23 de mayo de 2011.-Luis Bigott es Profesor de la UBV . A continuación el texto de su ponencia.
" En un proceso en el cual se produce la alteración de la estructura social y las actitudes individuales, la Universidad no puede mantenerse al margen. Observamos la presencia de una Universidad-Isla como la denominó Varsavsky, funcionando para un sistema anterior que está siendo vencido y sin embargo, esta variedad de instituciones subsisten en el presente con gran fuerza. Esta Universidad no es nuestra. Constituye un enclave, “una base cultural desde la cual se nos transfiere todo lo que los países centrales entienden por ciencia, tecnología, cultura, y a través de ellas su tipo especial de industrialización y economía, sus valores frente al consumo, el trabajo y la sociedad”. (Varsavsky, Oscar.- Criterios para una política de desarrollo universitario). Constituyen un estilo cultural caracterizado por la dependencia política, científica, tecnológica y económica de los centros capitalistas y sectores desnacionalizados, independientemente del hecho de ser financiadas con recursos del Estado. Y entre nosotros la presencia de esa mala conciencia que nos permite vivir en esa especie de coexistencia pacífica en lo ideológico, en esa promiscuidad ideológica que hemos aceptado a pesar de estar conscientes de ese contexto de crisis coyuntural, político, estructural, intelectual e ideológico.
La política cultural del imperio constituye un aspecto parcial y complementario de la dominación política, económica y militar. Una de las vertientes de esa política cultural se encuentra dirigida a convertir la ciencia y la tecnología en componentes marginales al interior de nuestros países, al lado de la extracción de las pocas investigaciones que se realizan para en esta forma, incrementar el corpus científico-técnico de la dominación. En este sentido observo una continuidad en la política cultural desarrollada por los EEUU a partir de la década del sesenta del siglo veinte, cuando los países de Africa, Asia y América Latina entran en el torbellino de la descolonización y de los procesos de liberación nacional. En febrero de 1969 señalaba Harry Magdoff, que los propósitos de esa política se encontraban dirigidos a:
“(1) Implementar la línea política y militar mundial de los Estados Unidos.
(2) Apoyar la política de puertas abiertas, o sea, de libertad de acceso a las materias primas, el comercio y las oportunidades de inversión para los negocios norteamericanos.
(3) Asegurar que el desarrollo económico que se produzca en los países subdesarrollados arraigue firmemente en los hábitos y modalidades del capitalismo.
(4) Obtener ganancias económicas inmediatas para los hombres de negocios norteamericanos que promuevan el comercio y buscan oportunidades de inversión.
(5) Intensificar la dependencia de los receptores de la ayuda respecto de los Estados Unidos y otros mercados de capital (las deudas generadas por los préstamos que se otorgan perpetúan la ligazón de los receptores de ayuda con los mercados de capital de los centros metropolitanos)”. (Magdoff, Harry.- La era del imperialismo).
En el caso de la cultura, realizar en el plano ideológico las mismas funciones que las armas realizan en el campo de batalla: frenar toda posibilidad de un desarrollo rápido y autónomo de las recursos materiales y humanos, es decir, de las fuerzas productivas. El ejemplo claro lo tenemos en la Venezuela de nuestro tiempo donde observamos como las clases dominantes, parte de ellas enclaustradas en la Universidad-isla, aliadas al estilo y la inspiración temática de la dominación neocolonial, impulsan la vieja y sutil escolástica que tan claramente explicitó Bernal: “El interés de las clases dominantes, para sus propios miembros y para sus súbditos, ha sido siempre considerar que el orden de la sociedad que les daba sus privilegios había sido ordenado para siempre por la divinidad”. (Bernal, John D.- Historia Social de la Ciencia. Vol. II). Corolario de todo ello es la instalación de una novísima especie de “academic statesmen” en la conducción y en la mayoría del claustro de la Universidad-isla para cumplir los objetivos de: (a) convertir a la Universidad en simple correa o vehículo de transmisión de la ideología neocolonial; (b) eliminar cualquier opción política nacional y revolucionaria; y (c) convertir a la Universidad en una activa empresa al servicio de los intereses del capital monopolista y transnacional.
Surge entonces al interior de esta situación, una contradicción no resuelta que se mueve alrededor del concepto y aplicabilidad de la autonomía universitaria. En verdad, como decía el gran salvadoreño Roque Dalton, “toda piedad aquí es cruel si no incendia algo”. Esa piedad entre nosotros nos ha llevado a cosificar la categoría de autonomía universitaria como inmutable, a sabiendas que constituye una categoría histórica, por lo tanto, cambiante. Es que para nosotros todo tiene otro sentido, incluídas nuestras limitaciones.
Fernando Savater en Heterodoxias y Contracultura expresa que “Es cierto que la razón es común y no puro capricho personal, pero no menos cierto es que cada cual debe llegar a la razón por sí mismo y tras ejercer su propio examen de las circunstancias que le rodean. A veces, la verdadera fidelidad a lo común será defender contra la mayoría la diferencia de lo irrepetible. La primera tendencia comentada da origen a lo que podemos llamar ortodoxia en el más amplio sentido de la palabra; la segunda es madre de las heterodoxias, así, en plural, porque hay una sola forma de estar de acuerdo pero muchas de discrepar”.
Una aproximación a los modelos socio-políticos nos transparenta dos situaciones que modelan, condicionan el principio de la autonomía universitaria. Una primera situación es aquella donde no existe un Proyecto Nacional Popular y donde es indispensable la lucha por una máxima autonomía universitaria que permita mantener con vida la discusión sobre la construcción de un modelo desnecolonizador. El segundo caso transparente la puesta en vigencia de un Proyecto Nacional Popular y donde es necesario que los objetivos de la Universidad deben adaptarse al Proyecto, lo que determinaría en algunos aspectos, una autonomía limitada. Una especie de heteronomía, de un inevitable cogobierno en la denominada triple élice: Universidad-Estado-Sociedad.
Ejemplo de ello es la situación actual con la presencia de universidades donde domina un modelo ofertista, frente a las exigencias nacionales de un modelo contexto-céntrico donde “la municipalización de la educación superior y el interés por el nexo educación superior-desarrollo local conducen a que ese modelo interactivo se exprese en los territorios a través del modelo contexto-céntrico”. (Núñez Jover, Jorge.- Conocimiento académico y sociedad).
La nueva Universidad, la Universidad Nacional debe contribuir como nuevo frente de lucha en el aceleramiento del cambio estructural; concientizar para elevar el espíritu de la sociedad en transformación; difundir hasta el infinito el Proyecto Nacional, es decir, se enmarca en un nuevo estilo cultural donde tiene que ser vencido el axioma del producir igual que en los países dominantes la misma ciencia, la misma técnica, la misma organización.
En lo referente a los avances en el campo de la ciencia y la tecnología concretados por los países dominantes, se debe asumir el principio de no rechazarlos en su totalidad pero tampoco aceptar la totalidad en bloque sino instrumentando criterios de selección y prioridades. En lo específico debemos utilizar esas fuerzas productivas rechazando sus relaciones de producción, por cuanto tenemos objetivos nacionales derivados del Proyecto Nacional y necesidades específicas tanto en el campo de la tecnología física como en el de la tecnología social.
La evaluación del accionar de la Universidad responde a interrogantes del tipo de enseñanza de las ciencias, las tecnologías física y social; el papel de sus profesores y estudiantes, su actitud hacia los cambios revolucionarios; lo vinculación de la Universidad con la sociedad en el nuevo proceso de organización social; su inserción en el Proyecto Nacional.
Frente al conflicto histórico que vivimos entre el capitalismo y el socialismo, entre el nacionalismo y el neocolonialismo, se encuentran presentes visiones diferentes en cuanto a la elaboración y evaluación de proyectos, de metódicas de investigación y el abordaje de las tecnologías físicas y sociales. ¿Estamos en presencia de un nuevo estilo universitario?, es decir, un estilo de actuación que teniendo como fuente, como guía al Proyecto Nacional permita dar respuestas a no solo sus objetivos materiales sino a los sociales, políticos y culturales.
En nuestro caso todo el proceso de enseñanza, de actualización y difusión debe encontrarse ligado, conectado al proceso productivo y creativo que señala las metas del Proyecto Nacional, entendiendo como Proyecto Nacional a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y al Proyecto Simón Bolívar. En el corto y mediano plazo el conjunto de tareas de la Universidad contemplará los siguientes aspectos:
1. Formación de profesionales y técnicos superiores capaces de hacer viable el Proyecto Nacional mencionado;
2. Actualización y reentrenamiento de quienes ejercen cargos de nivel técnico alto o intermedio, sean o no graduados universitarios o secundarios;
3. Realizar y enseñar investigación científica, aplicada y básica pero siempre –salvo pocas excepciones- motivada por necesidades nacionales;
4. Participar en ciertas tareas productivas, sea a través de sus miembros, sea a veces como institución;
5. Difundir conocimientos a toda la población adulta, tanto por su valor cultural como por su funcionalidad con respecto al Proyecto Nacional."