Y el tiempo habló nuevamente al hombre, al anciano líder, “debes prepararte, regresar a las entrañas de la tierra, a tu esencia, a la patria que amaste y por la que luchaste”, dijo el Tiempo. El anciano vio su vida como en una película, se alegró recordando sus triunfos, lloró amargamente por sus errores. El anciano líder lloraba. Pero aun en ese proceso de angustia, se enfrentó al tiempo inmortal, no me arrepiento de nada de lo que hecho, dijo tratando de incorporarse. “Quiero verte la cara ¡Oh Tiempo inmortal y sabio!, si debo ser castigado por mis errores, que lo haga la historia”. El tiempo y el futuro de las generaciones por venir lo analizarán y entenderán. Para que me juzgue la humanidad, primero ella debe ser libre en su estado mental, social y político, sin dueños que la manejen, sin Centros mundiales que la controlen. Una vez liberada, si puede juzgarme, dijo el anciano.
Recordaba. El Líder el pasado, de Cuba, su historia.
“Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la isla. ¡Jóvenes del Centenario del Apóstol! Como en el 68 y en el 95 , aquí en Oriente damos el primer grito de ¡Libertado o muerte! Ya conocen ustedes los objetivos del plan. Sin duda alguna es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí esta noche debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse por falta de armas. Los que estén determinados a ir, den un paso al frente. La consigna es no matar sino por última necesidad.”
Ese 1 de enero de 1959 se proclama el triunfo de la revolución,
El anciano recordaba el discurso desde el balcón del ayuntamiento de Santiago de Cuba
“Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad al poder, no será como en el 95, que vinieron los americanos y se hicieron dueños de esto, que intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a Calixto García, que había peleado durante treinta años, no lo dejaron entrar en Santiago de Cuba. No será como en el 33, que cuando el pueblo empezó a creer que una Revolución se estaba haciendo, vino el señor Batista, traicionó la Revolución, se apoderó del poder e instauró una dictadura por once años. No será como en el 44, año en el que las multitudes se enardecieron creyendo que al fin el pueblo había llegado al poder y los que llegaron al poder fueron los ladrones. Ni ladrones, ni traidores ni intervencionistas, esta vez sí que es la Revolución.”
Recordaba su entrada triunfal en La Habana el 8 de enero
“La tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil. Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario. Engañar al pueblo, despertarle engañosas ilusiones, siempre traería las peores consecuencias, y estimo que al pueblo hay que alertarlo contra el exceso de optimismo.”
El 4 de marzo se produce en La Habana la explosión del vapor francés “La Coubre”, que transportaba armas hacia la isla. El sabotaje provoca, mediante una doble explosión, un saldo de ciento un muertos y más de doscientos heridos. El anciano recordaba la consigna con la que suele finalizar sus discursos:
“Y sin inmutarnos por las amenazas, sin inmutarnos por las maniobras, recordando que un día nosotros fuimos 12 hombres solamente y que, comparada aquella fuerza nuestra con la fuerza de la tiranía, nuestra fuerza era tan pequeña y tan insignificante, que nadie habría creído posible resistir; sin embargo, nosotros creíamos que resistíamos entonces, como creemos hoy que resistimos a cualquier agresión. Y no sólo que sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir patria. Y la disyuntiva nuestra sería patria o muerte.”
Recuerdos del viejo líder, 100 años de recuerdos, de trabajo, vida o muerte, había impuesto un nuevo concepto de hacer política, con estrategia, visión y lucha. La fuerza de la moral sobre el entreguismo de nuestros recursos y soberanía. No es EEUU el que dicta las normas a Cuba, dijo en una oportunidad.
La mentalidad imperial lo veía como el peor ser de la historia, los medios de comunicación, los canales de la potencia imperial lo habían enterrado miles de veces. Lo que no sabían en sus canales globales era que el anciano líder no podía morir, tenía la cualidad de la inmortalidad, como los grandes sabios Chinos, como los Lamas y Maestros. Tenía la esencia de la vida perpetua, no puede morir la inteligencia y la fuerza fácilmente. El anciano tenía la vida perpetua de esos extraños países como Cuba que deciden ser libres.
Patria a muerte, dijo el anciano como en un susurro, mientras el tiempo lo tomaba para continuar en su largo viaje a la eternidad.
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