14 de marzo de 2011.-La transformación universitaria es una temática que viene discutiéndose en el mundo y en Latinoamérica desde hace algunos años. Ahora podríamos preguntarnos, ¿es que la transformación universitaria es solamente un asunto a la moda? O es que en realidad ¿se justifica?, ¿se requiere en el mundo contemporáneo una transformación universitaria? La respuesta a esta pregunta es: Sí, se requiere, se necesita, se impone.
Es imprescindible que nos aboquemos a una transformación universitaria, no sólo en Venezuela, por las características particulares de transformación en las estructuras jurídico-políticas del país que estamos viviendo, sino que también en el contexto planetario es importante hoy en día una transformación universitaria, y lo es porque la universidad está ubicada en un ecosistema que ha cambiado radicalmente. El ser humano de este siglo está ubicado en el epicentro de un profundo cambio civilizacional, epistémico y cultural, que algunos han identificado como una ruptura o una fractura entre modernidad y posmodernidad.
Independientemente del calificativo que queramos adjudicarle, (podemos no adjudicarle ninguno), lo que sí es cierto, lo que sí está claro es que todos los habitantes del mundo contemporáneo, a principio de este tercer milenio, vivimos ese profundo cambio civilizacional que hace saltar la configuración de todos nuestros mundos societales y, al mismo tiempo, produce la caducidad o la crisis de todas las perspectivas científicas tradicionales y con ellas los modos del quehacer universitario.
Lamentablemente la universidad, sobretodo la latinoamericana, y diría que particularmente la venezolana, ha ignorado estos requerimientos, esas exigencias epocales de transformación.
En un mundo donde domina el conocimiento, Observo que nuestra universidad aparece movida en la foto que representa el ecosistema del conocimiento donde la universidad se incrusta. Sucede que hoy en día el conocimiento es un conocimiento volátil, fluido, es un conocimiento que se recrea, se transforma segundo a segundo; contrariamente a lo que era entendido por conocimiento a raíz de la Ilustración y toda la tradición positivista, cientificista, en la cual el conocimiento era uno y cierto; incluso desde el punto de vista etimológico el conocimiento era un concepto que tenía que ver con algo sobreseguro. Episteme no es más que una palabra que nos refiere a algo que está sobre la piedra, que está sobre algo muy firme, muy duro, pero sucede, repito, que contemporáneamente somos testigos de una Revolución en las formas de reproducir y de circular el conocimiento; una revolución semejante a la acontecida a fines de la Edad Media, a principios del Renacimiento, cuando el mundo y la cultura vivieron una revolución, también vinculada con la discusión del conocimiento; en efecto, la imprenta de Gutenberg en aquella época proporcionó una trasmutación en los modos en que la información se transmitía y se reproducía y permitió que la información se reprodujera a una velocidad inusitada para quienes vivían entonces.
Pienso que podemos establecer ciertos paralelismos entre aquella revolución que tuvo lugar con la invención de la imprenta y lo que ha significado para el mundo contemporáneo la puesta en escena de las TIC porque Internet y los dispositivos móviles, han hecho que el conocimiento pueda ser difundido, circule, se transmita de una manera, primero más barata y segundo de una manera prácticamente inmediata; esto ha dado lugar efectivamente a una transformación radical en el ecosistema en el que la universidad se incrusta, Recordemos que la universidad heredera de Boloña es una universidad que ha sido pensada como el espacio privilegiado para la producción del conocimiento y eso todavía, hoy en día está vigente.
Ya desde 1997, la UNESCO, que es una de las organizaciones internacionales que más seria y permanentemente ha abordado el tema de la educación universitaria, establecía que la búsqueda del nuevo conocimiento y sus aplicaciones se alojan en el corazón de las universidades y en el año 2003, el investigador Arun Nigavecar, quien hace el seguimiento de las conferencias mundiales de educación superior para Asia y el Pacífico, establecía que “el conocimiento está en el centro de todos los esfuerzos llevados a cabo para avanzar hacia el bienestar económico y social de los países en vías del desarrollo y de la naciones emergentes”.
La fuerza impulsora para el desarrollo económico y social reside, en el avance y aplicación del conocimiento, es aquí donde la educación universitaria se sitúa en el centro del escenario, porque es una poderosa herramienta para crear, adaptar y difundir el conocimiento en todas las disciplinas y en todos los temas, de forma que una especie de opinión mayoritaria, por no decir unánime, es que la universidad debe ser un espacio emblemático de producción de conocimientos en una sociedad planetaria, en la cual el conocimiento es el bien más preciado.
Muchos estudiosos acerca de este tema, entre ellos una venezolana muy ilustre, Hebe Vessuri, que hace ya varias décadas escribió un libro que tiene que ver con el centro y la periferia científica explica, y estoy de acuerdo con ella, que la posibilidad de que AL quede o no quede en el juego en el siglo XXI depende de que nosotros constituyamos una plataforma de personas capaces de producir conocimiento, es decir, la nueva geopolítica planetaria depende, de acuerdo a todas las señales, del conocimiento, de la capacidad que tengamos de producir conocimiento.
Ahora bien, nos tenemos que hacer una pregunta ¿de qué conocimiento estamos hablando?, lo que estoy argumentando es que la universidad que necesitamos, que difiere mucho de la universidad que tenemos en Venezuela, en América Latina, en el Sur o en la periferia científica mundial; la universidad que necesitamos es una universidad que sea capaz no solo de absorber conocimiento, sino de entrenar en la producción del conocimiento, entonces, tenemos que hacernos y respondernos otra pregunta: ¿de cuál conocimiento estamos hablando?, ya Gibbons establecía la diferencia entre el modo uno y el modo dos de producir conocimiento y esa diferenciación fue recuperada recientemente por Boaventura de Sousa Santos, que distingue el conocimiento universitario del conocimiento pluriuniversitario.
Hay una tendencia contemporánea a que el conocimiento no es sólo aquel conocimiento fruto de la actividad científica dura, sistematizada, coherente, racionalista, sino que hay otro conocimiento igualmente útil, igualmente valioso, que proviene primero de actores extracientíficos, actores que no tienen las destrezas que estamos acostumbrados a asociar con los actores emblemáticos de la producción de conocimientos; se reivindica un conocimiento cotidiano, los conocimientos aborígenes, étnicos, ancestrales, todo ese conjunto de interacciones que en muchos casos se conoce como diálogo de saberes.
Estamos hablando de dos lógicas del conocimiento y lo que me parece importante es que nos preguntemos y nos respondamos, en esta coyuntura venezolana particularmente, en la cual estamos tratando de legislar para construir la universidad que necesitamos, ¿a cuál conocimiento nos estamos refiriendo cuando reclamamos que la universidad debe ser un espacio que aloje la producción de conocimiento?¿Nos estamos refiriendo al modo uno de producción de conocimiento, a lo que Boaventura llama conocimiento universitario o nos estamos refiriendo al conocimiento pluriuniversitario?
Parece claro que la tendencia en la política del Estado venezolano para la educación universitaria se orienta hacia el modo dos o pluriuniversitario, pues la creación de todas las universidades, que se cumplió al ritmo de la Misión Alma Mater y la misma Universidad Bolivariana de Venezuela parecieran procura hacer de las academias, conceptualmente hablando, un espacio que sea proclive al diálogo de saberes y con menos énfasis en la producción de conocimiento científico.
Aquí hay una tensión que vale la pena cuestionar, pensar y discutir porque a mí no me cuesta nada aceptar el valor que tienen saberes no estatuidos científicamente para alcanzar la meta de superar el subdesarrollo, que es una de las exigencias que se hace hoy en día a las universidades ubicadas en los países del sur, una exigencia que se agrega a la original que está vinculada con constituirte en el alojamiento de la producción del conocimiento. Pero además, de acuerdo con las declaraciones de la UNESCO y con las tendencias de quienes estudiamos la educación universitaria contemporánea, en los países que no hemos alcanzado el desarrollo, las universidades son catalogadas como las responsables de ser los motores impulsores de la superación del subdesarrollo.
Muy pesado reto se ha puesto sobre nuestros hombros, porque en vista de que el llamado estado de bienestar ha fracasado en esa meta, (efectivamente el bienestar social, económico, es una de las grandes promesas incumplidas de la modernidad y antes esa carga pesaba sobre el Estado), entonces la sociedad, la gente, la cultura y las instituciones han vuelto su mirada a las universidades y nos han dicho que toda vez que estamos viviendo la sociedad y la economía del conocimiento, que el conocimiento es el bien más preciado y que es el recurso que parece permitir la superación del subdesarrollo, entonces, las universidades, como espacios privilegiados para producir conocimiento, tienen que ser la plataforma impulsora de la superación del subdesarrollo,
Si simplemente consideráramos que haremos una nueva ley para definir la universidad que necesitamos, como una universidad que produce conocimiento científico, no resultaría tan difícil la tarea, podríamos hacer por ejemplo como ha hecho China, que ha orientado su política de educación universitaria hacia el año 2050. China intenta que 10 universidades se conviertan para 2050 en instituciones de clase mundial, que 100 funcionen como universidades de investigación según estándares satisfactorios mundiales, y que las restantes continúen siendo universidades profesionalizantes, que tienen como fundamento la docencia.
El modelo de China puede servir de referencia. El gobierno podría definir su política y recursos de ES a tener tantas universidades de clase mundial, otras tantas de investigación, otras docentes y otras dedicadas a otras actividades como la socialización, concientización, pero eso sólo lo podemos hacer, si entendemos conocimiento, como conocimiento científico y no consideramos que queremos introducir otros modos u otros formatos de conocimiento.
Si en cambio decimos que no queremos ser como China, porque queremos practicar el diálogo de saberes y no sólo atender el conocimiento científico; entonces, es cuando surge la tensión a la que me refiero porque cuando nos separamos de la producción científica de conocimiento en los países subdesarrollados para atender otros tipos de conocimiento contextual, comprometido con la satisfacción de necesidades locales, corremos un enorme riesgo, el de alejarnos de un conocimiento que nos aproxime a la soberanía científica y tecnológica casada inexorablemente con el estatuto científico convencional.
SI privilegiamos el conocimiento comprometido con las necesidades contextuales, del entorno que es valioso porque nos permite dignificar la vida de los habitantes de las áreas rurales, de las áreas alejadas de las grandes capitales, de las grandes urbes, ¿Podremos escalar posiciones en el logro de la seguridad científica, de la seguridad tecnológica? ¿Podremos subirnos en el tren para no quedarnos fuera del juego en el siglo XXI?
Aparte del entusiasmo revolucionario, debemos tener claro que el mundo no se va a parar porque Venezuela quiera transformarse, el mundo seguirá su curso y el mundo del norte, de los países desarrollados, seguirá produciendo conocimiento de frontera, seguirán produciendo conocimiento de avanzada. Ese conocimiento de frontera y de avanzada provee a los habitantes de esas latitudes de comodidades que ni soñamos por estas latitudes y atiende problemas de una agenda científica, que es definida por el norte, que es la agenda científica internacional.
Si, digamos un poco ingenuamente, hacemos de nuestras universidades un espacio que privilegie un conocimiento contextualizado, comprometido con los problemas locales, nunca alcanzaremos, ni podremos dialogar con los conocimientos de avanzada. Voy a ponerles un ejemplo muy sencillo, para nosotros es un problema contextual poder tapar unos huecos, atender la diarrea de nuestros niños, pero para hacer eso no necesitamos conocimiento de frontera o de avanzada, sólo necesitamos un conjunto de conocimientos que ya en los países del norte, donde se produce la ciencia de frontera, es un conocimiento básico que manejan hasta los niños de preescolar o primaria. Entonces, la tensión está allí, es cierto que me anima, me entusiasma que nuestras universidades practiquen el diálogo de saberes, que nuestros estudiantes se formen conjuntamente con los problemas comunitarios y con los problemas contextuales, pero no nos podemos dedicar a las universidades solamente a eso, porque entonces la brecha entre el norte y el sur, entre excluidos e incluidos, será cada día más grande y les repito, ellos seguirán produciendo tecnología mientras nosotros nos dedicamos a asuntos locales, parroquiales y sin significación científica o tecnológica.
Tenemos que considerar esta circunstancia, creo que cuando pensemos en una transformación universitaria, tenemos que considerar que el conocimiento en formato científico continuará siendo el bien más preciado a lo largo de este siglo y quizás del que viene, y que no podemos dedicar nuestras universidades en Venezuela o en el Sur exclusivamente a otros formatos. También tenemos que hacer un esfuerzo por formar una plataforma de jóvenes, adultos, intelectuales y científicos, no solo en las llamadas ciencias duras, sino también a escritores, a poetas, pensadores, etc., que al menos tengan la capacidad de dialogar con sus homólogos de los países que forman el centro científico, lo cual desde este momento no estamos cumpliendo; nuestro estudiantes y profesores, en su gran mayoría, son incapaces de dialogar con sus pares en los términos en los que los códigos del lenguaje científico exigen en la contemporaneidad.
Necesitamos que nuestros jóvenes sean capaces de producir conocimiento adecuado a nuestros problemas, pero también un conocimiento capaz de dialogar en el más estricto sentido de un diálogo de saberes con los conocimientos avanzados. El diálogo de saberes no puede ser exclusivamente para recuperar el saber indígena o el aborigen, al mismo tiempo, ese diálogo de saberes tiene que ser uno que entrene a nuestros jóvenes en dialogar con el mundo norte; entonces, la respuesta que nosotras, digo nosotras porque somos un equipo de investigadoras, logramos barruntar, porque no termina de una forma madura en el libro que fue resultado de nuestra investigación, es abogar por lo que nosotros hemos llamado la unidiversidad, es decir, creo que la respuesta va es por el camino de consagrar en Venezuela un subsistema de educación universitaria que albergue distintos tipos, distintos formatos de instituciones de educación universitaria. Unas universidades que efectivamente sean de excelencia.
Pero también tiene que haber otro tipo de instituciones profesionalizantes, que se dediquen a formar a los ciudadanos y ciudadanas que necesita Venezuela desde todo punto de vista, otras universidades que se dediquen exclusivamente, o mayoritariamente, a la satisfacción de problemas contextuales y comunitarios, de acuerdo con el lema de la territorialidad, es decir, vamos a dejar las áreas urbanas, vamos a lo rural, a ver cómo podemos trabajar con las comunidades, cómo esas comunidades satisfacen sus problemas, formar a los habitantes de esas comunidades para que se profesionalicen y adquieran una educación diferente a la secundaria, pero que no dejemos de tener universidades como ambientes intelectuales, porque no podemos avanzar en el mundo de hoy, en el mundo contemporáneo, donde, repito, el conocimiento en formato científico continuará siento el bien más valioso, definidor de las posiciones en la geopolítica mundial, definidor de que tengamos o no soberanía científica, alimentaria, tecnológica, si no contamos con ambientes universitarios de excelencia; esta es la tensión que quería compartir con ustedes y que todavía debemos discutir, tenemos que encontrar salidas, mi apuesta es a la unidiversidad, los invito a compartir sus apuestas.