El Chavo del Ocho llega a la vecindad a la edad de cuatro (4) años y ha vivido ahí durante cuatro años más, es un niño de ocho (8) años, un representante de los niños excluidos de América Latina, un niño inteligente pero sin oportunidades sociales verdaderas. Vive en el apartamento número ocho, que nunca nadie ha visto, como todas las cosas importantes de la vida, estas preguntas no se contestan en la serie ¿cómo vive? ¿quién lo ayuda? Según Doña Florinda, duerme en un barril. Es el clásico niño abandonado, un posible delincuente gracias al abandono de los gobiernos y sus gobernantes que no pueden controlar este problema de la pobreza extrema en América Latina. Cada vez que alguien le pregunta al Chavo con quien vive, otra persona o mejor dicho otro personaje se encarga de cambiar la conversación, la serie no puede explicar esta terrible y brutal contradicción: el abandono, la exclusión en esta temprana edad de la vida, su vida está regida por los acontecimientos, se alimenta de limosnas, de la comprensión de Doña Florinda y algún otro amigo. Cada vez que llora entra en el barril, es esa su casa, esa su protección psicológica para no perder la conciencia debido al hambre y la miseria. Es increíble, el Chavo existe en Venezuela y en general, en toda América Latina, es una realidad social terrible, no es motivo de risa sino de llanto. Cuando nos reímos por la gracia de sus acciones y travesuras, de alguna manera nos estamos riendo de la peor miseria que existe en el mundo, del hambre de un niño abandonado, sin oportunidades de ningún tipo, sin familia. No existe el Estado que le garantice su supervivencia. Lo hemos visto llorar viendo un pastel de cumpleaños que nunca le comprarán, lo hemos visto llorar porque no tiene una pelota, mientras Kiko, su amigo de travesuras, le pasa la suya delante de su nariz, transmitiendo una forma de ser, tan egoísta y salvaje. Al Chavo, parecen no afectarle estas cosas, pero cuando crezca y sea un adulto será posiblemente un ser con mucho odio en su corazón. Esta forma de ser, este comportamiento mezquino e individualista transmitido por el personaje de Kiko, lo hemos visto una y otra vez, hemos crecido compartiendo esta actitud o patrón cultural, cientos de niños en su nivel de conciencia más profundo han asimilado estos comportamientos vitales, ¿qué les ha quedado en su conciencia a estos niños admiradores de la serie? El Chavo, cuando se asusta mucho, le da “la garrotera”. Se queda paralizado como si no sintiera nada; pero luego vuelve en sí, cuando le tiran agua en la cara. Queridos compatriotas, esta “garrotera”, es cierta, cuando se ha pasado mucho tiempo sin comer ni ingerir alimentos, sin las vitaminas y minerales apropiados, la persona queda casi inmóvil, casi desea la muerte, no quiere luchar ni vivir. Esta “garrotera” es producida por el miedo y el hambre. Me da mucho dolor el Chavo, más cuando veo que se ríen de él, la niñez abandonada no debe ser motivo de risa, sino de alarma, para disparar las alarmas en Venezuela y en el Continente. América Latina no podrá ser libre con miles de niños como el Chavo, viviendo en un barril, comiendo inmundicias. Una de sus frases más célebres: “es que no me tienen paciencia”, tiene mucha razón el Chavo, un niño en esas condiciones de desnutrición y abandono, no puede pensar correctamente, está en un alto nivel de minusvalía
Kiko. Su nombre es Federico pero le gusta que lo llamen Kiko, es un niño mimado, otro de los patrones culturales enviados por la serie, esta mala educación que le brinda Doña Florinda a Kiko, cuando le dice “tesoro, no te juntes con esta chusma”, creando de esta manera un ser egoísta, manipulador y elitesco. La mala educación está ya inoculada y con ella la ideología de la alienación y división social.
Doña Florinda no es única, son miles de ellas en Latinoamerica que proyectan, casi inconscientemente, estos valores capitalistas a sus hijos. ¿Tendrá salvación Kiko, será recuperable para la sociedad con esta anti educación recibida? ¿podrá entender que la persona vale por el ser y no por el tener? Una de sus frases preferidas es “chusma, chusma”. Kiko tiene que dar lo que recibió, entre sus falsos valores está la diferencia social inculcada por su madre. La persona vale si pertenece a un grupo social, que además es inteligente y bella. De paso Doña Florinda no tiene un nivel alto económicamente, esta actitud de creerse mejor que los demás reside solo en su mente, recordemos que todos viven en una vecindad, a pesar de estas consideraciones, ella sueña con pertenecer a un grupo social alto, se lo cree profundamente. Esta es una de las propiedades del Sistema Capitalista, producir el sueño al ciudadano, generar más ignorancia y diferencias. El ciudadano vive entre estos dos estados: sueño e ignorancia, sin posibilidades de despertar jamás.
La Chilindrina es la niña de la vecindad, hija de Don Ramón, una familia donde hace falta la madre, posiblemente sus actitudes y berrinches comenzarían por esa carencia. Igualmente tenemos en Kiko lo contrario, una familia donde hace falta el Padre. He ahí la desintegración social que vemos en toda Latinoamérica, hasta llegar al caso del Chavo, un niño sin padre ni madre. Don Ramón es una persona muy pobre que vive en el apartamento número 72, junto a su hija la Chilindrina, es viudo. Muy difícil verlo trabajando, posiblemente en su pasado realizó muchas actividades: mecánico, fotógrafo, cantante, guitarrista, es el clásico todero criollo que no se especializa en nada, pero sabe hacer de todo, aunque sin utilidad práctica. Sin embargo, esa capacidad que tiene no la desarrolla nunca y ahora menos que está con muchos años a cuestas. Es otro abandonado social, ensartado en la miseria y pobreza. Nunca el Estado o los gobiernos de estas sociedades latinoamericanas tratará de recuperar a un Don Ramón, ¿para que?, posiblemente esa indiferencia que muestra , esa fina ironía que tiene es también su respuesta a una sociedad cada vez más injusta.
Don Barriga es el representante del Capital, es el que cobra las rentas, convirtiéndose en el terror de Don Ramón. Es una realidad el Capital, y pagar las rentas es una ley en la vecindad, aunque dolorosa, hay que aceptarla. Luego no existen escapatorias a la ley del capital, para vivir debes pagar, no importa el ciudadano y las cualidades que posea, lo que importa es lo que se tiene. Este es el mensaje, una sola manera de ver las expectativas de la vida, el capital es el aire, fuera del aire no existe vida. Este mensaje sutil del poder del capital, que hace grande a Don Barriga, incluso en su físico y frágil a Don Ramón es evidente. Seguiremos viendo al Chavo durmiendo en su barril, a pesar de los avances de nuestras sociedades Latinoamericanas, la pobreza y la miseria son estandartes peligrosos, a pesar de lo que digan los organismos internacionales: OEA, ONU, a pesar de las estadísticas que hablan de su reducción. El Chavo es una ofensa a la infancia y a la vida.
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