El boxeo profesional, deporte y/o sadismo colectivo

Residuos de karmas que arrastramos en el tiempo, como herencia de los combates a muerte en las arenas de los antiguos imperios. En una oportunidad un púgil del peso pluma después de su último combate, en una entrevista televisiva enfatizaba sobre lo salvaje de esta disciplina, como lo es el boxeo profesional y aconsejaba a los jóvenes aspirantes de aquel entonces no emular sus pasos.

Hablando de estética, la parte más hermosa en la disciplina boxística, es la etapa del severo y metódico entrenamiento de estos apuestos gladiadores, pero una vez que suben al ensogado, la energía acumulada producto de su ardua preparación se traduce en agresividad incontrolada y si el luchador al final de un combate no asimila y canaliza dicha energía y agresividad dentro de su vida cotidiana, esta podría convertirse inexorablemente en una bomba de tiempo.

Un boxeador profesional se entrena con rigurosidad, única y exclusivamente para asestar demoledores golpes en la humanidad de su otro par, que también responde de igual forma, causándose ambos rivales en la mayoría de los casos, daños irreversibles a la salud física y mental, ya que en un estado de indefensión de uno de los contendientes, un nocaut o un golpe de más, muchas veces pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte, pues sucede tan rápido que cuando una de las esquinas opta por tirar la toalla, ya es demasiado tarde y en ese preciso instante, aquel infeliz soñador y peleador de los cuadriláteros le cambia la vida para siempre, ya que la pegada de un boxeador sobre las vulnerables partes de la cabeza de su contrincante es letal; perdonen la comparación, es algo así como pegarle un disparo a la tarjeta madre de una computadora.

Muy por el contrario en el otro ámbito del boxeo amateur, donde si existen unas reglas estrictas de protección al atleta del pugilismo y donde el juez es más expedito y previsible ante un posible riesgo visible, actúa sin miramientos a la hora de suspender un combate, allí no existen las normativas dinerarias ni de orden patrimonial que valgan, como las ya existentes en el boxeo profesional, que es una practica dentro del esquema de actividad habitual con una finalidad meramente comercial.

Desde mi humilde opinión, 12 round sobre un ring de boxeo deben parecer una eternidad de inconmensurable riesgo, de ahí la necesidad imperiosa de reducir el tiempo reglamentario de esta ruda y exigente disciplina boxística y donde el boxeador obligatoriamente pase a retiro, máximo a los 30 años de edad, bajo un estricto control médico de orden físico psicológico, que determine que su salud es optima en buena parte, de lo contrario ejecutar las medidas correspondientes y el estado benefactor debe ser en extremo celoso de todos esos muchachos, glorias pugilísticas, que con su prestancia y coraje, escenificaron dignamente los símbolos patrios dentro y fuera de nuestra fronteras.

Sin tener que mencionar nombres, algunas de nuestras glorias boxísticas se han ido a la tumba, después de haber vivido una vida en estado demencial deplorable, ante la indiferencia de todos nosotros y más de la industria del boxeo profesional, que muy bien pudiera aportar un fondo de su rentabilidad a la causa de los que ayer fueron sus trabajadores y si pretendemos ser tan congruentes y civilizados, alcemos nuestra voz de protesta ante las instancias que corresponden al caso, no tanto como para pedir la abolición del boxeo profesional, pero si al menos para que evolucione y se humanice en buena medida y que nuestros muchachos del boxeo en lo adelante, más nunca se sientan subutilizados, simplemente como maquinas de lanzar golpes que solo producen dinero, hacerles entender que pueden ser útiles en cualquier otra faena, tarea etc. que se les encomiende, que a la vez les mantengan ocupados como elemento preventivo, donde el ocio no sea factor determinante de los malos vicios y lamentables conductas irracionales.

Estado Carabobo.

julio.cesar.carrillo@hotmail.com


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Julio César Carrillo


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