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Me topo con estas estremecedoras líneas del escritor José de Benito Mampel, una historia o leyenda que no conocía: Escribe José de Benito Mampel: "Si algún rasgo es capaz de encuadrar la figura de Simón Bolívar, el Libertador de América, yo no dudaría en decir que es el amor. Bolívar es, sobre todo, por encima de todo, EL GRAN AMADOR. Es el hombre que por AMOR A LA HUMANIDAD se subleva contra un régimen que oprime a sus súbditos en la metrópoli y en las colonias. Es el hombre que por AMOR A LA LIBERTAD crea cinco pueblos, allá donde crear uno parecía locura. Es el hombre que AMA CON PASIÓN Y CON DESINTERÉS, sin precedentes y sin seguidores. AMA LA GLORIA, LA JUSTICIA, LA LIBERTAD, LA NATURALEZA, LA PATRIA, LA BELLEZA Y LA MUJEr, dándose a estos amores sin reservas y sin egoísmos. "Amaba un ideal -dice Sherwell-, y para ese ideal vivía y ese ideal fue su último pensamiento antes de entregarse al reposo de la tumba".
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"No hay en la HISTORIA –sigue diciendo José de Benito- ejemplo de más sincero desinterés que el suyo. Ya en las ansias de la muerte, cuando la verdad se impone sobre las conveniencias, Simón Bolívar dicta estas admirables palabras, en su postrer proclama: "Colombianos, testigos habéis sido mis desvelos por implantar la libertad donde antes reinaba la anarquía. He trabajado generosamente, sacrificando mi fortuna y mi sosiego. Resigné el mando al convencerme de que no creíais en mi desinterés. Mis enemigos aprovecháronse de vuestra credulidad y saltaron sobre lo que hay de más sagrado para mí: mi reputación de amante de la libertad; he sido víctima de mis perseguidores, que me han puesto al filo de la tumba. Los perdono. Al desaparecer de entre vosotros, MI AMOR me impulsa a expresar mi última voluntad. No aspiro a gloria alguna, fuera, de la consolidación de Colombia; todos deben trabajar por, los inapreciables bienes de la unión... Si mi muerte puede servir para acabar con el espíritu de partido y fortalecer la unión, tranquilo bajaré al sepulcro.»
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Como dice el dicho, no hay mal que por bien no venga. En uno de estos días en que se producen largos cortes de electricidad, me pongo a revisar nuestra biblioteca. Buscaba un libro de Julio César Salas, pero me voy topando con viejos conocidos: "Imágenes de Humboldt" el cual coloco aparte, "Consejos a los criados", de Jonathan Swift (lo coloco también aparte para revisarlo), "Palabras y figuras" de Pedro Emilio Coll (lo aparto…), "Padres de la Iglesia, Vírgenes Independientes" (lo aparto). Luego, entre recovecos pocos consultados, uno de la colección Austral, "Estampas de España e Indias", un libro que nunca había revisado y que la mano de Dios me lleva a hojear al azar, encontrándome con el capítulo "Semblanzas de Simón Bolívar". ¡Qué hallazgo tan sorprendente! Leo al vuelo y quedó estremecido por lo que encuentro. Comienzo a leérselo a mi esposa hasta que tengo que detenerme sobrecogido y bañado en lágrimas.
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José de Benito Mampel fue profesor ayudante de su padre en la Universidad Central de Madrid. Fue un republicano fundador del Grupo de Acción Republicana liderado por Manuel Azaña. Al proclamarse la Segunda República es nombrado agregado al ministro de Instrucción Pública, Marcelino Domingo, y poco después, fiscal del Tribunal de Cuentas. Al finalizar la Guerra Civil española, José de Benito se exilió primero en Colombia, y luego se trasladó a México. En Colombia conoció profundamente la obra del Libertador de quien quedó prendado y conmovido para siempre.
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Agrega este extraordinario escritor español: "La vida del Libertador es una práctica constante del más puro y limpio romanticismo. Heredero de una gran fortuna, la pone al servicio de su ideal y muere, después de haber libertado un Continente y ejercido el poder en cinco repúblicas, en tan honesta pobreza que la camisa que ha de amortajarle ni siquiera le pertenece. Es la que comprara el Minca Aracataca para que el general Morillo le colgase al pecho una condecoración. La anécdota no es demasiado conocida y merece ser divulgada. Minca Aracataca era un cacique indio de las cercanías de Santa Marta a quien por algunos servicios prestados a la causа de España, el general Morillo, luego conde de Cartagena, promete una condecoración. El cacique sale de su rancho y a mitad de camino, bien porque encontrara dificultades para llegar hasta el general, o porque como dice Restrepo en su historia de la revolución de Colombia, se sintiera avergonzado considerando que traicionaba a los suyos, decide no presentarse a la ceremonia. Iba con una camisa nueva de chorrera que había comprado para lucirla ante los españoles. Al variar de opinión no se atreve a regresar con aquella prenda de gala y encontrándose cerca de la finca de San Pedro Alejandrino, propiedad del hacendado español Mier, entra en ella, vuelve a ponerse su ropa vieja que llevaba en un hato, la deja allí y desaparece. La camisa es guardada en un armario y tiempo después cuando el 17 de diciembre de 1830 Simón Bolívar muere acogido por el señor Mier en su finca, un ayudante del Libertador, que busca sin encontrarla una camisa en el equipaje de su jefe, se tropieza con la de Minca Aracataca, imagina ser de Bolívar y es con ella amortajado".
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Señala José de Benito: "Bolívar muere apenas se separa de su gran obra. No necesita para la posteridad, como Napoleón, el purgatorio de los seis años en Santa Elena. Le Temps de París de 1831, cuando se conoce la noticia de la muerte del Libertador, dice de él: «Bolívar ha sido el hombre completo de nuestra Era; ni una mancha se columbra en toda su vida. Ninguna cabeza se ha levantado tanto como la suya. Excede a Washington en la duración, extensión y dificultad de sus empresas y lo iguala en virtudes cívicas. Si cede a Napoleón en cuanto al genio de la guerra, es porque aquél es una especie de excepción en la Humanidad; pero al mismo tiempo, ¡a qué distancia no deja Bolívar a Napoleón bajo el aspecto de la libertad y de noble ambición! Y Benjamín Constant decía de él en vida: «Si Bolívar muere sin haberse ceñido una corona -como murió-, será en los siglos venideros una figura singular. En los pasados no tiene semejante.»
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"No fue por un azar –nos sigue diciendo José de Benito-, por lo que el más grande escritor romántico, lord Byron, bautizara su yate con el nombre de Simón Bolívar. Bolívar, noble y militar profesional como Napoleón, no tiene, como éste, la ambición del mando. Cualquiera otro la hubiera sentido en su lugar, y es maravillosamente cierto lo que dijera Emilio Olivier de que en tiempo de Bolívar el nombre de éste circulaba entre los pueblos de Europa -sin excluir a España- como sinónimo de libertad. La doctrina liberal de Bolívar, en efecto, no tiene quiebra…".