Los Curules de Caldera

Algunos de nuestros “insignes” historiadores, como es el caso de Elías Pino Iturrieta, abyecto lacayo de Andrés Mata, han escrito las más enternecedoras crónicas acerca del carácter democrático de Rafael Caldera. Esto no hace sino dejar en evidencia la obscena distorsión que sujetos como EPI introducen y han introducido en los acontecimientos históricos venezolanos. La virtud primordial que debe distinguir a todo historiador es la imparcialidad ante los hechos; si se carece de ésta, lo que se deja para la posteridad es una macabra aberración. Si leemos algunos textos de historia podemos encontrarnos con que Rafael Caldera es llamado por algunos de nuestros historiadores “El pacificador”, nada más falso. Pero veamos sólo una pequeña muestra del talante democrático del hoy octogenario expresidente.

Luego de dos gobiernos adecos -el de Betancourt y el de Leoni- le tocó el turno a Copei. Ni Betancourt ni Leoni se distinguieron por su tolerancia para con la prensa. Pongamos como ejemplo el caso del diario “El Clarín”, cuyo Director era nada más y nada menos que Luis Miquilena. El 6 de mayo de 1.962 Miquilena pidió que se realizara una plenaria en el Congreso –ya desde esa época era diputado- para discutir los brutales ataques de que era objeto el diario que él dirigía. Los resultados no se hicieron esperar, para septiembre El Clarín había sido cerrado. Sin embargo, hoy vemos cuales son las opiniones ese pusilánime viejaraco, quien además es un miserable traidor. Pero concretémonos en el caso específico de Caldera. Éste hizo un “pacto” con la Cadena Capriles mediante el cual se comprometía a otorgarle unos curules a varios representantes de ese grupo editorial a cambio de apoyo publicitario. Cuando semejante barbaridad fue del conocimiento público se produjo un enorme rechazo por parte de otros medios impresos, entre los cuales se encontraban El Nacional, Panorama y La Verdad. El Nacional se negó rotundamente a publicar cualquier tipo de información que tuviera que ver con la campaña electoral de Copei; Ramón J. Velázquez, Director de El Nacional en ese entonces, renunció a su cargo. Los tres diarios se unieron y publicaron el siguiente editorial:

“Juzgamos oportuno informar a nuestros lectores que durante la presente campaña electoral nos abstendremos de publicar colaboraciones de militantes o simpatizantes del partido Copei, por cuanto hemos llegado a la convicción de que esa organización política ha celebrado un pacto electoral-publicitario de canje de curules por apoyo editorial… el cual convierte a un actor de la prensa nacional en fuerza electoral militante, negociación que esta reñida con nuestro concepto de la vida democrática”.

Nada de esto evitó que “El pacificador” llegara a Miraflores. Al tomar posesión de su cargo Caldera cumplió con lo pactado, Miguel Ángel Capriles fue designado senador de la República. Sin embargo, el rumbo que tomó esa “espléndida” relación dejó demostrado los débiles hilos con que la misma estaba tejida. Una noticia difundida por el diario “El Mundo” -perteneciente a la Cadena Capriles- donde se hablaba de una posible invasión de Colombia a territorio venezolano dio al traste con la carrera parlamentaria de Miguel Ángel Capriles. En una demostración de cobardía verdaderamente repudiable Caldera despojó a MAC de su inmunidad parlamentaria. Capriles, presa del terror que producen demócratas de semejante calaña, decidió asilarse en la embajada de Nicaragua; cosa que de poco le sirvió porque de todas maneras fue a parar a la cárcel. De ese tipo de “sociedades” estuvo nutrida gran parte de nuestra historia republicana, historia que ha sido distorsionada por sujetos como Elías Pino Iturrieta, -el abyecto lacayo de Andrés Mata- otro periodista de “El Universal” de la mentira que sin duda vendió la ética por un kilogramo de ese polvillo blanco, mejor conocido como harina P.A.N.

Existe un libro de Caldera -según parece el último que ha publicado- titulado “De Carabobo a Puntofijo” donde hace una ridícula defensa del pacto de Puntofijo, argumentando para ello que todo lo que hubo en Venezuela antes de la era “democrática” no fue más que cruentas revueltas o feroces dictaduras. Como el titulo del libro sugiere, éste comienza describiendo los sucesos políticos que ocurren en Venezuela luego de producirse la batalla de Carabobo y termina con la firma del aciago pacto, haciendo además una breve descripción de los distintos caudillos o seudo presidentes de ese lapso y de la manera como éstos dirigieron el rumbo del país durante ese agitado periodo. Me pregunto por qué Caldera intenta vendernos la absurda idea de que la “era democrática” fue mejor que la época que la precedió, cuando todos sabemos que durante los gobiernos como los que él presidió se cometieron toda clase de desmanes, e incluso abominables crímenes. Eso sin mencionar que esa fulana era democrática dejó sumida a Venezuela en una de las pobrezas más grandes del mundo. Sin embargo, al ver a su vástago en la Asamblea Nacional convertido en todo un pendenciero de poca monta puedo comprender porque pusilánimes como él o su hijo jamás han amado a este país que tanto dicen querer.

Cuando nuestro Presidente denigra de ese nefasto pacto de Puntofijo lo hace con indudable conocimiento de causa. Pongamos como ejemplo los casos de asilo de Carmona, C. Ortega y Molina Tamayo, quienes huyeron cobardemente utilizando esa argucia. Si los actos terroristas que cometieron estos sujetos los hubiesen ejecutado durante la era puntofijista nadie los hubiera salvado de la cárcel, o quizás hubiesen sido arrojados desde algún helicóptero, método favorito de Betancourt, mejor conocido como “padre pillo”.


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Henry Boscán


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