Luego de que la Organización de Estados Americanos dejara sin efecto la resolución del año 1962 que expulsaba de sus filas a Cuba por sus vínculos políticos e ideológicos con la Unión Soviética y la República Popular China, se abre una nueva etapa, màs que en ese organismo regional, en América Latina, una región en la cual ya es una tendencia política natural de este tiempo el surgimiento de gobiernos progresistas con distintos matices.
Los países que integran la Alternativa Bolivariana para América, Alba, ahora reforzados con la plena incorporación de Ecuador, promovieron mucha fuerza la idea de que se abriera las puertas al retorno de Cuba a la OEA sin condiciones, e incluso se insistió en la necesidad de que el organismo hiciera un “mea culpa” por haber expulsado a la isla caribeña de su seno. Ciertamente eso no ocurrió, pero tampoco fueron aprobados los argumentos norteamericanos para que al gobierno de Cuba se le condicionara su retorno a la OEA a la adopción de medidas de apertura política y democrática .
Los países que integran la OEA dieron un paso que no es poca cosa. Todo lo que implique ruptura con reliquias de la guerra fría, sostenidas por los intereses de la política exterior norteamericana para la región, es un paso de avance. Si Cuba decide regresar o no es asunto de ese país, pero resultaba una incongruencia total que la OEA , integrada por países que tienen relaciones diplomáticas con la mayor de las antillas,a excepción de Estados Unidos, y hasta hace pocos días, El Salvador, mantuviera ese veto por tanto tiempo y sin que ese asunto se abordara. Hablar del regreso de Cuba era como mencionar la soga en la casa del ahorcado.
A Estados Unidos no le ha sido fácil manejarse en esta Organización de Estados Americanos del siglo XXI. Ya no es, dígase lo que se diga, aquello que Cuba bautizó como un “ministerio de colonias”. Hay cambios evidentes. Aunque Washington ponga buena parte de la plata que mantiene a ese organismo, y buena parte de su burocracia responda, abierta o solapadamente a los intereses norteamericanos, no sería actuar con apego a la realidad actual afirmar que hoy la OEA sigue siendo un títere de la Casa Blanca. Es, por primera vez en su historia, una instancia donde se da un debate abierto que apenas comienza.
No se descarta que en el mediano plazo pueda tomar mayor fuerza la idea de una Organización de Estados Latinoamericanos, pero es poco probable que el camino adecuado en esa dirección sea abandonar la OEA, y mucho menos en este momento cuando soplan aires de cambio, y cuando hasta los países más pequeños y con débiles economías comienzan a hablar con voz propia.
DEBATE INCIPIENTE
En “Aporrea.org” se está reflejando con cada vez mayor frecuencia el clamor por espacios para el debate en torno al Partido Socialista Unido de Venezuela, al rol de Hugo Chávez como líder, a la falta de un liderazgo colectivo y a graves problemas como la corrupción, la incapacidad de altos funcionarios que son rotados en importantes cargos, al fortalecimiento de políticas antisindicales e incluso al rol de los medios de comunicación del Estado.
También en días recientes el profesor Vladimir Acosta y el catedrático español Juan Carlos Monedero han abordado estos asuntos públicamente, sin tapujos ni actitudes complacientes, en el encuentro de intelectuales de izquierda. Como siempre, habrá sectores interesados en cortar cualquier debate sobre estos temas. Pero abrir las compuertas a una discusión franca es un clamor cada vez más fuerte. La arrogancia y la prepotencia, descritas con acierto por Acosta, no pueden seguir siendo la respuesta ante la queja, la crítica o la denuncia.