Este 6 de diciembre se cumplieron cinco años de las elecciones que
llevaron a Chávez a la Presidencia de la República. De no haber ocurrido
la Constituyente, se estaría realizando la rutina de un nuevo período
presidencial. Los cambios habidos durante estos cinco años, sin duda, dan a
la fecha novedoso significado.
La heredada crisis social, agudizada por el paro empresarial y el
golpe de Estado, cocinados en la fragua de la oposición para enfrentar las
leyes, planes, acciones y misiones del gobierno, configura la situación
actual. En esta lucha, gobierno y mayorías ganan los enfrentamientos,
mientras la oposición, sumida en la derrota, complementa la permanencia de
Chàvez, con el “reafirmazo” truculento.
En medio del espasmo económico, el plan masivo de educación es el
mejor acierto de estos cinco años. Es el punto de partida fundamental para
cualquier plan de desarrollo; para liquidar el lastre de la ignorancia;
llevar a las mentes otras ideas, otros mundos del saber, de la ciencia,
del conocimiento humano; arrancar las muchedumbres de excluidos, de la
creencia, la superchería, las cábalas, la manipulación...; quitar la
barrera del oscurantismo, contra la cual se estrella todo intento de
mejoramiento. Mi recorrido de cincuenta años, en organización campesina,
en un largo itinerar por el país, me brinda elementos para medir la
importancia que tiene la Misión Robinson en sus diferentes etapas. Allí
está el punto de arranque para cualquier proyecto de desarrollo. Mientras
no abordemos, todos, la nave del progreso, es imposible avanzar. Cuando
los excluidos de los barrios, de las comunidades aborígenes o el borde de
las carreteras, avancen con las luces del conocimiento y reciban en sus
mentes aletargadas por la exclusión, un horizonte nuevo de posibilidades,
el desarrollo se habrá colocado en el punto de partida. La posibilidad es
futuro, pero también es pasado. Es la linea entre lo que fue y lo que puede
ser. La posibilidad es aptitud eminentemente humana. No existe en los
dioses porque dejarían de serlo. El conocimiento y la posibilidad van de
la mano, algo que la envidia de los dioses no le soportan al hombre (El
Prometeo encadenado: cultura; la Torre de Babel: unidad; la expulsión del
paraíso: sabiduría). Los dioses son envidiosos, igual en La Leyenda de
Gilgamés, la Iliada, el Ramayana, el Talmud, la Biblia o el Corán. El
hombre debe conquistar la “sabiduría”, alcanzar la “unidad” y llevar en el
pecho, el”prometéico fuego.” ¡Todo lo que niegan los dioses!
Cuando hace cuarenta y cinco años se introdujo el riego por aspersión
junto a otros métodos culturales, hubo que derrotar la superchería y la
creencia que, como barrera infranqueable, se interponía, entre las mentes
aletargadas por métodos ancestrales y las novedosas técnicas agrícolas.
Cuando la “roya” llegó e invadió los cafetales, era por designio divino, y
ante ello nada debía hacerse. Era la misma mentalidad que, en 1915, vio
pasar las plagas de langosta sin que dejaran vestigio alguno de vegetación.
En la educación está el verdadero punto de partida para el desarrollo y no
en la añorada inversión extranjera, deshumanizada y colonizante.
La mesa está servida. El gobierno ofrece la posibilidad. Coloca en el
plato el alimento del conocimiento, libre de conveniencias. La posibilidad
es para todos y no, como exquisitez de privilegiados.
Tovar, diciembre del 2003
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