El sol hacía poco tiempo que había rebasado su cenit pero aún suficientemente fuerte como para no dejar guardar los lentes protectores, a pesar de mi impaciencia al notar miradas de desconfianza; el calor me hacía transpirar abundantemente y la muchedumbre no me permitía caminar a mi gusto mientras oía un rap que llegaba en muy altos decibeles desde unas grandes cornetas, que a pesar de su cercanía no opacaban del todo un son de tambor proveniente de cornetas mas lejanas.
Entre lo olores de comida preparada de manera rápida e improvisada que expedían algunos vendedores ambulantes, me llegaba débilmente el mitin tempranero de algún político seguramente poco conocido. Mi vestimenta de marcas importadas no mostraba nada alegórico al acontecimiento celebrado lo que justificaba el recelo de algunas personas; me acerque a un señor que vendía esas baratijas relacionadas con política y que casi todo venezolano ya tiene en su casa, le compré por 1.000 bolívares una bandana que decía "Viva Chávez" y me la coloqué de tal manera que se pudiese ver entre mis lentes y la gorra que me regalaron cuando compré mi último telefono celular. Ahora ya estaba listo para caminar entre la multitud, era la hora de reencontrarme y solidarizarme de verdad y no tras un teclado con ese pueblo que mi grupo llama lumpen, desdentados, marginales, malandros, monos, resentidos y demás calificativos ofensivos.
La bandana había causado un efecto mágico como si hubiese traspasado una barrera invisible, me sentí en un ambiente mas amigable me empecé a contagiar de su alegría, de sus gritos, bailes, consignas y de risas que no me preocupe de fijarme si eran desdentadas. Sus esperanzas y pasiones entraban a mi cuerpo como en una transfusión de sangre revitalizadora que cambiaba mi visión de blanco y negro a vividos colores, unas muchachas bellas, morenas y de voluptuosos cuerpos me invitaron a bailar rap lo que acepte inmediatamente sin importar mi nula experiencia en este ritmo.
Ya con la camisa pegada a mi cuerpo decidí seguir recorriendo o nadando en ese río rojo que se transformó la avenida Bolívar hasta llegar a la tarima donde estaba ubicado un grupo de tambores, la gracia con que las muchachas de los barrios lo bailan fue suficiente para contagiarme e incorporarme a los reducidos círculos que se formaban alrededor de los danzantes.
Mas abajo y luego de una cerveza bien fría que refresco mi garganta y una empanada que calmó mi estomago (el hambre no sabe de prejuicios), me lleve una sorpresa cuando estaba a nivel de las torres de parque central, escuchaba una gran algarabía un poco mas adelante; entre la multitud y las banderas logre ver que se aproximaba un camión con un hombre a lo alto, los gritos me confirmaron mis sospechas "Chávez, Chávez, Chávez" era el hombre, el líder, el que ha sabido recoger las necesidades y esperanzas de un pueblo olvidado por años; afiancé bien mis pies en el suelo y me dispuse aguantar la ola que acompañaba al vehículo, lo que resultaría difícil; paso a tres o a cuatro metros desde donde yo luchaba para no ser arrastrado, pasaba tan lentamente como le permitía la multitud.
Sentí en primera fila el magnetismo que posee un verdadero líder, el amor y la confianza que le tiene un pueblo; en ese momento recordé sus propias palabras "amor con amor se paga". Hombres, mujeres y niños trataban de mantenerse pegados al camión; otros gritaban el famoso "Uh Ah Chávez no se va", dos muchachos que mis amigos pudiesen catalogar como malandros sólo por su color y aspecto pobre, que aguantaron la arremetida a mi lado chocamos fuertemente las palmas por encima de nuestras cabezas tal vez en señal de triunfo para ellos, para mi tenía otra connotación era el reencuentro con mis raíces.
Ya la tarde abría paso a la noche y el cielo amenazaba con lluvia, era hora de regresar a casa, tal vez me daba tiempo de terminar de escuchar el discurso desde mi casa, en el trayecto a la estación del metro me encontré un indigente que gritaba repetidamente "gracias escuálidos por ser tan brutos" a mi mente vino la sentencia de la corte con respecto a los médicos cubanos, increíblemente este hombre sin cultura se daba cuenta de las fallas que los líderes de oposición parecían ignorar a pesar de sus estudios.
Llegando a la estación recordé la bandana que debía quitarme antes de llegar a mi urbanización so pena de ser golpeado, ridiculizado o en el mejor de los casos segregado por mis vecinos. Cuando lleve mis manos a la frente la bandana no estaba, quien sabe desde cuando había desaparecido lo que pensaba era mi escudo protector ante mi fachada escuálida; se dibujo una sonrisa en mi boca al darme cuenta que todos somos iguales, que esta inédita polarización de la sociedad solo está en nuestra mente alimentada diariamente por los medios-partidos.
Cuando llegue a mi casa y mi esposa me pregunto como estuvo la concentración. Sólo pude responder con una gran sonrisa "hasta el 2021".