Tres días han pasado desde que la infausta noticia llegó desde Cuba y apenas hoy es que atino a escribir algunas líneas en memoria de Celia, la amiga, la revolucionaria a todo dar. Su partida ha sacudido los corazones de todos los revolucionarios del mundo que tuvimos la fortuna de conocerla y contagiarnos de su entusiasmo y convicción. Su partida prematura en ese desgraciado día nos ha dejado desolada el alma, tanto como la fuerza del huracán que ha azotado sin clemencia a su amada patria.
En La Guaira la tuvimos a finales de 2004, estaba tan entusiasmada con su primera visita a Venezuela, conocer de cerca la Revolución Bolivariana. Había llegado dos noches antes y lo primero que hizo fue pedir que la llevaran a la Plaza Bolívar de Caracas para colocar en el pedestal del Libertador una rosa blanca, tal como lo había hecho Martí cuando vino a Caracas a finales del siglo XIX. Era Celia una apasionada de la revolución.
Ese feliz año nos conocimos en la Barcelona catalana, en el Congreso de la Corriente Marxista Internacional. Vibraba de emoción ante la cercanía del referéndum revocatorio con que la derecha fascista había retado al pueblo venezolano. Nos tocó rebatir a un venezolano con enfoque sectario que solapadamente atacaba el rol revolucionario del presidente Chávez. Como caribeños hicimos buena a liga. Aún conservo un hermoso pin con el tricolor republicano que me obsequió, ya que descubrimos en ambos el mismo interés por hurgar en la historia de la revolución española.
Jocosa, vivaz, profunda, Celia podía unir a decir de un amigo común con el cual lloramos recientemente su muerte, la mayor pasión revolucionaria con la mayor capacidad de crítica revolucionaria, lo cual le valió muchos admiradores pero a la vez críticos y hasta enemigos, que tal vez temían el alma huracanada de aquella mujer indócil. Tuve la felicidad de tenerla por un día aquí en esta calurosa Guaira en la cual habito, de pasearla, de atenderla, de discutir a fondo ideas y angustias sobre la revolución en Venezuela y en Cuba. Junto a Alan Woods participamos en la tarde en un foro organizado por mis compañeros del Colectivo Vargas Revolución en la sede del Concejo Municipal.
Luego partió y solo nos volvimos a ver de manera fugaz otra vez en Caracas en agosto de 2007 durante la conmemoración del asesinato de León Trotsky a manos de un agente de la dictadura estalinista. Noté su mirada diferente. Un poco distante. Ahora que pienso tantas cosas, me pregunto qué tribulación podría estar pasando el espíritu de esa mujer excepcional. Durante el intervalo entre 2004 y 2007 no fue fácil escribirnos como en un inicio, había un manto. Nunca olvidaré la sonrisa con la que se despidió de todos los camaradas de la CMR que estábamos ahí presentes con quienes se tomó su última foto con nosotros. Se fue presionada por el protocolo, debía asistir a varios eventos. Ya era famosa nuestra Celia revolucionaria en toda nuestra América.
Nunca imaginé al verla partir, que no volvería a verla jamás. Allí iba Celia, la revolucionaria, la martiana, fidelista y bolivariana. La escritora y poetisa. La soñadora, la retadora. Qué lástima que no hablé más contigo ese día, que no te abracé más fuerte amiga. Como dijo una vez el poeta tocado por el dolor inmisericorde de la muerte. Que se detenga todo! Que se detenga el sol ¡que se detengan las nubes ¡ que no salgan las estrellas! Que no sople el viento! Que el universo se detenga para que solo se pueda pensar en ti Celia, llorar por ti amiga.
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