Dos importantes contertulios, excelentes columnistas y líderes de oposición al neoliberalismo me confesaron en la mañana del martes 12 que están cansados de advertir los desaciertos de este gobierno sin resultado alguno, o mejor, con el resultado adverso de ver que mientras más se verifican los desastres en los campos económico y social la imagen de Uribe sube como espuma.
Me sumo al escepticismo de mis contertulios. No es la primera vez que me hallo a punto de tirar la toalla. Es muy difícil hacer oposición a un gobierno rodeado por un gran poder económico que a la vez es dueño de los más importantes medios de comunicación que conforman el poder mediático que también y por supuesto le rodea. No es fácil hacer oposición política a un gobierno rodeado de parlamentarios a quienes se da el lujo de ordenarles que le vayan aprobando sus proyectos mientras los meten a la cárcel. Una orden de estas, propia de capo, que huele y sabe a chantaje, sólo se le imparte a un cómplice subalterno que sabemos de antemano tiene que obedecer por plata o por miedo o por ambas cosas juntas.
Pero hay que seguir, les dije. A través de Columnistas Libres de cuya fuente me abastezco, no sólo admiro el valor de quienes han persistido en el empeño de atravesar el desierto de la oposición, sino que atisbo el viraje de importantes columnistas que han empezado a abrir los ojos, unos, ciertamente por intereses políticos de cara a las elecciones del 2010, y otros por sus propios intereses económicos que ahora ven amenazados ante la inminente explosión social que provocará la recesión que nos espera a la vuelta de este segundo semestre del 2008.
Precisamente, uno de los analistas económicos más acertados con que cuenta el país, Eduardo Sarmiento, advierte en su última columna de El Espectador (09-08-08) sobre la “insostenibilidad de la burbuja” basada en un modelo de crecimiento económico con revaluación que no genera empleo ni es sostenible.
“La revaluación indujo a las empresas a sustituir las materias primas nacionales por importadas y mano de obra por capital”, dice Sarmiento, y agrega que en los dos últimos años la tasa de desempleo crece por debajo de la población lo que hace presumir, aunque el gobierno diga otra cosa, que el paro laboral va en alza que resultará en los próximos meses proporcional a la caída de la actividad industrial y comercial que se avecina.
Quizás por este encierro de circunstancias adversas se le ve a Uribe y a sus más cercanos colaboradores muy nerviosos y desatinados. En una entrevista con Yamit Amad, el ministro de Hacienda alcanzó la paradoja de afirmar que la alta tasa de interés que mantiene el Banco de la República es buena para evitar la inflación, y cuando el periodista le pregunta que entonces por qué el gobierno la critica responde… “porque también es bueno que baje”.
El mismo Presidente está tenso. En un acto de condecoración a militares, cuando un soldado le da la mano en señal de agradecimiento, el Presidente comete el desaguisado de increparle diciendo: “¡apriete duro, sea hombre!”.
En el arte de mentir, el gobierno y sus secuaces siguen firmes. Al menos mucha gente le sigue comiendo cuento, aunque mucha de esa gente sólo sea de papel, es decir, estadísticas mágicas de las encuestadoras de bolsillo que le han hecho creer en su soberanía popular, al punto de desafiar la Ley, la Constitución y la Democracia con un referendo que le volviera a elegir sin el cohecho penalizado por la Corte Suprema de Justicia en cabeza de la hoy tristemente célebre ex representante Yidis Medina.
Los analistas cotidianos le han cazado muchas mentiras al gobierno y le agobian con sus publicaciones irrefutables. Pero una que no se han pillado y que hace parte de mis hipótesis que por desgracia todas me resultan ciertas, es que entre el Banco de la República y el gobierno se están tapando mutuamente con sus críticas el uno al otro.
En esa traición de subconsciente en que cayó el ministro de Hacienda en la entrevista con Yamit se asoma el mascaron de un embuste económico, pues, cuando el Emisor sube las tasas de interés, satisface las exigencias del modelo impuesto por el FMI y el Banco Mundial; y cuando el gobierno le increpa públicamente que no puede tomar decisiones sin oír al pueblo, lo cual es cierto como afirmé en pasado comentario titulado “Una verdad en boca de un mentiroso”, el Presidente valoriza sus acciones como defensor de los débiles (aunque en el ejemplo presente sea en defensa de los poderosos exportadores), logrando carambola a tres bandas, pues, el pueblo le aclama por berraco, capaz de darle en la cara a esos maricas (parodiando su propia expresión en uno de esos falsos positivos que montó con un fotógrafo de Palacio), en tanto que sus amos del norte le apuntalan el solio que se le mueve por mantener en Colombia la vigencia de un modelo económico, el neoliberalismo, del que el premio Nobel, Joseph Stiglitz, acaba de anunciar el fin