¿Cuál es la principal causa de la crisis europea?
–La causa más profunda es la estructura del sistema monetario europeo, que genera diferencias entre los países centrales y periféricos. Concretamente genera deuda en los países periféricos con respecto a los centrales. Pero la forma que toma este tipo de problema es distinta en cada país periférico.
¿Por ejemplo?
–En el caso de Grecia, el problema es la deuda pública. En Irlanda, la deuda de los bancos. En Portugal, los créditos privados y las hipotecas. Un aspecto muy importante es que la crisis europea, que nació como crisis de la periferia, ahora se está moviendo hacia los países centrales europeos, y allí también la deuda aparece en el centro de la crisis. Ahora la deuda es importante, pero es el epifenómeno, por detrás hay otro fenómeno.
¿Cuál?
–Se están desarrollando dos tendencias clave. La primera es la persistencia del déficit de acumulación, los países maduros (centrales) tienen problemas de dinamismo de su capitalismo y no encuentran nuevas áreas, lo cual deviene en problemas para la capitalización: su tasa de ganancia no cae, pero no crece. Eso evidencia su imposibilidad de poder seguir. Hay un estancamiento salarial en Alemania y Estados Unidos. La segunda tendencia es la financiación. Como el capital pierde dinamismo productivo, la financiación va ganando espacio y empieza a intervenir en sectores en que antes no intervenía. La combinación actual es producción débil y deuda alta. Es una pelea de burbujas.
¿Cuál es la diferencia entre la crisis bancaria y la crisis de deuda? Angela Merkel hace esta distinción y atribuye responsabilidades diversas respecto de cada una.
–La deuda es importante en todos los rangos: hogares, empresas del Estado y bancos. El tema deuda se metió en todos lados y va a quedarse por muchos años. Pero la deuda es el resultado, no la causa de todo lo que estamos hablando. La deuda bancaria está relacionada, pero es diferente. Es un aspecto particular y muy peligroso de la crisis capitalista.
¿Por qué?
–Porque los bancos son el sistema nervioso del capitalismo actual. En la crisis financiera de 2007, los Estados intervinieron rápidamente y se hicieron cargo para evitar el colapso bancario. Si hubiese habido una crisis bancaria, habría sido otra crisis. Cuando se habla de crisis financiera, se piensa en falta de liquidez. Pero la crisis financiera es una cosa muy amplia. En una crisis bancaria, que es algo muy específico, los bancos están en el centro. En este caso es distinto porque los bancos fueron salvados. El problema es que los bancos tienen deudas de mala calidad. Esto se vuelve un problema de solvencia. Las crisis financieras son crisis de liquidez; en las crisis bancarias, en cambio, no se paga, hay una quiebra. Eso hace la diferencia. En los últimos cuatro o cinco años, los Estados han estado muy atentos a que la crisis financiera no deviniera en un colapso bancario.
¿Cómo describiría la dinámica de los Estados para enfrentar la crisis?
–El Estado es el alma del capitalismo y el neoliberalismo. El neoliberalismo sin el Estado no tiene posibilidad de existir. Por lo pronto, el Estado previno que no fuera una crisis del alcance de la del ’30. Esta dinámica tomó tres formas. La primera forma de intervenir fue bajar la tasa de interés. Esto supone subsidiar a los bancos que toman los créditos muy baratos del Estado, con tasa casi cero, y luego lo prestan. La segunda forma fue, directamente, capitalizar a los bancos con dinero público. Cuando a los bancos les va mal, tienen al sector público para capitalizarlos. ¡Es muy barato eso! La tercera fue darles liquidez para que tuvieran la ventanilla abierta y sacar dinero en cualquier momento. El Estado maneja el control, el monopolio de la emisión monetaria. También controla los ingresos fiscales. Ambos mecanismos le dan el poder para intervenir y subsidiar a los bancos.
¿Cómo evalúa este comportamiento del Estado?
–El Estado interviene como clase: utiliza recursos sociales para subsidiar al sector financiero. No todos los Estados pueden operar de la misma manera y esa diferencia debe tenerse en cuenta. Los países periféricos intentaron hacer lo mismo, utilizar los mismos mecanismos, pero ellos también son débiles, y sus propios problemas les impidieron participar en esta crisis. Cuando el sector financiero funciona mal, el Estado lo salva y, al mismo tiempo, el sector financiero daña al Estado, lo debilita porque le pone una carga que es enorme. Es un tema contradictorio: el Estado salva y, al mismo tiempo, se hunde.
¿Encuentra alguna relación entre esta actitud de los Estados y el creciente poder del sector financiero y su influencia en el sistema político?
–En lo inmediato, este sector tiene gran incidencia en la acción política en países como Estados Unidos, Inglaterra, Italia, Grecia, Portugal, Irlanda. Es difícil de comparar, pero tiene influencia en todos lados. Hay intereses cruzados, dependencias, ese tipo de vínculo hace que puedan tener poder. De hecho, el sector que produce problemas también provee ministros. Sin embargo, no es verdad lo que muchos dicen sobre que ellos manejan todo. Hay que desmitificar esa idea.
¿Cómo se genera entonces?
–En realidad hay una relación compleja, de alta interrelación, entre el sector industrial, el comercial y el financiero. Pero no es la misma relación que a principios de siglo XX, cuando los bancos con mucho poder compraban todo. Hoy, otras entidades van a los bancos, toman dinero, hacen ganancias también con el dinero financiero. Hay una alta relación porque hay intereses complementarios. Muchos en Europa estaban esperando que se diera un conflicto entre sector comercial y financiero, pero nada de eso ha ocurrido.
¿Qué problemas está causando el intento por mantener el euro?
–Es muy llamativo el comportamiento de los países centrales europeos con respecto al euro: saben que mantenerlo es peligroso, pero, sin embargo, no han hecho nada para cambiar este desequilibrio entre países periféricos y centrales. No hubo cambios con respecto al desequilibrio, que se profundiza más con la austeridad y el ajuste.
¿Cómo ve el caso de Alemania en este contexto?
–El caso de Alemania es muy particular porque hay un encuentro de intereses entre grandes bancos y exportadores, que son la columna vertebral del euro. Para ellos, el dinamismo no está en el mercado interno. El mercado doméstico alemán no ha mejorado la situación de los empleados y no tiene dinamismo. Entonces, muchos bancos y exportadores pueden unir fuerzas, ya que son muy influyentes, y tomar la posición de Alemania para el resto del mundo. Alemania cuida muy celosamente estas relaciones. Un tema importante es la austeridad, que forma parte de esta lógica y también va hacia adentro. Y al mismo tiempo la trasladan hacia afuera, planteando que “ustedes tienen que hacer lo que nosotros hicimos: mantener los salarios bajos”. Lo que pasa es que cuando se crea una comunidad económica de este tipo, hacer lo que hace Alemania es insostenible porque está quebrando al resto de Europa.
¿Cree que es posible que los gobiernos fuertes de Europa escuchen voces alternativas?
–Lo que han hecho es todo lo contrario: afirmar la austeridad, la baja de salarios, la crisis en la periferia y suponer que esto va a solucionarse. Por eso creo que la capacidad de cambiar es muy limitada.
En el escenario que describe, ¿qué análisis hace del canje de deuda en Grecia?
–Lo más importante que pasó en Europa en los últimos meses es que Mario Draghi (presidente del Banco Central Europeo) ha provisto de liquidez a los bancos por un billón de euros. Y al mismo tiempo se hizo un acuerdo sobre qué hacer con la deuda griega respecto de los tenedores privados. Este acuerdo supone algún tipo de pérdida a los tenedores de deuda, pero una pequeña porción de esa deuda fue tomada por bancos internacionales mientras que la mayor parte la tomaron los bancos griegos. El Estado tomó deuda otra vez para darles crédito a los bancos, de manera que los sectores privados han sido retirados de la crisis con este “salvataje”. Y además, el total de la deuda griega no va a caer mucho, quizás un 10 por ciento.
Pero fue presentado como una quita muy importante.
–Lo que ha pasado con esta situación es lo siguiente: los bancos internacionales no están muy involucrados, sí lo están los bancos griegos, que obtienen dinero por parte del Estado para no hundirse. Si uno hace el cálculo general, la quita de deuda es muy baja, menos del 10 por ciento. Entonces, a esa deuda, que hace dos años era casi toda privada, la convirtieron en una deuda centralmente pública. Desde el punto de vista de los bancos da esa sensación (que ha sido una quita importante). Pero ésa es la perspectiva de los bancos porque, en realidad, la deuda griega ahora pasó a ser una deuda entre Estados.
¿En qué sentido?
–Los fondos que se han provisto para salvar a Grecia vienen del Fondo Monetario Internacional y de algunos países, de manera que ahora es un tema entre gobiernos y no de los privados con Grecia. El costo es más austeridad y más liberalización. La economía griega ya está en depresión y esto va a profundizar esa depresión. Por lo tanto, las condiciones de la quiebra van a ser peores para Grecia porque tendrá menos capacidad de afrontar la deuda.
¿Cree que en este escenario Grecia debe seguir dentro de la Unión Europea?
–Los griegos tienen su opción: si ellos aceptan un salario de 300 euros por mes, pensiones de 150 euros, un desempleo del 20 por ciento, falta de trabajo para los jóvenes, es decir, convertirse en una esquina insignificante, chica, lateral y paralizada, ser un rincón de Europa para vacacionar, entonces se pueden quedar en la Unión. Si no aceptan eso, si quieren un mejor futuro, deben irse del euro.