El otro día conocí a un muchacho que es escuálido y su padre también. El papá es un ex trabajador de la nómina menor de PDVSA que fue despedido por haber faltado a su puesto de trabajo en diciembre de 2002 y enero de 2003 durante el paro petrolero.
Mi esposa y yo empezamos a conversar con él y nos dijo la cartilla de siempre: que no le gusta Chávez, pero que tampoco los politiqueros de la oposición; que Chávez lo ha hecho mal; que Chávez no respeta los derechos humanos, etc.
Sin saber cómo, nos encontramos rápidamente los tres en una acalorada discusión, en la que aquel joven, muy inteligente por cierto, expuso una serie de argumentos falaces, medias verdades y razonamientos circulares que, más que constituir un conjunto de afirmaciones refutables, eran verdaderos mitos religiosos prácticamente irrefutables debido a los prejuicios del muchacho.
En verdaderos problemas estamos los adultos de este país, ni qué decir los maestros de escuela y profesores de secundaria y de la universidad, pues ahora es que nos damos cuenta, muchas veces con estupor, de lo pobre que ha sido la formación científica en Venezuela. No hemos sabido enseñar a nuestros jóvenes la diferencia que hay entre la verdad científica y el medieval “criterio de autoridad”, tampoco hemos sabido enseñarles a contrastar un mismo dato en diferentes fuentes, incluso aun cuando las mismas se consideren fiables.
Hace muchos años yo me di cuenta del problema de las fuentes de informa-ción cuando hacía una investigación sobre las exportaciones no tradicionales venezolanas. Recuerdo que acudí al Instituto de Comercio Exterior y allí consulté las cifras de valor y volumen de las exportaciones publicadas por ese organismo en un período de 10 años. Luego me fui a la entonces Oficina Central de Estadística e Informática (hoy Instituto Nacional de Estadística) y compré el Anuario Estadístico de Venezuela. Para mi sorpresa las cifras del Anuario no correspondían (¡en algunos años por discrepancias de hasta el 20%!) con las cifras oficiales publicadas por el ICE. Entonces decidí acudir al Banco Central de Venezuela, que también lleva una estadística al respecto y, sorprendentemente, descubrí que esta tercera fuente también discrepaba con respecto a las otras dos. Esto puede constatarlo cualquiera.
Si hay algo que he aprendido a lo largo de mi experiencia como investigador es que no existen fuentes de información fiables e inequívocas. Toda fuente de información tiene un margen de error que, en Venezuela, llega a ser muchas veces demasiado grande. De allí la necesaria cautela a la hora de interpretar los resultados de análisis efectuados con data tomada de esas fuentes. Incluso las fuentes internacionales de mayor respetabilidad, como las de las Naciones Unidas, no deberían tener tal halo de respetabilidad, pues son simplemente las cifras que les proporciona el mismo gobierno de cada Estado miembro.
No obstante, y hechas las salvedades anteriores, no cabe duda de que a la hora de argumentar un punto la mejor manera de hacerlo es sustentarlo en la información estadística reconocida disponible.
Estoy convencido de que si el joven escuálido de esta historia consultase las fuentes de información estadística y se tomase un momento para analizarlas e interpretarlas, comprendería por qué sus argumentos son falaces.
Por ejemplo, nos dijo que “en Vargas no se ha hecho nada”, que “el dinero de las donaciones internacionales recibidas para la reconstrucción del Estado Vargas se lo robó el gobierno de Chávez”, “que el desempleo es mucho mayor ahora que hace cinco años”, “que en los Estados Unidos se vive mejor y los pobres tienen más oportunidades”, etc.
Como pueden ver, se trata simplemente de los titulares de las noticias que los periódicos antichavistas vienen publicando a diestra y siniestra, con la mayor irresponsabilidad, durante los últimos años. Lo peor a lo que se puede llegar como investigador, es a confiar en un periódico como fuente de información científica fiable, pues es simplemente el “criterio de autoridad”: “como lo dijo fulano, el cual es una autoridad en la materia, entonces es cierto”. Esta era la forma como la Humanidad buscaba la verdad en la Edad Media. No fue sino hasta el Renacimiento que el criterio de autoridad se puso en cuestionamiento y surgió el método científico como criterio para establecer la verdad.
Pese a nuestros intentos por refutar los argumentos de aquel joven, el mismo llegó a decirnos, frente a nuestra exposición de cifras y argumentos científicos, que lo que pasa es que era lógico que nosotros veíamos Venezolana de Televisión y el veía los otros canales de televisión. ¡Como si cualquier cifra favorable al gobierno fuese inventada por VTV! ¡Increíble!
Reflexionando sobre esta experiencia he llegado a la conclusión de que la Revolución Bolivariana está coja de la pata de la argumentación científica y la exposición inteligente de las ideas. Es necesario abundar en esfuerzos sustanciales para refutar los diferentes “mitos” que los escuálidos tienen imbuidos en sus mentes producto del lavado de cerebro mediático y, en el caso de los jóvenes, también del lavado de cerebro proveniente de sus padres, demás familiares, profesores y coetáneos.
En las aulas de clase, a todo nivel, se está fraguando el mayor peligro contra el proceso de cambios en nuestro país: el “criterio de autoridad” como medio para el conocimiento. Conozco de alumnos que hacen trabajos, ni siquiera favorables al gobierno, sino meramente neutrales, y los mismos les son reprobados. Recientemente intenté conducir una investigación educativa en un plantel privado del Estado Vargas donde buscaba medir la influencia de la televisión en las creencias de los jóvenes y la Directora prohibió la aplicación del cuestionario “porque no se quería meter en problemas con los padres”. ¿Acaso vamos a permitir que la investigación científica también sea vetada en este país, sólo porque sus resultados pueden resultar desfavorables a una determinada ideología política? ¿Cuando Galileo refutó las creencias establecidas de la Iglesia respecto al centro del universo y la inamovilidad de La Tierra, acaso no afectó con eso a las creencias religiosas dominantes? ¿Pero pese a ello, acaso sus ideas, por ciertas, por científicas, no han llegado hasta nuestros días y constituyen un pilar fundamental de nuestro conocimiento actual acerca del universo?
Este problema se está presentando no sólo en las escuelas y liceos, sino incluso en cursos doctorales, donde el criterio de autoridad y la ideología política está privando a la hora de evaluar los trabajos y las tesis.
Si permitimos que este fenómeno gane terreno no me cabe la menor duda de que estaríamos a las puertas de un nuevo oscurantismo. Si lo miramos con detenimiento, forzosamente caeremos en cuenta de que sociedades como la norteamericana en realidad viven en el oscurantismo, pues impera el criterio de autoridad de los medios de comunicación de masas. Se trata de pueblos deliberadamente mantenidos en la ignorancia por las élites dominantes.
Es por ello que la labor que adelantan los medios alternativos y comunitarios es muy importante, así como los esfuerzos de Venezolana de Televisión y el Ministerio de Información y Comunicación. Sin embargo, con eso no basta. Es imprescindible que se acometa una ofensiva agresiva en las escuelas, liceos y universidades de este país, en la que se promueva la libre discusión de las ideas y se enseñe a trabajar con el método científico como único criterio válido para acceder al conocimiento fiable.
Sería particularmente útil, a mi juicio, que se emprendiese una campaña en los medios alternativos para, primeramente, obtener un listado exhaustivo de todos los argumentos falaces y mitos que esgrimen los escuálidos en contra del proceso revolucionario. Luego habría que sistematizar y clasificar toda esa información. Y, finalmente, proceder, uno por uno, a refutarlos con información científica, cifras estadísticas oficiales tanto nacionales como internacionales, análisis de series temporales, pruebas de hipótesis, meta análisis de estudios antecedentes nacionales e internacionales, etc.
El fruto de este esfuerzo podría luego ser distribuido en folletos a la población para que sea una fuente rápida de consulta y argumentación en las discusiones que a diario se suscitan en nuestro país entre chavistas y escuálidos. La única manera de ganar una argumentación es refutando, uno por uno, los argumentos del contrario. Esto es así en un litigio, en un juicio penal, en una campaña política y en una conversación familiar.
En lugar de transmitir mensajes largos, que dan tiempo para cambiar de canal o apagar el televisor, las cadenas de radio y televisión deberían transmitir “tips”, en micros de 30 segundos o 1 minuto de duración a lo más, donde se exponga un argumento falaz o mito antichavista y su correspondiente refutación con información científica y una presentación convincente. La campaña puede estar conformada por, digamos, los principales 20 o 30 mitos antichavistas y sus correspondientes refutaciones.
También el gobierno debería hacer uso del derecho que tiene de comprar espacios publicitarios en los medios de comunicación de audiencia escuálida, para transmitir esta campaña de “tips”. Como campaña para favorecer al chavismo en las próximas elecciones regionales de gobernadores y alcaldes, creo que sería excelente que el Comando Ayacucho se planteara seriamente esta posibilidad.
El objetivo de este esfuerzo tiene que ser, simplemente: convencer al escuá-lido. ¡Menuda tarea!
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