Me descubrieron. Llegó un tipo ahí y dijo: "El fraude fue tan perfecto que no se puede demostrar". Algo así como: "Tengo un billete falso que es verdadero". Y me descubrieron.
Llamé a Roberto H. Montoya, que es un tipo inteligente y tiene pinta de intelectual, para que viniera hasta mi casa y escuchara mi explicación. Y aquí está dispuesto a escucharme con atención. Y les cuento: - Todo sucedió una tarde en que vi por primera vez una máquina de votación. La observé detenidamente y comprendí que la podía manipular fácilmente desde cualquier lugar del mundo, sobre todo si lograba armar el Asteroide Digital que me permitiría viajar por satélites a donde me diera la gana. Armé el Asteroide Digital con dos variaciones asimétricas que me faltaban, y los patrones de conducta empezaron a obedecerme en un porcentaje simétrico, sólo tenía que descolgar la polarización conceptual y apoyarme fundamentalmente en el equipo de rombos bifocales que conducían la lectura sistemática y pormenorizada de cada uno de los votos..
- ¡Claro!. Así cualquiera. ¡Y cómo no se me ocurrió a mí!. Dijo Roberto H. Montoya con admiración. Y eso que él tarda en reconocer, pero una vez que reconoce se deja llevar por la constitucionalidad.
- Cuando armé el Asteroide Digital, confieso que me felicité. Y lo estuve observando por un buen rato. "La elección está en mis manos", me dije. Lo demás era demasiado fácil. Bastaba con aperturar claves convexas y encauzar los topes establecidos por armonización yuxtapuesta, y dejar fluir rápidamente la configuración de las connotaciones onomatopéyicas para que no se dispersaran las conexiones delirantes.
- ¡Y todo calzó perfectamente! Dijo Roberto H.
- Exacto. Sólo quedaba esperar el domingo, y salir con el Asteroide Digital hasta un lugar en donde pudiera disparar la cápsula radiactiva que motivara los encuentros entre los neutrones que iban a separar las diferentes decisiones, y bastaba con pulsar el multiplicador de elecciones para ir reconociendo los resultados, y una vez establecidos los porcentajes, empujar decididamente el plasma del centro motorizado para ejecutar la decisión final sin que nadie se diera cuenta.
-Te confieso, Roberto, que nunca te creí capaz de hacer una vaina así.- dijo Roberto H.
- Ahora que se sabe todo, yo debo decir que asumo mi responsabilidad.
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