“Patria, Socialismo o Muerte…Venceremos”, es la consigna con la que nuestro Presidente, Hugo Chávez Frías, y el Gobernador Marcos Días Orellana, culminan sus discursos ante el pueblo. Consigna cuya finalidad ha sido malinterpretada, tergiversada o deformada, tanto por el peso de la ignorancia con respecto a su contenido como por La manipulación política de la oposición. En ningún momento alude a la imposición del socialismo por la violencia o la muerte. No obstante, dicha consigna se relaciona con el 9 de octubre, el 12 de octubre, con el pensamiento de extraordinarias personalidades como Bolívar, Martí, Rodríguez, Zamora, Ché Guevara o “El Guerrillero Heroico”, Mercedes Sosa, Víctor Jara y Alí Primera, entre muchos otros.
¿Qué tienen que ver las personalidades mencionadas con la consigna del Presidente, la fundación de Mérida y el “Día de la Resistencia Indígena”? Mucho, como se tratará de explicar. 100 hombres comandados por Juan Rodríguez Suárez partieron de Pamplona. Se cumplía el mandato de la Real Audiencia de Santa Fe, a través del Cabildo de Pamplona, cuyo Alcalde para entonces era el mismo Rodríguez. Desde un principio la Real Audiencia señalaba los fines de su Providencia: “Castigar a los indios que se oponían a la exploración de las tierras recién descubiertas.” También se buscaba explorar territorios y descubrir minas que se hallaban en el Zulia, las Sierras Nevadas y en otros sitios de la cordillera. Como puede apreciarse no había ningún principio evangelizador o poblador en la expedición a las tierras conocidas hoy como territorio merideño.
La crueldad de esos hombres no se hizo esperar. En su trayecto, desde Pamplona hasta las Sierras Nevadas, todo lo arrasaron a su paso. Los miembros de una comunidad aborigen ante la agresividad del “conquistador” se refugiaron en sus chozas o bohíos, y los españoles les prendieron fuego con ancianos, niños y mujeres dentro. A tal población llamaron “Pueblo Quemado”. En estanques asesinaron a sus pobladores. Después de pasar por Zamú o Lagunillas, a media legua (tal vez hoy San Juan de Lagunillas), decidieron fundar sobre ranchería indígena a Santiago de los Caballeros de Mérida, el 9 de octubre de 1558. Ante sus abusos, sus actos de rapiña, violencia y agresión, los indígenas de la zona se organizaron, los hostigaron y amenazaron, por lo que mudaron la primera Mérida a la meseta de Tatey, La Punta, también sobre otra ranchería indígena. Se divertían “los conquistadores” decapitando ancianos, alimentando sus perros con carne humana aborigen, además de esclavizarlos para sus servicios.
El “conquistador” vino a estas tierras a la búsqueda de minas de oro y plata, a exterminar grupos aborígenes que no se sometieran a la esclavitud, y a enriquecerse en nombre del Rey y la Religión, valga decir la espada y la cruz. El fraile, el misionero, que acompañaba a estos asesinos, bendecía y santificaba con la cruz todos los desafueros que cometían.
La conducta del conquistador, era la conducta del capitalista incipiente, de quien tiene como valor máximo el dinero, el capital, la riqueza, antes que el hombre. En su afán de avaricia creó procesos etnocidas, destruyó comunidades aborígenes enteras, estructuras socio-culturales, sistemas tecnológicos, religiosos, cosmovisiones, formas de organización social, maneras de relacionarse con la naturaleza, con los otros hombres y consigo mismos, valores, costumbres y prácticas sociales diversas. Incluso eliminó la lengua, importante instrumento cuyos simbolismos, códigos y significados, nos hubiesen servido para comprender, conocer y considerar las cualidades de las culturas de nuestros ancestros aborígenes de estas tierras.
Destruyeron el profundo sentido ecológico, de convivencia armónica que el aborigen tenía con la naturaleza. Destruyeron una manera de vivir y convivir con el ambiente. Para nuestros antepasados, la naturaleza, la tierra era la madre, como un árbol del cual se desprenden frutos, unos son fauna, seres humanos, animales, aves. Otros son flora, árboles, plantas, frutos. Pero, por tener el mismo origen, todos éramos hermanos. Los árboles, las plantas, los animales, todos son nuestros hermanos en esa concepción. De allí la necesidad de solicitar permiso a la montaña, a las aguas, a las tierras para obtener algunos frutos para el consumo, para vivir. No se talaba un bosque para su destrucción y aprovechamiento económico. La voracidad económica y destructiva capitalista, que hoy está conduciendo al hombre a su aniquilamiento, no existía. El aborigen era un ser profundamente ecológico.
El 10 de octubre de 2002, el Presidente Chávez Decretó conmemorar el 12 de octubre como “Día de la Resistencia Indígena”. La elaboración del mismo tiene un proceso histórico-legal que lo enmarca. El 11 de junio de 1921, el Congreso de los Estados Unidos de Venezuela declaró como Fiesta Nacional al 12 de octubre, bajo la denominación “Día de la raza”. A través de la misma se exaltaba el colonialismo, el racismo y la exclusión. Es más en el Decreto de 2002, se establece: “Que a pesar de haber sido superado en América el colonialismo como sistema político formal a partir de las guerras de Independencia del siglo XVIII, las estructuras sociales a lo interno y externo de nuestras sociedades aún está constituido sobre criterios originados en la relación colonial.
Es a partir de la conmemoración de los 500 años, de la definición constitucional de país multiétnico y pluricultural, así como del reconocimiento de los derechos históricos de los primeros venezolanos según la Constitución de 1999, la incorporación simbólica de Guaicaipuro al Panteón Nacional, el reconocimiento de los idiomas indígenas y el acuerdo de la Asamblea Nacional de unirse al Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo, con estos antecedentes nuestros pueblos retoman su historia local, regional, nacional y continental.
Sobre tales antecedentes el Presidente Chávez decreta “Conmemorar el 12 de octubre de cada año “Día de la Resistencia Indígena, destinado a reconocer nuestra autoafirmación americanista por la unidad y diversidad cultural y humana, reivindicando tanto a los pueblos indígenas de América como los aportes de los pueblos y las culturas africanas, asiáticas y europeas en la conformación de nuestra nacionalidad, en el espíritu del diálogo de civilizaciones, la paz y la justicia”.
En 1992, después de 500 años, los grupos aborígenes de todo el continente se unieron en una protesta común. El 12 de octubre se estableció como símbolo de la reconquista cultural y política de los pueblos indígenas. Éstos destacaron y llevaron al debate internacional las consecuencias sociales y culturales de lo acontecido en 1492. Es más, los pueblos aborígenes manifiestan “no haber sido conquistados” a pesar de la brutal explotación, robo de sus tierras, despojo de su autonomía y marginación a la que fueron sometidos. Aún recuerdan las estrategias de sobrevivencia y resistencia que han creado y desarrollado a lo largo de todo este tiempo, y reivindican sus derechos territoriales, agrarios, defienden sus recursos naturales, tierras, identidades culturales, lenguas y su autodeterminación. Bolivia y Ecuador es un claro ejemplo de ello.
Retomando la consigna, relacionándola con grandes pensadores revolucionarios, con sus ideas, encontramos que en todos es fundamental la defensa del hombre, de su inclusión, de la naturaleza, de la flora, fauna, de sus minerales, de sus aguas, para que todas las especies las disfrutemos. Todo ello forma parte del pensamiento socialista. Lo primario es lo social, el ser humano, no el capital. El capital es el máximo valor en el capitalismo. Está conduciendo a la destrucción del hombre, mantiene en peligro la existencia humana que casi se halla al borde del punto del no retorno. El pensamiento socialista está resumido magistralmente en el pensamiento y consigna de Chávez. Si no detenemos el pensamiento y la acción capitalista, pereceremos, pues el mundo, la tierra no soporta más sus efectos. Sólo el Socialismo nos puede salvar como especie. De allí que el hombre tenga sus días contados. Muy acertada la consigna “Patria, Socialismo o Muerte… Venceremos”, del Comandante Chávez y Díaz Orellana.
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