El proyecto de sustitución de importaciones, implementado a partir del mismo momento que Betancourt asumió la presidencia de la República, el 13 de febrero de 1959, que implicó la confiscación aún más, por el rentismo y el imperialismo, de la soberanía nacional, dado que se dio luz verde a la instalación de empresas de sólo ensamblaje, en gran magnitud y sin ninguna producción de partes en Venezuela, lo que se hará más tarde con la debida discreción y la misma dependencia, aprovechando de paso el uso de mano de obra barata, lo cual se había garantizado con la aprobación previa de la llamada Ley del hambre, que rebajó los salarios, ya de por sí miserables, en un 10 %, tanto en el sector público como el privado, tuvo su mayor aporte y fortaleza, cuando los partidos llamados de izquierda, el PCV, MIR y factores de URD, asumieron la lucha armada y, en consecuencia, abandonaron todos los espacios legales, incluyendo la lucha sindical. La mayor traba para tales proyectos, eran la unidad en el frente de izquierda y las buenas relaciones de este, con factores progresistas o de avanzada, como se decía entonces, en el mundo de la política, incluyendo Copei. El Congreso de la República de entonces, sin haber nuevas elecciones, pues era el mismo de cuando eligieron a Betancourt, no era apropiado para que éste dispusiese a su antojo. Menos lo era la correlación de fuerzas en las calles, centros de trabajo e instituciones formales.
Pero al asumir la lucha armada, aun antes de declararla, el mundo del sindicalismo, el espacio para la lucha en beneficio de los trabajadores se dejó en manos de AD y su buró correspondiente, aquel de los llamados "bueyes cansados", sobre quienes Betancourt y sus más cercanos seguidores, particularmente Raúl Leoni, tuvieron una gran influencia, tanta como para embarcarlos también en aquel proyecto anti obrero, contrario al interés y futuro nacional. Utilizando la "amenaza" de la lucha armada como causa y motivo para ablandar las luchas obreras.
Para los atrapados en la ilusión de la lucha armada, por el efecto ecuménico de la entonces llamada "Revolución cubana", pero más por el empeño y disposición de la URSS, lo de la lucha sindical, por el salario y los beneficios correspondientes a los trabajadores y la población en general, pasaron a la clasificación y calificación de economicismo; lo que en el lenguaje común quiere decir algo así, como subalterno, insignificante y hasta estorboso, como un parapeto tirado en el suelo que estorbaba las carreras de luchadores armados. Dispusieron no sólo que lo fundamental era la lucha armada, sino que lo sindical era un distractivo e ilusión. La meta era tomar el poder, para desde allí trazar el camino hacia el cielo, lo que se llamó, "tomar el cielo por asalto".
Es vieja la conclusión, según la cual, Betancourt, quien tuvo fama de ser muy habilidoso y de lo que dio muchas muestras, estimuló, puso trampas a los izquierdistas, para que se apresuraran a declararse en rebeldía, mediante las acciones ilegales, como la lucha armada, para acabar con su apoyo militar y hasta popular, con la gran influencia que entonces ejercían. Eso le era necesario para llevar adelante sus planes. Para 1959-60, sobre todo a partir de la promulgación de la Ley del hambre", los partidos MIR, PCV y factores progresistas de URD, gozaban de un gran respaldo popular. Los posteriores alzamientos militares de Carúpano y Puerto Cabello, revelaron que también en ese mundo, la oposición a los planes del gobierno era una fortaleza.
De manera que, al abordar lo acontecido durante el gobierno de Betancourt y el Puntofijismo, particularmente todo lo negativo acontecido en materia de planes económicos ajenos a la soberanía nacional, desde la perspectiva del historiador, habrá que recargar las responsabilidades a todos los bandos de la política; a quienes aquellos planes convalidaron, como a quienes en lugar de combatirlos con las fuerzas legales para lo que contaban con respaldo real, nada iluso y se fueron a jugar a la guerra, una en la que, como dijo Moisés Moleiro, la izquierda "puso todos los muertos"; a lo que yo agregaría, hasta en ella acabaron con las ilusiones despertadas en aquella coyuntura de iniciar una política económica soberana, dadas las ventajas que nos brindaba el petróleo, cuya demanda empezó a crecer significativamente; y hasta por los beneficios que generó la creación de la OPEP, en la cual en el gobierno de Betancourt, por iniciativa y empeño de Pérez Alfonzo, un hombre progresista incrustado en el poder, Venezuela jugó un rol importante.
Es decir, en síntesis, toda la clase dirigente, empresarial y política, desde la caída de Pérez Jiménez, sin excepción, hasta la llegada de Chávez al gobierno, pasando por el Caracazo, es responsable de todos los errores y omisiones inherentes a la economía venezolana, tan graves que, hicieron posible que, esta altura, sigamos dependiendo del petróleo y las recientes medidas relacionadas con Chevrón nos tengan en ascuas.
Quienes gobernaron, aplicaron unos planes diseñados para favorecer primordialmente al capital externo y fortalecer el rentismo petrolero. Los opositores, con todas las ventajas, el poder popular que tuvieron, hicieron todo lo pertinente para favorecer aquello y no lo que debieron ser sus planes en favor de Venezuela y su gente toda, al declarar la guerra como opción y dedicarse a ella. Nunca olvido, antes lo he dicho, como un mediodía, en la plaza del rectorado, Américo Martín, mi viejo amigo fallecido, a quien más de una vez le recordé esto, me dijo emocionado, como imitando a Ho Chi Min, "nos vamos a las guerrillas y la lucha es larga".
Luego, acogidos a la pacificación, no fueron capaces de acercarse, dadas las coincidencias reales, conceptuales y clasistas, que había entre ellos, sino se entregaron a lo instintivo, pasiones, indisposiciones subalternas y continuaron con diagnósticos estereotipados, como salidos de la guerra, pero con ella adentro. Y hasta se definieron a ellos mismos, como los enemigos principales entre sí, sólo por disputarse la poca gente que les quedaba.
Aquel tiempo perdido, recursos dilapidados, facilidades brindadas en exceso al capital externo, es responsabilidad de toda la clase dirigente de ese momento histórico; de gobernantes y opositores. Si bien los gobernantes fueron desacertados y demasiado diligentes con el capital externo y descuidados en el diseño y puesta en práctica de un plan soberano, la oposición, supuestamente revolucionaria, fue incompetente, pues invirtió su tiempo, fuerzas y respaldos a jugar a la guerra y soñar lo imposible.
En la Venezuela del siglo XXI, la historia parece repetirse, aunque al revés, si nos atenemos a los formalismos, aquello de derecha e izquierda o mejor, a los factores políticos. Pues pudiéramos pensar que, con Chávez, por efectos bastante conocidos, como el desgaste de los partidos gobernantes, la incompetencia de la clase dominante para diseñar un plan liberador y eficiente, buena para obtener en abundancia dólares del ingreso nacional con voracidad y hasta exportarlos, por lo que adecos la llamaron parasitaria, parte de los grupos que una vez se fueron a la guerra, hasta con el golpe del 4f, llegaron al gobierno.
Lo poco, casi el esterero de los viejos partidos socialdemócratas, que quedó, se asoció a grupos de la extrema derecha, Fedecámaras y la llamada meritocracia petrolera. Y se unieron porque el discurso de Chávez que habló de un cambio sustantivo, más habiendo logrado imponer un ritmo en la producción petrolera e influido en la OPEP para subir los precios del petróleo, les hizo ponerse de espaldas a la pared. Se asustaron, prendieron las alarmas y buscaron donde fuese necesario ayuda para espantar a los demonios.
Los hechos llevaron a esos factores a la convicción que, ganarle unas elecciones a Chávez, era una tarea por demás difícil. Y creyeron, además, que venía el comunismo. Las expropiaciones de Chávez que, en la mayoría de los casos, como cuando CAP, favorecieron a los expropiados, como los conocidos casos en Anzoátegui de la compañía de Ferry y las propiedades de la familia Cirigliano, lo que no niega hubo excesos, decisiones injustificadas, tanto que recientemente el gobierno habló de privatizar o reprivatizar unas 350 pequeñas empresas, encendieron las alarmas. Pero Chávez hizo algo más, despertó cierta inquietud, en sentido positivo en mucha de la dirigencia política latinoamericana, tanto que contribuyó con su liderazgo a la creación del CELAC, Petro Caribe, etc. Afuera, también se prendieron las alarmas.
Desde el inicio, al percatarse aquella oposición formada a partir de los escombros y la meritocracia petrolera, se desató una guerra. No la de la lucha guerrillera sino una más cruenta; en los espacios públicos urbanos. Se empezó con aquel golpe de Estado que llevó a Carmona a la presidencia fugaz y continuó luego con las guarimbas, unas "guerrillas" en el área urbana, más violentas y feroces que aquellas de las montañas, donde más era el tiempo invertido en correr y dormir que disparar. Y luego vinieron las sanciones impuestas por el gobierno de EEUU con la cooperación de sus aliados europeos. El propósito de la oposición nacida contra Chávez fue siempre tumbar al gobierno, el mismo de las guerrillas de la década del 60. Para esto nacieron las guarimbas y toda la ferocidad que hemos visto.
Cualquier analista, sin ninguna complicación, pudiera detallar los errores cometidos por el gobierno; sin duda, hay muchos y sería muy largo hablar de ellos. Como que, para garantizarse el apoyo de los grupos empresariales, distanciar a estos de la oposición, se acogió a los tesis del monetarismo y por ello el control salarial; pues una de sus fallas fundamentales, y lo es porque se vale de la ley para poner en práctica sus políticas, es lo relativo a la materia salarial.
Pero sería no un disparate, sino un gesto de mala voluntad, fe, desconocer los efectos de la violencia y las sanciones; y en esto la oposición tiene una responsabilidad inocultable. Pues ella, en su invariable actitud de deponer al gobierno por la fuerza desde el 2000, pidió y respaldó esas sanciones y, ahora mismo, continúa en la misma actitud. En lo de Chevrón está comprometida y no es cosa que uno saque como conclusión de un análisis complicado y hasta interesado, sino que parte de la dirigencia opositora lo admite; apoya las sanciones existentes, pide se profundicen y hasta sumen. Ahora mismo, la señora MCM, hablando por primera vez de sus planes, algo preconcebido, antes le era necesario ocultarlo, como dice Einstein Millán Arcia, un experto petrolero opuesto al gobierno, está ofreciendo "la privatización masiva y total del sector energético de Venezuela". Por lo que el mismo experto comenta, "Tenemos la impresión de que quienes asesoraron a MCM y EGU son los mismos del sabotaje, los mismos de las sanciones, los mismos del robo de monómeros y los mismos del aprovechamiento indebido, destrucción en curso y entrega de Citgo a intereses extranjeros".
https://www.aporrea.org/energia/a339568.html
El control del aparato del Estado por parte de quienes hoy gobiernan, de manera casi absoluta, resultó de la política abstencionista de ese factor opositor. El llamado a la guerra de guerrillas y la promoción de los intentos de golpes de Estado de Carúpano y Puerto Cabello, dieron respaldo político, legal y hasta diplomático, a Betancourt, no sólo para eliminar la fuerte oposición progresista, sino para asegurarle al capital externo la penetración con su plan, destinado a aprovechar mano de obra barata para su ensamblaje y el mercado de consumo en Venezuela y el sur del continente. Y con ello, la muerte o por lo menos derrota, de cualquier intento de iniciar un proyecto diferente con preferencia y ventaja para el interés nacional. ¿De quién es la culpa?
Los llamados a golpes de Estado, guarimbas, presidencia interina, sanciones, de las que ahora piden más y todas se profundicen, llevaron al gobierno de Maduro al control de los poderes del Estado y por ello a la disponibilidad de defenderse hasta el extremo permitido y razonable, lo que no niega, eso es inevitable, haya quienes se excedan. Pero si de excesos hablamos, Trump le mandó a callar la boca a "tuote le monde" o como decimos por acá a modo coloquial " a tuti li monde".