18 de marzo 2011.-El 15 de julio de 1834, España abolió oficialmente el Tribunal de la Inquisición. Atrás quedaban más de 350 años de persecuciones a judíos, moriscos, luteranos, científicos, literatos y humanistas por parte de un Estado vinculado por lazos férreos a la Iglesia católica. La historia, por fortuna, ha cambiado bastante desde entonces. ¿O no tanto? Casos como el del pare Manel Pousa, figura conocida y respetada en toda Catalunya por su trabajo social y que probablemente acabe siendo excomulgado tras confesar en un libro que había pagado un aborto a una joven, recuerdan cómo la jerarquía católica española no ha sabido recorrer el camino de la modernidad.
José Antonio Pagola, José Arregi, los curas de Entrevías, José Mantero, José María Castillo En los últimos años, son docenas los casos de sacerdotes que han sido perseguidos, de una u otra manera, por la jerarquía eclesiástica española, especialmente desde que la conduce, con mano de hierro, el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela.
«La Iglesia también es mi casa, no sólo la de la jerarquía», dice un cura de Entrevías
El control de la ortodoxia
Algunos fueron separados de sus cátedras, otros "reducidos" (sic) al estado laical, y varios más suspendidos a divinis o forzados a abandonar la Iglesia. El caso de Manel Pousa es, desde el punto de vista del Derecho Canónico, el de más grave sanción. Sin embargo, las persecuciones a todo aquel que se salga del control de la ortodoxia son una constante.
"La obediencia es a la conciencia. Y la conciencia sólo es de Dios". Javier Baeza es el responsable del "centro pastoral" San Carlos Borromeo, más conocida como la "iglesia roja" de Entrevías (Madrid), que desde hace tres décadas trabaja con inmigrantes, drogodependientes y jóvenes en riesgo de exclusión social. Hace cuatro años, Rouco Varela decidió cerrar la parroquia, aduciendo "graves errores" en la liturgia. Los tres curas, Javier Baeza, Enrique de Castro y José Díaz no siempre oficiaban con el alba, las absoluciones eran colectivas y, en ocasiones, se sustituía la hostia consagrada por una galleta o una rosquilla. Rouco se encontró con la oposición de todo el barrio y de buena parte de la Iglesia de base. No claudicaron y, para variar,lograron torcer la voluntad del cardenal de Madrid.
Decenas de curas han sido sancionados en los últimos años
Cuatro años después, el "centro pastoral" sigue funcionando igual que antes de la persecución. "A nivel eclesial, no hay ninguna relación, aunque hace poco nos visitó el nuevo vicario", apunta Baeza. Los domingos, a la una, se sigue celebrando misa, hay grupos de oración "donde se comparten los problemas" y, por supuesto, continúa la obra social en San Carlos Borromeo. Incluso se siguen celebrando bodas y bautizos, con el permiso implícito de la jerarquía, que tras intentar acabar con la "iglesia roja" tuvo que echar marcha atrás y permitir que los tres curas permanecieran junto a sus feligreses.
"Todavía no sé por qué pasó lo que pasó", cuenta el sacerdote, que no oculta que son "ignorados" por la "Iglesia institución". "Nos admite bien si salimos censurando a los políticos o hablando de la pobreza, pero no acepta que seamos críticos con el funcionamiento de la institución". Pese a las presiones, los curas de Entrevías no se han planteado abandonar. "Hay muchas cosas que no comparto de la Iglesia, pero no me voy, como tampoco me voy de mi familia aunque me enfade con mi padre. La Iglesia también es mi casa, no sólo la de la jerarquía", concluye Javier Baeza.
El caso de Mantero
Rouco tuvo que ceder en su intento de cerrar la 'iglesia roja' de Vallecas
Quien sí tuvo que dejar el sacerdocio, y la Iglesia, fue José Mantero, el cura de Valverde del Camino (Huelva) que fue suspendido a divinis tras admitir públicamente su homosexualidad en la revista Zero. Junto al ex carmelita Antonio Roig, Mantero es uno de los dos sacerdotes españoles "cesados" por Roma tras revelar su orientación sexual. Ambos conjuntamente, denunciaron que "la Iglesia ha perdido la vergüenza y la ética" al haber convertido a los homosexuales en "su nuevo enemigo".
Mantero trató de seguir luchando, desde dentro, por la inclusión de los colectivos homosexuales cristianos en la Iglesia, pero la presión de los grupos ultraconservadores y la cerrazón de la jerarquía a cualquier acercamiento al mundo gay, acabaron por minar sus esperanzas.
Una persecución de 20 años
José María Castillo es uno de los más prestigiosos teólogos de nuestro país. El próximo 13 de mayo la Universidad pública de Granada le concederá el Doctorado Honoris Causa. La sociedad reconoce así el valor de este profesor, que en 2007 abandonó la Compañía de Jesús después de una dura persecución que se prolongó durante más de 20 años. En 1988, fue castigado junto a Juan Antonio Estrada con la retirada del plácet de la jerarquía como catedrático de Teología de la Universidad de Granada, según Joseph Ratzinger, actual papa, por sus opiniones sobre el dogma de la Trinidad. José Arregi también tuvo que solicitar su salida, en este caso de la orden franciscana, tras enfrentarse al nuevo obispo de San Sebastián, el ultraconservador José Ignacio Munilla. El teólogo vasco acusó al prelado de llevar a cabo una "purga" entre el clero más progresista.
Pensar de forma diferente
"Sólo pido que haya lugar en la Iglesia para poder pensar, enseñar y actuar de manera diferente, y que las opiniones que se consideran erradas se combatan únicamente con argumentos de razón", afirma el exfranciscano. "Si el cristianismo no quiere convertirse en una pieza de museo o en una secta, deben darse unas enormes transformaciones de fondo: democratización de todas las instituciones, lectura crítica de la Biblia y del dogma, una espiritualidad mística y transformadora más allá de todo dogmatismo y moralismo, aceptación del principio de la laicidad". Algo que no entra en la cabeza de Munilla, Rouco y compañía.
El último caso conocido es la investigación abierta en el Vaticano contra el teólogo vasco José Antonio Pagola y su libro Jesús, una aproximación histórica (PPC). Los sectores más reaccionarios de la Conferencia Episcopal lograron que la editorial retirara el volumen (tras venderse más de 80.000 ejemplares) y destruyera los ejemplares. Pagola, que sigue siendo sacerdote, se enfrenta a una posible sanción de sus obras, e incluso a la retirada de la venia docendi, lo más parecido a la "excomunión" para un profesor. Y es que, 350 años después de que fuera derogada, la Inquisición en la Iglesia española parece revivir con más fuerza que nunca.
La doble vara de medir de la Iglesia
En mayo de 2006, un año antes de la muerte de Marcial Maciel, Benedicto XVI le conminó a llevar una vida retirada, prohibiéndole celebrar misa en público. Entonces la Santa Sede ya conocía los desmanes del pederasta fundador de los Legionarios de Cristo. Sin embargo, la única medida contra él en vida fue la suspensión de su vida pública. No se le suspendió ni se le excomulgó, como podría suceder con el padre Manel Pousa. La doble vara de medir ha sido una constante en la historia de la Iglesia. Así, durante siglos pervivieron pontífices que tenían mujer, hijos y amantes con clérigos que eran duramente sancionados -incluso hasta acabar en la hoguera- si rompían el celibato.
La excomunión de Pousa podría sobrevenir por "colaboración" con un aborto, pese a las explicaciones del sacerdote aduciendo a un "mal menor" y corroborada en su lucha a favor de la vida. Roma parece decidida a condenarle. Sin embargo, ningún sacerdotes condenado por abusos sexuales a menores ha sido excomulgado.