Aquí cabemos todos. Yo se como.

Y vuelta a insistir con el cuento de los del medio. ¿Cómo es qué?: ¿Unos
caminan por las aceras y el grueso por la calle? Ósea, que son un bojote. Y
no sólo eso, sino que constituyen la inteligencia misma del mundo. Tan
inteligentes que han dejado, en medio mundo, que los que van por las aceras
se destrocen.



Primero la historia de la tercera vía, la de un señor gringo experto en
resolución de conflictos que dictaba talleres en lujosos hoteles, ateneo y
universidades. Más de uno declaraba orondo “yo hice un curso de solución de
conflictos con un gringo”.

En pleno paro destructor de la nación aparecen en pantalla unos muchachos
buena gente (pros y contras) jugando futbolito en las autopistas como si de
un domingo en la cota mil se tratara. Y dos sinceras muchachas (rivales
políticas) abrazándose. Y un “taima por los niños” como si estuviéramos en
guerra civil a los yusgolavo, o una tregua de Navidad en el frente de
batalla europeo. Todo bien bonito pues.

Cómo si los cacerolazos, además de la molestia auditiva y los dolores
musculares mataran. La verdad es que ni siquiera la alharaca que forman las
señoras de la TV privada y los parlanchines causan tumores. ¿Es que acaso la
gallera de los medios de TV detuvieron el triunfo de Chávez, Lula,
Gutiérrez? ¿O hicieron que Uribe ganará el referendo neoliberal en Colombia?
Olvídense de eso, la conciencia política de los pueblos está por encima de
esas pantallas negras y sus engominados moderadores.

Dibujan un país habitado por dos grupos de bandas armadas enfrentadas,
dispuestas a caerse a tiros, donde la única salida es una amnistía de parte
y parte, un borrón y cuenta nueva. “Los terciarios”, en su “ningunismo” caen
en el juego de los dirigentes oposicionistas que venden al mundo la visión
de una Venezuela ingobernable, violenta que estos últimos reconciliarán en
los años de dictadura que sean necesario. Ni siquiera Caracas vive tal
situación. Este diciembre 2003 no se asemeja en nada al del 2002 ¿Cuántos
altamiranos alzados quedan en la plaza? ¿Cuántas cadenas son recibidas con
cacerolas?



Mas el discurso que apuntalan los tercios es el de las dos pandillas, el de
“al borde de una guerra civil”.

Así mientras el Presidente respeta y defiende con el pueblo la
constitucionalidad y emprende programas sociales y económicos, otros no
cesan en su obra de demoler la casa para después reconstruirla a su antojo.
Paran PDVSA y destruyen instalaciones, fondean buques cargados de gasolina,
destruyen los sistemas informáticos, desaparecen los alimentos, ponen bombas
en embajadas, en Miraflores, asesinan (los soldados de la plaza, la masacre
provocada de diciembre 2002, los abaleados en los Próceres, los campesinos
ajusticiados por el vicariato terrateniente); llaman a no pagar impuestos, a
cerrar calles, autopistas; desvían una marcha para ocasionar una masacre y
dar un golpe de estado (al estilo yugoslavo, por cierto).

Ante esa realidad, del tamaño de la muralla china, los terciarios
simplemente categorizan al país en tres grupos. Los extremistas que se odian
a muerte que no se dan cuenta que “todos caben” junto al tercero (ellos). Es
decir, los dos son malos o los dos pueden ser buenos. Léase si los de la G5
y la Coordinadora son malos, Chávez y sus bolivarianos también; o al revés
si Chávez y los bolivarianos son buenos los oposicionistas también. No
importa el pasado. Todos “pa’ dentro”. Conclusión, los terciarios proclaman
un “perdónalos que no saben lo que hacen”; los de las aceras son poquitos y
los del asfalto bastante.

Aunque en la forma, tienen razón. Salvo que en el centro quedan muy pocos:
los apáticos de religión, pues en Venezuela todos han tomado posición. Lo
cual no implica que nos vayamos a matar. No señor. ¿Cuál es la idea de
convertir a los venezolanos en unos seres apolíticos, en unos mirones de
palos que esperan que sus representantes escriban el destino de la República
y usufructúen los recursos patrios?



Los tercios se aparecen ahora con eso de “aquí cabemos todos”. Ofrecen el
metafísico perdón y ya. El que no esté de acuerdo le sale jalón de oreja y
será execrado de los seres pensantes.

Es una concepción desaborida de la democracia, caben todos, hasta los
chavistas siempre que se comporten. En esa frecuencia los observadores
internacionales de la OEA y el Centro Carter cantan en coro terciario “todo
está normal” (mientras un mega fraude recorría las calles del país).
Recuerden la visita del Bill Clinton a Venezuela en 1997, cuando en un
masticado español sentenció que en Venezuela “todo estar chévere”, en tanto
que la “Agenda Venezuela” de Caldera y Petkoff intentaban vender hasta la
estatua de Simón Bolívar.

Aquí cabemos todo, sólo tenemos que suplicarle a la TV privada que transmita
más comiquitas, más novelas y que diga menos groserías, así no hace falta
Ley RESORTE. Total, los dueños de los medios son unos niños de pecho que no
tuvieron nada que ver con el golpe del 11A, como tampoco los generales
golpistas. En Venezuela lo que hubo fue un “vacío de poder”. Por ello “los
tercios” alzan su mano derecha y absorben a todo el mundo: “Vacíen sus
mentes, olviden todo, sus muertos, la violaciones. La paz sea con vosotros”.

Frente a estas manifestaciones, uno siente que ese “cabemos todos” es una
manera muy elegante de echarle la culpa de cualquier cosa mala a Hugo Chávez
y a los bolivarianos, así sean el 65% de la población. No importa, el 5%
restante (porque los oposicionistas son 30%) los invita “a caber” en su
concepción de país en paz, al precio de impunidad. “Aquí cabemos todos”
tiene un amargo sonido a “Chavismo sin Chávez”. La memoria se llena de las
frases esquivas y guabinosas de los masistas y emerretistas que saltaron la
talanquera después de llegar a sus cargos con los votos chavistas. Comienzan
con “Chávez habla mucho”, sigue el “¿otra cadena?”, continúan con los “por
qué los provoca”, “no es el momento de decir eso”, el clásico “sino
estuviera rodeado de tal y pascual” y hacen mutis con “ya Chávez cumplió su
misión”. A los pocos días andan soltando sapos y culebras contra el líder
que posibilitó la unidad de una mayoría de venezolanos que obtienen mayor
participación en los asuntos de decisión del Estado (porque ahora hasta lo
más radicales opositores pueden participar) y que puso el petróleo al
servicio del bienestar social de todos los venezolanos.

Hoy, los tercios lanzan por todo lo alto un evento con solución de
conflictos y talleres de negociación para alcanzar “la paz” bajo una
ecléctica envoltura de celofán muy atractiva. La presentan como si aquí
estuviéramos matándonos los unos a los otros. No es así. La polémica es
válida, necesaria. A quien se le ocurriría sentar a caraquitas y
magallaneros a encontrar salidas a sus diferencias beisbolisticas en las que
a veces hasta se lanzan vasos y botellas; o sentar a los hermanos Escarra, a
los Villegas (por nombrar a los más conocidos ––saludos bolivarianos para
Carlos, Vladimir y Ernesto) no sea que se golpeen entre ellos. O a mí con
mis familiares, amigos, amigas, colegas y relacionados que no simpatizan con
mis ideas bolivarianas ni yo con las de ellos, y nos queremos por encima de
las diferencias políticas. Nadie vio a los observadores (la verdadera base)
bolivarianos y de la oposición retándose a duelo a muerte en los eventos de
recolección de firmas. Por supuesto que existen los aventureros del Plan B,
los disociados que agraden a los funcionarios públicos en restaurantes y
aviones, los terroristas. A eso se le debe aplicar la ley. “No se tú” pero
ese “Aquí Cabemos Todos”, me suena a “pagar juntos por pecadores” a “Pacto
de Punto Fijo” en el cual dejaron fuera a un buen número de “todos”.

Hablar de crisis da rating y anotarse en terceras vías luce original: “Yo no
estoy ni con uno ni con el otro”. Hace unos años los centros académicos
ofertaban “la tercera vía” del otrora popular Primer Ministro inglés Blair,
quien terminó montado en el carro que va por la vía clásica del imperialismo


Ahora como el asunto es la paz (¿de los sepulcros?, del “todo está normal”,
“todo estar chévere”–Paso y gano). Al respecto, citemos algo nada original
que resume el sentir venezolano: “Sin justicia no hay paz” y lo traducimos:
con impunidad no puede haber paz.

En esta historia venezolana abunda mucho crimen sin castigo, demasiado
delincuente de cuello blanco riéndose de sus fechorías. Todos sabemos
quienes son. Aparecían todos los días en diciembre 2002 y enero 2003 a las
6:00 PM en cadena privada nacional leyendo su parte de guerra; se mostraron
deshonrando el uniforme en octubre 2002 en la zona liberada de Chacao,
aparecieron el 12 de abril de 2002 gritando “democracia, democracia”
genuflexos bajo un reyezuelo que con un “decretazo” (les encanta el “azo”)
pretendió sepultar la República.

Sin embargo, la fórmula es correcta. Venezuela es para los venezolanos.
Estamos de acuerdo, aquí cabemos todos: Cada quien en su lugar de trabajo,
de estudio, de descanso; pero los asesinos, fascistas-golpistas y los que
pretenden arrasar con la nación en la cárcel para que purguen sus delitos.
Luego podrán reinsertarse en la sociedad. Venezuela también tiene sus
centros de reclusión. Así sí.


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Reinaldo Bolívar

Investigador, fundador del Centro de Saberes Africanos, vicecanciller para África

 reibol@gmail.com      @BolivarReinaldo

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