Perú - La primera lectura de la derrota del Partido Popular de José María Aznar, favorito en las elecciones políticas de España, corresponde a la justa sentencia de la vindicta pública. Fatalmente el costo de esta reflexión del pueblo español ha sido muy alto: el aterrador, espantoso y repugnante crimen de los trenes de la muerte en Madrid. Ningún ser humano en su sano juicio puede justificar la tremenda demencia de planear y ejecutar un asesinato masivo de seres inocentes, trabajadores, madres de familia y niños, tomados de sorpresa en un día común y corriente. Doscientos muertos y cerca de mil quinientos heridos que pudieron ser más, por una incursión terrorista de esta naturaleza constituyen las cifras de una atrocidad concebible sólo en la época de la barbarie, de ninguna manera en este período de perfeccionamiento de la civilización moderna, la tecnología y la sabiduría del hombre sobre la tierra.
La reivindicación de la salvaje crueldad de los autores intelectuales y materiales de la monstruosidad cometida en Madrid, firmada por la organización fundamentalista Al-Qaida de Osama Bin Landen, nos lleva a pensar en el drama de la humanidad a inicios del siglo XXI, donde el terrorismo viene marcando la agenda política de destrucción maniática y desquiciada. Ciertamente, apelar a "Dios Clemente y Misericordioso" para vengar a sus muertos con la escalofriante pregunta: "¿Es legítimo que ellos maten a nuestros niños, mujeres, ancianos, jóvenes en Afganistán, Irak, Palestina y Cachemira, mientras que es pecado que nosotros los matemos a ellos? Dios Todopoderoso dice que a aquellos que te agreden, debes agredirlos". El solo pensar en la continuidad de esta sentenciosa amenaza nos llena de espanto, pero también nos coloca en la etapa de la meditación serena y equilibrada, cuya primera expresión aún incipiente ha sido la contundente derrota de Aznar, cómplice junto a Tony Blair del demente ataque e invasión de Irak promovido por George W. Bush, burlando la ley internacional y las resoluciones de las Naciones Unidas.
Osama Bin Laden tiene su lista negra para la guerra santa emprendida por los islámicos fundamentalistas y Bush tiene la suya, inspirada en el cristianismo exaltado de un grupo de fascistas instalados en la Casa Blanca, con el llamado eje del mal. Los execrables atentados terroristas del once de setiembre en Washington y New York, razón esencial para el inicio de la guerra contra el terrorismo a la manera de Bush, nada tienen que ver con las masacres colectivas de civiles inocentes en Afganistán, supuesto nido de los más radicales seguidores de la locura de la guerra santa; y menos con la invasión a Irak bajo el pretexto de encontrar las hipotéticas armas de destrucción masiva. En ambos casos la locura homicida del terrorismo aéreo desplegado, de dos guerras ilegales, abusando de la alta tecnología de genuinas armas de destrucción masiva, regando miles de muertos, donde ni siquiera los organismos internacionales de la Cruz Roja o de defensa de los Derechos Humanos pueden contabilizar, nos persuade de la existencia de gobernantes antediluvianos, ciegos de soberbia y poder, capaces de terminar con el razonamiento sabio de la compasión humana. Frente a estos hechos visibles, notorios ante la censura de la comunidad internacional, una sola pregunta nos saca de la duda ¿puede combatirse el terrorismo con el terrorismo; puede eliminarse la barbarie con la barbarie, puede acabarse el crimen con el crimen?
Silogismos del fenómeno terrorista
Recordemos la ilógica premisa de Bush al referirse al tema: "estamos empeñados en trabajar para llevar el nivel de terror a un nivel aceptable para ambas partes" con la que nos anuncia la permanencia perpetua del flagelo terrorista como natural y digno de aceptarse como parte de mantener viva la idea de ser atacados en cualquier momento. En efecto, la ley actual de seguridad interior en Estados Unidos, lanzada por Bush y su equipo íntimo, es un recorte casi total de las libertades públicas, es la censura y la puesta en acción de los aparatos policiales y de inteligencia al servicio de la represión, la intimidación, el abuso ilegal y la supervigilancia, todo ello en detrimento de la vigencia de los de derechos humanos fundamentales.
En realidad el presidente George W. Bush posee la misma lógica de Osama Bin Landen, el líder espiritual y político de los fundamentalistas islámicos, su orientación fascista ha causado la muerte de millares de inocentes en represalia a los atentados terroristas en su territorio e insiste en una política exterior rechazada por la comunidad internacional. El Oriente Medio es un polvorín, una incubadora de terrorismo imparable, un mejunje de sangre y odio, gracias a la política norteamericana de querer imponer un proyecto político servil a sus intereses. De esta manera Bush ha desacreditado el esfuerzo internacional de lucha contra el terrorismo al poner en práctica procedimientos terroristas. Madrid, en palabras de los islámicos extremistas, es el eslabón de una cadena de atentados ante el llamado de Bin Laden: "La primera de las prioridades será juntar a todos bajo la palabra de la unificación" (no hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta), defender el Islam y a sus fieles, instigar a los musulmanes a la yihad (guerra santa) y facilitar la llegada de armas a la gente", agrega éste en el último video atribuido a él en octubre pasado por la página web islámica Derasat.
En este mensaje invita además, a los musulmanes a luchar contra las fuerzas estadounidenses en Irak. "La ocupación de Irak no es más que el primer eslabón de la cadena sionista del mal, y después vendrá la ocupación total del resto de los países del golfo (Pérsico) como preparación para extender su hegemonía y su influencia sobre todo el mundo", dice el texto. Pero otro lado, la brigada terrorista Abu Hafs-Al Masri, que se atribuye la matanza en los trenes de Madrid dice: "Sacadnos las manos de encima, liberad nuestros presos y salid de nuestra tierra, os dejaremos en paz. Los pueblos de los aliados de Estados Unidos deben forzar a sus gobiernos a terminar esa alianza en la guerra contra el terrorismo, que significa guerra contra el Islam. Si cesáis la guerra, nosotros cesaremos la nuestra".
Nos rasgamos las vestiduras frente al dolor de nuestros muertos, lloramos de impotencia junto a sus deudos, marchamos indignados ante la crueldad brutal, dejando en manos de los dementes y extremistas, legales o ilegales, la demencia o exigimos a nuestro poderoso alcance solidario mundial la moderación y el respeto a la vida con los mismos valores con que defendemos a nuestras víctimas occidentales y cristianas.
Fin de una era
La designación de John F. Kerry, candidato demócrata, a competir contra el presidente de facto de Estados Unidos George W. Bush, designado por la Corte Suprema de Justicia, abre una alternativa distinta a la visión militarista, unilateral y lucrativa de la Casa Blanca. Transcurridos tres años y tres meses las mentiras del presidente Bush son elocuentes, sus justificaciones precarias, sus éxitos nulos, sus promesas absurdas, sus gastos militares descomunales, sus actos unilaterales inaceptables; finalmente la tiranía internacional que pretende imponer no ensambla en la búsqueda permanente de la superación del mundo civilizado respetuoso de la legitimidad y la justicia. Su administración ha convertido a la guerra en un descarado negocio del petróleo y la reconstrucción de Irak, edificado sobre los cadáveres de la gente inocente.
Ya no es un secreto que el vicepresidente Dick Cheney, dicta la agenda de las pingues utilidades de las empresas vinculadas al grupo gobernante, como por ejemplo la Halliburton; pero lo más grave es la incursión en el aventurado terreno de poner la paz mundial en peligro inminente bajo el subterfugio de una guerra contra el terrorismo no sólo equivocada sino provocadora de una espiral interminable de más terrorismo donde las víctimas inocentes llegaran a contarse por cientos de miles. De esta mala fortuna, habida cuenta del desprecio a la norma internacional, las elecciones en Estados Unidos no sólo son de responsabilidad de los norteamericanos sino de toda la comunidad mundial amante de la paz y la convivencia entre los pueblos. Motivo suficiente para empezar una campaña mundial de rechazo total a la reelección de George W. Bush, mediante la movilización de las organizaciones populares y de derechos humanos en todas partes del mundo.
La solidaridad entre los pueblos, respetando las creencias religiosas, costumbres, territorios, riquezas naturales, la justicia y la equidad, será la más poderosa arma de lucha contra el terrorismo. En España las multitudinarias marchas de devoción a sus muertos y de rechazo indignado a la violencia terrorista son las muestras de una nueva era para enfrentar este fenómeno de violencia insana impulsada por el fanatismo de ambas partes, lo cual constituye un crimen de lesa humanidad. El descalabro de Aznar, que pudo ser mucho peor si postergaban las elecciones por una semana debido a la consternación del duelo nacional, será el inicio de la derrota del presidente de facto norteamericano George W. Bush, principal responsable de la escalada terrorista.
*Periodista.
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