¿Quién ha hecho más daño a la humanidad, Hitler o San Agustín?
Mayo del 68.
Si existe una estructura con las más disímiles subestructuras de castas, clases, más vertical que un ejército, pues “autoregulan” la eternidad celestial de pasado, presente y futuro del género humano, esa super estructura es la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. No existe en el planeta doctrina ni convivencia más extraña y surrealista. El poder los dividió al salir de las catacumbas, donde aún “luchaban” la supervivencia, donde aún eran iguales pececillos. La legión de diferencias entre aquella ecclesia pacífica, pan del circo, fermento de virtudes, a lo que hoy mueve esa fe alrededor del planeta, es como comparar una catleya (orquídea nacional) con una de plástico.
Somos casi plásticos-parlantes de regreso a casa, en proceso de fermentación. En la hora de la fe que mueve montañas, es por eso sentir el estorbo en el camino, que siempre ha hablado por los caminantes, los cobra-peajes, y de hace un tiempo acá, dizque dueños del camino. De extracción y penetración humilde, la verdad de la ecclesia cristiana cada vez que se separa del mensaje original, provoca cismas, grietas, efecto del PODER sobre LA VERDAD que ha desarrollado internamente cual silencioso monstruo imperial de la conciencia, cónchupe genocida para conseguir instalar occidente lo que occidente invadiera, fuera el reino o país que fuera sobre donde fuera. Prácticamente, esta superestructura mundial, es hoy casi un “matrix” de la conciencia, que impide vía el miedo, el amanecer del verdadero mensaje cristiano, a la cuantiosa prole de hermanos que hoy buscan todavía respuestas detrás de los confesionarios. Aún está en pie ese deforme movimiento doctrinario que dice ser hijo de aquellos santos iniciales. En nada debería sorprender respuestas políticas provenientes del sector oficialista de esa ¿ecclesia?, que hoy sienten a los criterios que están asumiendo sus borregos, como virus transformadores de sus filigreses en migración de bachacos invasores de los tranquilos recintos.
La vida de la iglesia católica ha pasado por innumerables absurdos, nada que ver con aquellos místicos renunciantes de cuanta propiedad mundana de lo que sea. Dios, el único Dueño. Los siguientes, mercaderes del templo, acompañantes de primera fila de los invasores, por todos lados se observa a los eternos hermanitos virtuosos haciéndole puente-juego a los carniceros de más atrás, o allende estén. Criadora de jueces implacables y morbosos, no hubo suplicio fuera ensayado ni practicado por sus bárbaros verdugos-religiosos. Hasta “torturas” póstumas. Habrase visto.
El Espíritu Santo juega un papel primordial para la doctrina católica en específico. NINGUNA de las actividades que se trasmite a los seguidores, se hace sin la invocación del Espíritu Santo. Y las más trascendentales, son Su voz las que las decreta y su mano la que las hace cumplir, en la de los respetados clérigos, obviamente. Al santuario cristiano han entrado dioses romanos renacido santos, como la expulsión de ellos del paraiso santuario. Desde condenar a la hoguera a quien osara decir que la Tierra es redonda, a pagar bajo cuerda las carabelas de Colón, como lo hicieron los dominicos. Desde preguntarse si los indios tenían alma, a murallas de ellos defensoras como la de Bartolomé de Las Casas. Renunciantes parlantes con los pájaros y estigmatizados como Francisco de Asís, a párrocos, capellanes, obispos, cardenales con varias mujeres, sádicos y pederastras. Indulgencias de todo tipo para ganar una parcela en el más allá, que si es o no virgen la que parió al Cristo, a la eterna condena femenina por poseer el ominoso aparato reproductivo, o que que si Adán tuvo o no ombligo… En fin, discusiones ¿teológicas? de las más socarrona ridículez en el ranking doctrinario mundial, líneas ferroviarias que proporcionan a la fe cristiana el real sitial que NO DEBE OCUPAR: La dirección de la ética de una sociedad en cambio para bien. La sociedad que se erige prefiere hablar directamente con el Dueño del circo: Cristo y su mensaje trasparente de AMOR COMO PODER.
Otras doctrinas religiosas tienen sus dictámenes recibidos de su Gran Espíritu, o de la Iluminación, o como se le denomine, con categorías ETERNAS, cuya sabiduría estriba precisamente en la inmutabilidad de sus principios durante el tiempo. No es que la cristiana no las posea, al contrario, la tiene y hasta en píldora: AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y AL PRÓJIMO COMO A TI MISMO(A). No te está diciendo que invadas, menosprecies a quien no te siga, confabules, instigues, mates, añadas tus preceptos a los míos, y peor, endilgándoselos a la inspiración del Espíritu Santo.
Repito: el poder cristiano está en el AMOR.
Hacen el más grande del ridículo, la cantidad de sectas y movimientos que dicen poseer la verdad de Cristo, pareciera que a la píldora le faltaban aditivos. Y claro, para eso está “su” Espíritu Santo.
Ahora bien, si se trata de abrigar a toda la Tierra con el mensaje del amor en lugar del de la discordia, el de la fe, no el del miedo, de la igualdad, no de la competencia y la clasificación, hablamos de Revolución, y al cristianismo también le sale la suya. El cisma del conocimiento, de la conciencia, abre su esclusa, no porque le toca, sino porque el mismo paisano la está operando, dado que está a punto de desborde el estallido. La iglesia católica tiene pústulas en sus aristas. No nos engañemos, no es con una doctrina con quien nos enfrentamos. Es un poder que adocrina la perpetuación de las clases, con el macabro axioma clasista de que en la otra vida la vida es más sabrosa. Se ve de anteojitos que de sus religiosos, los que están con el regreso a Cafarnaún, que buscan el reinicio de los tiempos del Ungido del pueblo, no saben qué hacer con el voto de LA OBEDIENCIA.