El manejo de la situación generada por el déficit de electricidad ha puesto de relieve una vez más la necesidad de que en el gobierno se abra espacio para escuchar a quienes se preocupan por hacer alertas tempranas y por evitar males mayores a la población y al país.
Lo ocurrido con el fracasado plan de racionamiento eléctrico es apenas una muestra de un estilo de gobierno que se revela como el causante principal de la pérdida de apoyo que, más allá de las encuestas, se percibe en la calle. No hay oportunidades ni siquiera para que se escuchen voces críticas en aspectos meramente técnicos, y ni hablar cuando se trata de cuestionar el sectarismo, el aclamacionismo, la incondicionalidad y la prepotencia.
David Paravisini, fue uno de los primeros en desnudar la profundidad de la crisis en el sector eléctrico y en denunciar los errores que se cometieron y se seguían cometiendo en la ejecución de políticas destinadas a garantizar el suministro de electricidad a escala nacional. Cuestionó no sólo las políticas sino que señaló a los responsables. Como respuesta se le impidió la entrada a las sedes de PDVSA y se pretendió influir en la Universidad Bolivariana de Venezuela para que le rescindieran su contrato como profesor de esa casa de estudios. A no ser por la digna posición que asumió la rectora Yadira Córdova, hoy Paravisini sería un desempleado más como consecuencia de poner el dedo en la llaga.
Pongo este ejemplo porque revela un estado de cosas absolutamente absurdo. Se estigmatiza no sólo a quien tiene ideas distintas al gobierno, lo cual de por sí es revelador de un primitivismo político absolutamente contrario al modelo de país expresado en la carta magna de 1999.Se estigmatiza también a quienes, desde posiciones de solidaridad con el gobierno del presidente Hugo Chávez, se atreven a revelar verdades incómodas para los que sobreviven de ocultarlas, y que necesitan ser sabidas por la población en general, y en particular por el pueblo que se siente identificado con la actual administración.
Por eso estamos como estamos. Se lanza un plan de racionamiento eléctrico, incluso aprobado por el Presidente, como él mismo lo admitió. Y resultó un desastre. Pero, salvo excepciones muy contadas, desde el chavismo partidista, parlamentario e incluso ejecutivo, no hubo, que se sepa, voces de alerta. Sòlo loas a lo que se avizoraba como un plan improvisado, inconsulto e incluso que amenazaba con deteriorar peligrosamente una base social que ya comienza a dar muestras de niveles de erosión que deberían llamar la atención no sólo del primer mandatario sino también de quienes, confunden lealtad con seguidismo, disciplina con sumisión y oportunidad con oportunismo. Terminó recibiendo el corrientazo el ministro Angel Rodríguez, cuyo principal pecado tal vez fue el haber aceptado una responsabilidad como esa sin estar en condiciones de enfrentarla con éxito.
De hecho, el Presidente frenó tarde pero, paradójicamente, a tiempo para evitar males mayores. Lo hizo también con el tema de los horarios en los centros comerciales. Pero¿ cuántas decisiones en distintos ámbitos están siendo ejecutadas sin el necesario nivel de consulta o de diàlogo nacional, o al menos intrachavista, si el diàlogo más allá de las fronteras rojo-rojitas no es lo “políticamente correcto”? La crisis eléctrica ha revelado un alto déficit gerencial en el gobierno. Y los movimientos de piezas en el Gabinete lo ratifican .
El Presidente ha dicho que su gobierno es capaz de rectificar cuando comete errores. Pues bien, la demanda de rectificaciones por parte de venezolanos que lo apoyan y venezolanos que lo adversan es creciente , y en muchísimos ámbitos. Más vale escuchar antes de tomar decisiones que corregir entuertos a posteriori.