Repicaba incesantemente el teléfono en la casa y supe, por el timbre, que era mi suegra.
Tomé el auricular y no pude decir más nada: "Mira, chavista marginal, te estoy llamando para que me vayas a esperar mañana a las cuatro de la tarde al aeropuerto y me llevas a mis nietos".
Monté a los nietos de mi suegra en el carro y salí rumbo al aeropuerto. Ya una comisión de la Organización de Mujeres Italianas Contra Todo lo que Haga Chávez estaba allí esperando a mi suegra con una enorme pancarta donde le daban la bienvenida y la invitaban a seguir luchando contra la dictadura.
Cargué sus maletas hasta el carro mientras no se cansaba de decir que "este país no ha mejorado nada, tuve que pagarle cien mil bolívares a un tipo ahí, en la aduana, para que no me abriera la maleta. Estos chavistas no se cansan de robarle a uno, y pensar que tengo un yerno chavista que es ciego y sordo".
Mientras subía por la autopista venía pensando en la expulsión del embajador de Estados Unidos. "En solidaridad con el presidente de Bolivia, Evo Morales, hemos decidido expulsar al embajador de Estados Unidos", así dijo el Presidente. Y más tarde, el canciller Nicolás Maduro le envió un emisario a José Miguel Vivanco, el presidente de la organización Human Right Watch, donde le pedía que abandonara el país por las declaraciones que había dado en torno al sistema político venezolano.
Mientras pensaba en estas dos expulsiones, mi suegra no paraba de criticar: "Mira cómo han crecido esos cerros, pobres y pobres y pobres por todas partes, eso es lo único que ha crecido en el país. Mis nietos dónde irán a crecer. Qué les espera, Dios mío, tenemos que acelerar el trabajo político para ver cómo salimos de este tirano lo más rápido posible".
Llegamos a la casa y allí estaba su hija esperándola. Se abrazan. Se besan. Y "cuándo vas a dejar a este chavista marginal que te está dejando en la ruina. Hija mía, qué vergüenza he pasado en Italia cuando tengo que decir que tu marido es chavista. Y mírale la pinta de marginal. No ha dicho nada desde que salimos de Maiquetía, algo malo estará pensando el marginal ése".
Y sí, estaba pensando por qué el Presidente, en solidaridad conmigo, y Nicolás Maduro, por hablar mal de Venezuela, no expulsan a mi suegra del país y me dan la mayor suma de felicidad.