Durante el gobierno de Jaime Lusinchi se suscitó uno de los acontecimientos más bochornosos que se hayan conocido jamás en la historia de la política venezolana. Luego de haberse instalado en la silla de Miraflores Lusinchi decidió separarse de su esposa, Gladys Castillo. Querer divorciarse no tiene nada de particular si tomamos en cuenta que muchas veces resulta lo más apropiado para los cunyuges y, principalmente, para sus hijos. Pero la forma aberrante en que procedió el borrachómano de Ruinsinchi provoca no sólo repugnancia, sino además vergüenza. Sí, da vergüenza ajena saber que un jefe de Estado utilizó todo el poder que el pueblo venezolano puso en sus manos para llevar a cabo sus rastreros deseos lascivos. La vorágine desatada por su senil lujuria develó el talante democrático de sus conspicuos acólitos, uno de ellos fue Carlos Croes, jefe de la difunta Oficina Central de Información (OCI). El “incólume” conductor del programa “Diálogo con” sacó a relucir todo su arsenal de amenazas y llamó a los editores de los distintos medios impresos instándolos a que “no publicaran nada relacionado con el divorcio del Presidente”, –divorcio que había sido instaurado por el propio borrachómano- argumentando que no hacerlo era “lo mejor para los intereses del país”. Como diría el amigo Eugenio Carrasco: “NO ME JODAS”, Carlos Croes. Creo que el manual del perfecto cabrón califica ese tipo de conducta con su máxima graduación: “Cabrón Supremo”.
Resulta que a Gladys Castillo se le hizo difícil encontrar a alguien que se atreviera a brindarle asistencia legal, y es que no era para menos, muchos de los abogados que intentaron defenderla fueron multados argumentando las más inverosímiles razones. Recuerden que los gobiernos puntofijistas, especialmente los adecos, utilizaron los más siniestros métodos de amedrentamiento para silenciar a todo aquel que se atreviera a levantar su voz de protesta, no en balde Rómulo Betancourt –o más apropiadamente, padre pillo- fue el mentor de todos los politiqueros adecos que le sucedieron.
A pesar del comportamiento ruin, antiético e inmoral demostrado por Carlos Croes al intentar silenciar el divorcio presidencial, Gladys Castillo se le adelantó y convocó a una rueda de prensa en La Casona donde temerosos periodistas se enteraron de las vicisitudes por las que atravesaba la Primera Dama al tratar de defenderse de un sujeto que, utilizando su cargo de Presidente de la República arremetía furiosamente en contra de la madre de sus propios hijos, esto después de haber mantenido relaciones extramaritales con Blanca Ibañez, su barragana, quien además era extranjera. Pero por insólito que parezca Gladys Castillo no convocó a los canales de TV a la rueda de prensa, aduciendo que:
“No convoqué a las televisoras porque no difunden nada sobre esto”.
¿Y por qué las televisoras no hablaban del divorcio del “archidemocratico” Lusinchi? Sencillo, porque sabían que se enfrentaban a un criminal de su misma calaña. ¿Recuerdan a Luis Guillermo García y al clásico “Tú a mí no me jodes” que logró sacarle a Lusinchi durante una de sus borracheras? Difícil de olvidar, ¿verdad? Luis Guillermo García terminó siendo botado de RCTV –cuando no- por obra y gracia de Ruinsinchi y el nauseabundo Granier, quien prefirió proteger sus intereses económicos antes que enfrentarse al borrachómano.
40 medios impresos y 73 periodistas acudieron a la rueda de prensa, pero solamente 3 periódicos se atrevieron publicar la entrevista, uno de ellos fue Panorama.
Para la fecha en que estos sucesos acontecían los venezolanos esperaban la visita del Papa Juan Pablo II. Al arribar su Santidad al aeropuerto de Maiquetía fue recibido por una pareja presidencial: Lusinchi y su barragana, Blanca Ibañez. Pero al ser recibido en Miraflores el Papa se encontró con otra pareja presidencial: Lusinchi y la Primera Dama, Gladys Castillo. La iglesia venezolana jamás habló del comportamiento inmoral de ese viejo verde quien se autocalificaba de “cristiano”, y que dejó a Venezuela sumida en una de las más hondas crisis económicas en que haya caído país alguno. El silencio de los altos jerarcas eclesiásticos puede muy bien compararse con la actitud asumida por Pilatos a la hora de entregar a Jesús. Con la diferencia de que ellos no se lavaron las manos sino la boca, y no emplearon agua sino con Pampero, el aguardiente preferido del borrachómano con sonrisa de Monalisa, Jaime Ruinsinchi.
La arremetida contra quienes se atrevieron a informar del divorcio presidencial fue brutal, así lo relata Eleazar Díaz Rangel en su libro: “La prensa venezolana en el siglo XX”, donde describe lo siguiente:
“El 18 de septiembre de 1987. el director del diario La Región, de Cumaná, Luis Marcano Barrios, denunció ante la cámara de Diputados la suspensión de la pauta publicitaria del gobierno del estado Sucre, el estallido de dos bombas en el taller del diario y una golpiza que le dieron por informar sobre el divorcio del presidente… Asimismo, el día 20 de agosto de 1988 fue lanzada una bomba contra el local del diario El Vigilante, de Mérida, que el día antes había editorializado sobre el caso de las relaciones del Presidente con su secretaria privada”.
¡Conocer la historia!. He ahí la diferencia entre un pueblo que surge y otro que vive siempre subyugado y engañado. Eso es algo que no debemos olvidar jamás, los acontecimientos históricos deben servirnos para diferenciar entre un crápula como Carlos Croes y un verdadero periodista como Eleazar Díaz Rangel. Porque lo que en realidad todos anhelamos no es un periodismo servil o supeditado a los caprichos del Presidente de turno, llámese como se llame, sino periodistas que recojan la verdad sin importar quien se vea afectado.
Para finalizar podemos comparar entre la digna y, esa sí, democrática actitud asumida por el Presidente Hugo Rafael Chávez Frías, ante las innumerables calumnias e injurias que contra su persona han perpetrado sujetos como el nauseabundo Marcel Granier y Gustavo Cisneros, y que tocaron el fondo del pantanal moral en que estos sujetos se revuelcan cuando utilizaron a la actual esposa de nuestro Presidente para tratar de pervertir una noble causa, como lo es la Revolución Bolivariana, y la desfachatez con que Carlos Croes trató a sus propios colegas. Esa simple comparación nos deja ver sin lugar a dudas la diferencia entre la era puntofijista y el actual sistema de democracia participativa que, a pesar de las fallas o carencias que pueda tener y que por supuesto somos nosotros mismos los llamados a corregirlas, y así lo haremos, representa una mejoría cualitativa sin precedentes en la historia republicana de Venezuela.
La Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión es RESPONSABILIDAD de todos.