¡Ya estoy fichado! El otro día, al llegar al aeropuerto de Nueva York, el agente de Inmigración que inspeccionaba mi pasaporte me señaló un aparato electrónico blanco pegado a su mostrador de unos diez centímetros por cinco y dos de espesor que sirve para tomar -con técnica digital- las huellas dactilares. Me pidió que apoyase por turno, en sendas ventanitas recorridas por un destello láser, las yemas de los dedos índices.
Al mismo tiempo, con una cámara redonda más pequeña que una pelota de tenis situada en la punta de un tubo flexible a la altura de mi rostro, me sacaba una fotografía de identidad. Colocó todo eso -las huellas y la foto- en la pantalla de su ordenador junto con los demás datos de mi ficha (nombre, apellidos, dirección, número del pasaporte, etcétera) y lo archivó.
La Ley Patriótica...
Como a miles de viajeros que llegan a territorio estadounidense, se me han aplicado los dispositivos de la Ley Patriótica ( Patriot Act ) que transforma a todo extranjero en un sospechoso de terrorismo. En la CNN, veo al promotor de esa ley, el ministro de Justicia John Ashcroft, que declara: «No hemos detenido a nadie que no haya violado alguna ley». ¿Qué menos se puede esperar en una democracia?
El mero hecho de transportar en el equipaje una simple cajita de cerillas constituye ...
Pero no me quedo muy tranquilo porque hay tantas leyes que uno desconoce¿ Por ejemplo, en la revista de a bordo del avión he leído que el mero hecho de transportar en el equipaje una simple cajita de cerillas constituye una «violación de la ley federal de los Estados Unidos» y me expone a «cinco años de encarcelamiento y a una multa de 250.000 dólares o más».
Estar fichado por la policía en esta época de guerra infinita contra el terrorismo no deja de ser preocupante. Después de todo, como nos lo explica el diccionario, «fichar es poner a una persona entre aquéllas que inspiran desconfianza». ¿Qué harán con mi ficha? Es probable que le entreguen copia a todas las agencias estadounidenses de contra-inteligencia encargadas de proteger al país.
Nada menos que 15 agencias...
Por casualidad leo en el New York Times de ese mismo día -16 de abril- que esas agencias son nada menos que ¡quince! Y dependen todas, en teoría, de la Central Intelligence Agency (CIA) que dirige George J. Tenet. Están las militares, como la Defense Intelligence Agency (DIA) que busca información sobre asuntos de guerra para las fuerzas armadas. Cada uno de los cuatro sectores de estas fuerzas posee su propio servicio de busca de datos: Servicio de Inteligencia del Ejército, de la Armada, de las Fuerzas Aéreas y del Cuerpo de Marines.
Además está también la muy poderosa National Security Agency (NSA), cuyos 30.000 agentes interceptan, descodifican y traducen de 115 lenguas las comunicaciones de todo el mundo captadas por el muy controvertido sistema Echelon . La National Geospatial-Intelligence Agency, que analiza las fotos tomadas por aviones y satélites de observación, y realiza mapas.
La National Reconnaissance Office, que fabrica y controla todos los satélites- espías.
Gastan para vigilar unos 40.000 millones de dólares...
Entre otras agencias hay que citar también al célebre FBI, al Counterterrorist Center , la Cost Guard Intelligence y la Oficina de Inteligencia del Departamento del Tesoro. En total, todas estas agencias gastan cada año, para vigilar a «aquéllos que inspiran desconfianza», unos 40.000 millones de dólares.
Una parte -muy pequeña-de esa suma se la han gastado para ficharme a mí.
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