En 1826,exactamente el 10 de julio, el Mariscal Antonio José de Sucre, le escribe desde Chuquisaca una carta al Libertador Presidente Simón Bolívar para exponerle las razones por las cuales quería que Simón Rodríguez abandonara sus obligaciones o en sus propias palabras explicar porque él tenía “.. buenas ganas de que Don Samuel [como llamaba al maestro del Libertador] se acabe de ir con Dios, ...”. En esa carta Sucre le niega todo valor a la obra de Rodríguez. Lo que más le molestaba a Sucre es que Rodríguez no reconociera su autoridad y liderazgo. De tal magnitud era su queja que afirma “Al escribir a Ud. todas las locuras de este caballero tendría que ser muy largo. ...”.
Para Sucre, Simón Rodríguez era un hombre desordenado e irresponsable. Afirma el Mariscal que Rodríguez era incapaz de “... desempeñar el puesto que tiene bajo el plan que él dice y que yo no se cuál es ...”. Contrario a lo que la mayoría piensa, según Sucre, Rodríguez no tenía plan alguno para la educación. En sus propias palabras: “... diferentes veces le he pedido que traiga por escrito el sistema que él quiere adoptar para que me sirva de regla y en ocho meses no me la ha podido presentar ...”. Pero Rodríguez no sólo no tenía un plan de trabajo, una concepción de la instrucción pública, sino que era un gran irresponsable según Sucre. Plantea el Mariscal que el Maestro de América “... se irá no sólo no habiendo hecho algo, sino dejándonos en peor estado todo, todo cuanto se puso a su cuidado ...”. Como vemos, Robinson (seudónimo que usó el Maestro Rodríguez) era un verdadero desastre, no sólo no hizo nada sino que entregó en peores condiciones las instalaciones bajo su responsabilidad. Rodríguez no respetaba la autoridad del Gobierno, tal vez eso era lo que más le molestaba a Sucre, para quien el maestro “... hizo cien desatinos separándose arbitrariamente de los decretos del Gobierno ...”.
En una carta dirigida al Libertador, escrita en 1827, Simón Rodríguez señala que él “.. no era un empleadillo adocenado de los que obstruyen antecámaras: yo era el brazo derecho del Gobierno: yo era el hombre que U. había honrado y recomendado en público repetidas veces: yo era encargado de dar ideas no de recibirlas: yo me había ofrecido a construir con mis conocimientos y con mi persona a la creación de un Estado, no ha someterme a formulillas, providencillas, ni decretillos—en fin, yo no era ni Secretario, ni amanuense, ni Ministro, ni alguacil. ...”. Más claro no canta un gallo, Rodríguez no reconocía la autoridad y liderazgo de Sucre, el Mariscal, el Presidente. Bolívar tampoco toleró tal insubordinación y no le dirigió más nunca la palabra a su Maestro.
Como señalé en el primer párrafo, Simón Rodríguez no compartía todas las ideas educativas de Simón Bolívar y otros militares. El ataque feroz de Sucre contra Simón Rodríguez, y el silencio posterior de Simón Bolívar, es una muestra de que esas diferencias llegaron a ser insalvables. Le hacemos un flaco favor a la historia si ocultamos esas diferencias y si le pintamos una versión rosa de ésta a nuestros estudiantes. Tenemos que enseñarle a nuestros estudiantes, de todos los niveles, a estudiar en profundidad la historia y no temer a la verdad. Los educadores estamos obligados a conocer, comprender, explicar y no ocultar esos hechos. Los educadores no deberíamos repetir formulillas, ni estereotipos sobre nuestra historia. Tenemos que asumir que la realidad es así, incluyendo la social, llena de contradicciones.