NOTA: El presente es una réplica al artículo: Vladimir Villegas cogió fuerzas para saltar y quedó guindando en la talanquera de José Sant Roz.
El tal José Sant Roz se ha dado a la tarea de andar repartiendo certificados de revolucionario o de chavista, como si se tratara de un portero de hospital que entrega numeritos a desesperados pacientes.
Sinceramente no sé de donde sacó este espécimen de la revolución de cafetín la patente de corso para andar determinando quién merece o no ser ubicado en lo que él considera el lado correcto de la talanquera. Este comisario, no por lo político, sino por su conducta de defensa automática de los cuerpos policiales, se dedica a agredir gratuitamente a todo aquel que, en sus devaneos etílicos ,le parezca sospechoso de incurrir en actos supuestamente reñidos con la condición revolucionaria, socialista o patriótica.
Ahora le ha dado por poner las manos en el fuego a favor de cuerpos policiales que aún conservan los vicios del pasado y que siguen incurriendo en la tortura, la matraca y la agresión. No espera las investigaciones de los organismos competentes para actuar como potencial encubridor de conductas que en el pasado cobraron la vida a decenas de estudiantes, víctimas de tornillos, plomos , metras y clavos con los cuales eran aliñadas las armas de los cuerpos represivos.
Si las investigaciones determinan que la policía de Mérida no es responsable de la muerte del estudiante Rojas, así será y no tendré ningún inconveniente en asumirlo. Me alegraría que un policía de un Estado gobernado por un hombre decente como Florencio Porras no haya sido el autor de ese maldito disparo. Y no se si el tal Sant Roz reconozca que fue victima de su propio chinazo al atribuir esa muerte a factores distintos a la policía, si se demuestra que efectivamente el autor del crimen es miembro de un cuerpo de seguridad.
Este talibán añejado con miche ignora, por la vocación policial que emana semanalmente de sus artículos, que todo aquel que presuma de socialista, revolucionario, o simplemente de hombre o mujer justos, tiene derecho y hasta el deber de dudar. Este sujeto tiene tendencia al encubrimiento. Y no sólo encubre a policías que pudieran estar involucrados en la muerte del estudiante Douglas Rojas. Encubre a aquellos que se visten de rojo y prostituyen la propuesta socialista con sus procederes dudosamente éticos. Y estigmatiza la denuncia que emerge del pueblo chavista contra quienes vestidos de rojo rojito hacen de las suyas...
Y por eso arremete contra el pensamiento cuestionador, y pretende darle lecciones nada más y nada menos que al Partido Comunista de Venezuela, y a hombres dignos y muy respetables como Vladimir Acosta, o a luchadoras como Lina Ron, con quien se puede tener diferencias pero a quien hay que reconocerle su valentía y su compromiso. Y sólo por el hecho de que se atreven a asumir la crítica, elemento esencial dentro de cualquier proceso de transformación.
Hay muchas pendejadas en el escrito de Sant Roz, que sólo ponen en evidencia su falta de profundidad y su tendencia a sustituir conceptos e ideas por un gamelotal indescifrable, muy propio de francotiradores que pretenden arrojar a los demás todo el estiércol que llevan en el alma. No necesito certificados de buena conducta emitidos por nadie, y menos aún por gente prisionera de sus propios complejos.