁREZ, para nombrar unos ejemplos de tantos, bajo el supino, parcial y colonizador argumento, que es bueno que perduren tales estatuarias, monumentos e iconos para que no se pierda el recuerdo de quienes empalaron a nuestros aborígenes, conquistaron a sangre y fuego territorios, asesinaron millones de seres humanos y arrasaron con una civilización y cultura entera.

De ser el anterior y justificador argumento serio y válido, que no lo es, equivaldría a tener la nación venezolana, una deuda histórica por no haber construido un monumento a Hitler, en honor a la flota alemana que hundió nuestros busques en 1942, o erigir estatua a los comandantes de la naves y buques extranjeros, que bloquearon nuestras costas en 1902, o a los ingleses que invadieron nuestro territorio Esequibo y en la gran Caracas y en todas las capitales de las Estados y Municipios de Venezuela, construir grandes estatuas, monumentos y plazas a Barack Obama por decretar que Venezuela es una amenaza para la seguridad de los EE.UU. e imponer el criminal bloqueo contra la patria de Bolívar, pues, conforme a la versión de esa historia no insurgente, sino de entrega y postración, nos permitiría cumplir con el deber de recordar tan ignominiosos y degradantes actos contra nuestra soberanía y dignidad nacional. Sorprendente. ¿Insólito o ridículo?

Quienes defienden la permanencia de los símbolos colonizadores no pueden cobijarse con el manto sagrado de la historia insurgente, por no tener conciencia real nacional de lo que significa la dominación cultural colonial, que es estructural y que ha estado presente en estas tierras, históricamente desde la llegada del europeo a un costo increíble (genocidio, esclavitud, imposición de religión, de cultura, arrase de todo vestigio ancestral, etc).

El pensamiento cómodo, justificador, alienado, sometido desde época remota, por el hegemónico poder de las ideas colonialista imperial, se encuentra contradicho y enfrentado por la resistencia, oposición y cuestionamiento público a esa herencia de topónimos colonialista, en honorables historiadores, poetas, cantores y escritores comprometidos con la verdadera y auténtica historia insurgente, a saber, entre otros: Gustavo Pereira, Vladimir Acosta, Omar Hurtado Rayugsen, Saúl Rivas Rivas, Ali Rojas Olaya, Luis Britto García, Reinaldo Bolívar, Jesús Chucho García, Calos Angulo, Federico Brito Figueroa, Salvador de la Plaza, Miguel Acosta Saigne, César Rengifo, Gino González, el presidente de la República Nicolás Maduro Moros.

Hay quienes tienen públicamente la sin razón de no aceptar se cambien los cognomentos de epónimos y topónimos colonialistas, abogan por la permanencia de una estatuaria de origen y simbología invasora y conquistadora, no obstante, con un doble discurso, en privado reconoce el origen y la carga cultural colonizante, no liberadora de los nombres de conquistadores y de sus métodos de tortura y muerte, como el empalamiento, que es ajeno a nuestra originaria y ancestral manera de ser, de vivir.

Hechos, que contraviene el carácter de historiador insurgente, o la cualidad de defensor del patrimonio y la memoria histórica de nuestro pueblo, al guardar silencio público y ser indiferente o defender una simbología colonizadora, que identifica relieve, montañas, cerros, ciudades, plazas, calles e instituciones. Actitud que rinde, por omisión o acción, homenaje y reconocimiento a los "valores" de los tradicionales vencedores y dueños de la historia. Son cómplices del silencio y del no hacer.

La insurgencia de la historia implica, que sus protagonistas, sus integrantes, desafíen públicamente el sometimiento, con todos los costos que acarrea la ruptura de la ideología colonial. Es obligación dejar de pensar desde las adquiridas posiciones burocráticas, no olvidar el combate de vanguardia, es avanzar en los objetivos de la verdad histórica, distintas a la de los amos de siempre.

Lo contrario, aceptar, silenciar, no asumir una conducta militante, en toda tribuna pública, en contra de los alienadores epónimos, es actuar atrapado dentro del pensamiento como periferia del poder imperial, que nos impuso sus instituciones políticas, administrativas, sus patrones raciales, culturales que perviven hasta el presente, impidiendo la verdadera construcción de un poder revolucionario transformador, independiente y autónomo, originario y no imitador.

La pasividad, la aceptación, de topónimos, como los mencionados, desfiguran nuestros verdaderos valores, quitan el necesario carácter de insurgente, fortaleciendo los antivalores para una colonia disfrazada.

Los que son incapaces de levantar la voz, ni siquiera para proponer cambiar el oprobio intrínseco de un nombre colonialista o cuestionar la criminal presencia de una estatua o monumento, no pueden ser o tener la cualidad de historiadores insurgentes y menos representar la nueva historia, la memoria y el patrimonio cultural de un pueblo. Son encubridores y sostén de la historia de los vencedores, de los amos que sirve a la dominación y a la esclavitud del saber, contraria a la transformación y a la libertad de los pueblos.

Se pudiera también entender, que quienes defienden que permanezcan los epónimos colonialistas, sus instituciones monumentales y estatuarias, obedecen a causas y motivaciones inconciente, irracionales por efecto de la cultura de la dominación colonial. Al no detenerse en el por qué de su origen, de esa génesis impuesta por factores del poder extranjero, lo que hace que algunos historiadores que se autocalifican de insurgentes, terminen amparando, salvaguardando y defendiendo la presencia de los monumentos y cognomentos colonialistas, aunque no sean parte del acervo y patrimonio cultural del pueblo venezolano y afecte la soberanía, la dignidad nacional y sea contrario a los principios constitucionales y de acuerdos multilaterales mundiales sobre el fomento e impulso de una educación para la paz, el respeto de los derechos humanos, la solidaridad, valores que violenta la estatuaria de conquistadores a lo Hitler , como la de Cristóbal Colón y Juan Rodríguez Suárez y los símbolos de la tortura y la muerte como el epónimo el Empalao.



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Eduardo Orta Hernández


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