En agosto nos vemos: breves aproximaciones a la estética garcíamarquiana

Me atrevo a afirmar que, absolutamente, nada de lo que enunció en forma oral, ni de lo que escribió Gabriel García Márquez fue gratuito, como tampoco hubo desperdicio alguno. Todo fue elaborado, repensado y sentido desde lo más profundo de su complejidad humana, cual meticuloso orfebre de la palabra.

De allí que en cada uno de sus discursos, entrevistas, notas periodísticas, reporteriles, cuentos, relatos y novelas, nos ha llegado su producción estético literaria, como muy nuestra, en esa transgresión entre las identidades y las identificaciones, sin importar la geografía, ni las limitaciones lingüísticas, porque siempre ha burlado, entre sonrisas y palabras, los cánones de la estética occidental de la modernidad, al mismo tiempo que se ha colado por entre los asideros de las posturas y condiciones de las postmodernidades, haciendo posible esas identificaciones del receptor avisado o del desprevenido de nuestros tiempos de este siglo XXI.

Y como nada fue gratuito en cada borrón y borrador del orfebre de la palabra, ha sido una decisión afortunada de la familia García Barcha, en general, y, particularmente, de sus hijos, Rodrigo y Gonzalo García Barcha, el atreverse a publicar En agosto nos vemos, de nuestro "Gabo", quien seguramente, se exigió aún más en este producto estético, a sabiendas de la pérdida de facultades físicas y de la memoria, de quien -a juzgar por la obra- nunca perdió la cualidad y el rigor estético, siempre zafándose del encasillamiento del realismo mágico o de lo real maravilloso, hacia otro realismo inusitado, que se asoma sobresaliendo de entre lo vulgar de nuestra vida cotidiana y que, además, se yergue por encima de lo común y corriente, solo perceptible y recreado por pocos, como el Gabo.

Dicho en otras palabras y apelando a la pedantería académica, tenemos que en cuanto al género narrativo, el producto estético que resalta del verbal y arquetípico, tenemos el cuento, el relato y la novela, no así, la narración de "lugares comunes", en la que muchos amables escritores prefabricados o escribidores se circunscriben, muchas veces, sin percatarse de que, por ejemplo, algo porque sea bien redactado en términos gramaticales no necesariamente es estético; una narración publicada en papel o electrónicamente tampoco es estética per se; como tampoco, una narración bonita necesariamente es estética.

Lo sublime, por tanto, lo estético, en la obra garcíamarquiana, específicamente, en este gran relato o novela de menos páginas de las habituales, llamada En agosto nos vemos, sobresale del relato del lugar común desde las paradojas del "lugar común" (noche/día, sol/lluvia, cementerio/hogar, nacimiento/muerte, juventud/vejez, desarrollo/decadencia, caos/orden, etc.), sin artificiosidad, ni recargamiento, para llevar al lector a percatarse, sin ánimos moralizantes, del sujeto femenino común, asediado en un mundo de machistas y de los machistas atrapados en sus mundos (y en esos mundos de ellas), pese a la feminidad y la sensualidad que el Gabo nos las muestra liberadas de los patrones o cánones impuestos y la libertad espiritual, como clímax de la realización, porque lo que queda, después de todo, no es más que un saco de huesos.

Ana Magdalena Bach es ella y todas las mujeres del mundo occidental, con sus contradicciones (aparentes), cavernas, sus silencios y secretos, en medio de este mundo de lo cotidiano, que con gran sentido estético nos narra Gabriel García Márquez. No queda más que decir, que al terminar de leer En agosto nos vemos, el autor nos deja ese afán de más anécdotas, más relato y más del Gabo, como cuando cada año Ana Magdalena esperaba regresar a la isla el 16 de agosto del año siguiente.



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Luis Alexander Pino Araque


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