13 de abril de 2012.-En alguna pared de Bolivia el colectivo feminista Mujeres Creando estampó esta frase que nos recuerda a todos los maricones latinoamericanos que el habernos revelado contra la violencia que nos condena no es motivo de vergüenza sino de orgullo. Son muchos los riesgos que amenazan a una persona que ejerza soberanamente su orientación sexual o identidad de género, pues así como aún sentimos en nuestro país los remanentes del racismo colonial, poco hemos hecho por reconocer el odio que con la cruz cristiana sembraron por nuestros cuerpos y sexualidades. Sólo tenemos que ver cómo la homofobia se ha convertido en un cómodo lugar para que la más rancia derecha se abrace con retazos de una moribunda izquierda. En días recientes, el canciller de la República Bolivariana de Venezuela apeló por el más cercano comodín para acusar a los golpistas del 2002 de “mariconsones”, encubriendo en nombre del honor el más profundo miedo hacia la sexo-género diversidad. ¿Cuánto daño le hace esto a la derecha? ¿Cuánto le resta a los verdaderos objetivos de la Revolución?
Hace poco, cientos de militares homosexuales estadounidenses libraron una batalla judicial para no tener que seguir negando su orientación sexual por miedo a represalias. Fueron desmedidos los esfuerzos que la derecha republicana hizo en el Congreso de ese país para impedir este avance. Ahora bien, ¿acaso el homosexual que bombardea Libia está en el mismo saco que el marico que arriesgó su vida en Puente Llaguno el 11 de abril del 2002? ¿Cuántos son los maricones que dan clases en las misiones, que atienden con vehemencia al paciente en el CDI, que enseñan al anciano a leer su correo en un infocentro, que empuñan un fusil para defender la Revolución? ¿Es que alguien puede negar que desde el gabinete ministerial hasta la más lejana comunidad hay miles de maricones bregando por el proceso bolivariano?
Ante el miedo, el odio y la estupidez, mantenemos intactos los principios y la esperanza, pues, por cosas como estas muchos dejan de creer en la Revolución para decir que no perdieron la cordura, pero otros no dejamos de luchar por ella para decir que no perdimos la dignidad.