Las metas trazadas por la Revolución Socialista Bolivariana para pasar a un estadio superior de la humanidad, nos exige toda la fuerza moral que podamos acumular para resistir el embate de ese gran poder económico, político y militar que nos adversa y se confabula para mantener sus privilegios.
Hugo Chávez y sus partidarios han jugado un papel de primer orden en el tablero geopolítico actualmente desplegado y en la apertura de la alternativa del socialismo del siglo XXI que, como un fantasma, de nuevo recorre el mundo. La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela limitaba la posibilidad de que Chávez se mantuviera al frente del Gobierno a partir del año 2013 y, ante su formidable liderazgo, bajo esta limitación la derecha proimperialista preveía las elecciones de 2012 como la gran oportunidad de retomar el poder de manera democrática. Con la aprobación de la Enmienda Constitucional su gozo se les fue al pozo, pero como han dado reiteradas muestras de ser demócratas sólo cuando las circunstancias les favorecen, no es aventurado pensar que apelen a cualquier medio, incluyendo el magnicidio, para conseguir sus fines.
La progresiva penetración del territorio venezolano por parte de grupos paramilitares colombianos es una política con el sello del Departamento de Estado, puesta en práctica vía Bogotá, que ya muestra sus efectos en una pérdida de gobernabilidad del Estado venezolano en las entidades fronterizas de Táchira y Zulia y en el incremento de la inseguridad personal y delitos de narcotráfico en todo el territorio nacional.
El presidente Chávez tiene plena conciencia de estas situaciónes y de allí su consagrarse, su entrega absoluta a la causa del pueblo venezolano y de la Patria Grande. Es su vida misma, su inmolación, lo que ofrece como posible consecuencia de la Enmienda Constitucional, no en un juramento banal como han devenido para muchos de los coprotagonistas de juramentos incluyendo el del Samán de Güere, sino la asunción serena de una realidad donde actúa un enemigo sin escrúpulos y que juega fuerte a la teoría del caos, pero ante el cual insurge y se yergue inmensurable este ejemplo de dimensiones crísticas que para nosotros asume la magnitud de lo sagrado.
¿Está nuestro pueblo venezolano, latinoamericano y caribeño a la altura de este sacrificio? ¿Estamos los militantes del PSUV dispuestos a asumir los mismos riesgos que nuestro líder y consumirnos, si es necesario, en este nuevo intento de la humanidad de tomar el cielo por asalto? La respuesta también, como en la enmienda, tiene que ser SÍ.