Una juventud desprovista de las alas, que le permitan remontar con arrojo supremo las alturas de un atardecer de Patria, donde una gran porción de un pueblo de virtuosa y sagrada humildad, resiste las embestidas de mil formas y aspectos externos e internos, que amenazan con estrechar los conceptos más sublimes de su alma originaria y soberana.
Una hermosa juventud sumida en la más crónica de las cegueras, que tan solo ve más allá de la punta de sus narices, el PEARCING insertado sobre la comisura de los labios, cuán espada impía que le maniestrechan aún más sus corazones envejecidos.
Una juventud que jamás podría amarrarse los pantalones y cojonudamente rampear cuesta arriba en pos de una causa de bien común; nada de esa sensibilidad poseen, ni siquiera los calzoncillos si es que los llevan, todo en ellos es prestado, como lo es su propia identidad.
Una juventud larvaria que medra sobre la pústula moral de sus propias convicciones guarimberas.
Una juventud que emerge desde el centro del bagazo colonialista, capitalista y burgués, que constriñen sin piedad los caracteres más dignos y fecundos.
Una gran interrogante a meditar, ¿Es acaso esta juventud de hoy, el subproducto de un orden cultural globalizado o nuestro propio fracaso en casa?
Una juventud que no revoluciona, es como una rama seca que descollase solitaria, sobre la copa de un verde y frondoso árbol.
Una juventud que es refractaria a toda justicia social, le sería pecaminoso e insípido morder el polvo del combate, si al mismo tiempo no llevan implícita en su alma, el fuego sagrado de un ideal.
Briosa juventud de relevo, que dignamente honraras a la tierra que te regaló su luz en un amanecer de batalla, o marionetas mercenarias del mañana; para dolor nuestro ¿Por quién de las dos doblarán las campanas?
Edo. Carabobo.
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