La mañana del 25 de abril de 1935 una Venezuela alborotada se agolpaba como podía a las puertas del hermoso hotel Miramar de Macuto. No era para menos: A la Guaira había llegado, procedente de Puerto Rico nada menos que el mismísimo Carlos Gardel, y allí descansaría. Carlitos, subiría con sus acompañantes a la capital venezolana en ferrocarril y ya cayendo la noche de ese 25 de abril lo recibía “la Sultana del Ávila” en la estación de Caño Amarillo. Se hospedaría en el hotel “Majestic”.
Si tal acontecimiento hubiera acaecido dos años antes, en 1933, lo hubiera recibido un flamante Botones llamado Aquiles Nazoa. Y es que Aquiles se desempeñó en ese cargo dos años antes de la llegada de Gardel.La vida nos depara siempre sorpresas, a veces nada casuales, porque, recordando todos los 41 años de la visita gardeliana, el 25 de abril de 1976, recibíamos uno de los mas grandes golpes de los que tengamos noticia. Ese 25 de abril de 1976 nuestro Ruiseñor de Catuche, guía fundamental de la ternura y ejemplo de lo que es ser militante de una causa sin perder la gracia por ella, se iba de la vida física en aquél accidente de tránsito, entre Caracas y Valencia, que nunca debió ocurrir.
De ese dolor que no se quita, de ese golpe que no se cura se cumplen exactamente hoy 34 años.Que Aquiles fue Botones del Majestic lo supimos por él mismo en ese memorable escrito, posiblemente la autobiografía más corta que conozcamos:
“Nací en la barriada El Guarataro, de Caracas, el 17 mayo de 1920.
He estudiado muchas cosas, entre ellas un atropellado bachillerato, sin llegar a graduarme en ninguna.
He ejercido diversos oficios, algunos muy desagradables, otros muy pintorescos y curiosos, pero ninguno muy productivo, para ganarme la vida.
A los doce años fui aprendiz en una carpintería; a los trece, telefonista y botones del Hotel Majestic; y luego domiciliero en una bodega de la esquina de San Juan, cuando esta esquina, que ya no existe, era el foco de la prostitución más importante de la ciudad.
Más tarde fui mandadero y barrendero del diario El Universal, cicerone de turistas, profesor de inglés, oficial en una pequeña repostería, y director de El Verbo Democrático, diario de Puerto Cabello. Durante los últimos diez años me he compartido entre las redacciones de Ultimas Noticias, El Morrocoy Azul, El Nacional, Elite y Fantoches, del que fui director.
Alguna vez fui encarcelado por escribir cosas inconvenientes, pero esto no tiene ninguna importancia. A cambio de ese pequeño disgusto, el oficio me ha deparado grandes satisfacciones materiales y espirituales.
Mi mujer y yo somos los dueños del único tándem o bicicleta de dos pasajeros que existe en Caracas. Muchos de los comentarios que este extraño vehículo suscita al pasar junto a los grupos de echadores, me sirven a las mil maravillas para sazonar lo que escribo”.
De Catuche
En la extraordinaria semblanza biográfica que hace de Aquiles el también extraordinario (y todavía no suficientemente reivindicado) trujillano que fue Domingo Miliani, se puede leer, entro otros párrafos:
“Nacido en el barrio popular de El Guarataro (Caracas), vivió orgulloso de su extracción humilde, sus oficios proletarios, el auto didactismo que lo convirtió en uno de los más cultos escritores venezolanos, poseedor de una vasta erudición musical, excelente lector de autores en lenguas inglesa y francesa, aprendidas por su cuenta, riesgo y pasión. Hipersensible, arrebató su cultura a pedazos en el trajinar por la supervivencia. Aprendió el valor de la sonrisa en la lucha cotidiana por sus ideales, y siempre fue, y se jactaba de ello, El Transeúnte sonreído, título de su primer libro de poemas…
Hizo periodismo combativo desde muy joven, consciente del poder de fuego de la palabra bien manejada. Fustigó sin tregua el mal gusto de una burguesía nuevo-rica, obnubilada por los objetos de consumo que tipificaron la Venezuela saudita en el auge del comercio petrolero. Satirizó los lastres de una democracia representativa que varias veces se tornó represiva.En 1961, cuando se produce la agresión contra la naciente Revolución Cubana, Nazoa adoptó posiciones de solidaridad muy definidas.
Sus rondas le permitieron ahondar más en el conocimiento profundo de la cultura nacional, lo que resume en una frase que se volvió consigna: “Creo en los poderes creadores del pueblo”…Su temprana conciencia de clase proletaria, su formación marxista, hicieron de Aquiles Nazoa un signo dramático de dignidad intelectual y política irreductibles. Su vida áspera y difícil le aguzó la sensibilidad de poeta. Fue un empecinado defensor de la naturaleza y un combatiente infatigable contra la destrucción de la ciudad natal por la voracidad “modernizadora” de los contratistas.
Enemigo declarado de la sociedad de consumo, condenaba día a día la contaminación urbana producida por los gases letales del automóvil, señor absoluto de la ciudad capital. Por ironía, en una carretera hacia el interior del país, conductor reciente, fugitivo de la ciudad inhóspita, su vida quedó diseminada entre un montón de hierros amorfos…”Nuestra devoción eterna para Aquiles Nazoa, cantado por el otro imprescindible, Alí Primera, sabedores de que con ellos, su ejemplo y su memoria no están extraviados los caminos de una cultura popular digna, hermosa e insurgente, quieran o no quieran los que niegan la profunda grandeza de las cosas mas sencillas.
Lil Rodríguez
lilrodriguez@cantv.net
Tomado de La Cota Lil (Diario Últimas Noticias)