Caracas, septiembre 25 - Tal día como hoy, el 25 de septiembre de 1828, tuvo lugar el atentado más horrendo. Un grupo de traidores bajo la dirección de Francisco de Paula Santander intentó asesinar al Padre de la Patria en Bogotá (Colombia), mientras dormía en el Palacio Presidencial.
Desde 1826, los grupos antibolivarianos, inspirados por la oligarquía y agentes extranjeros, habían iniciado una campaña de infamias contra el Libertador Simón Bolívar. Periódicos y panfletos circulaban con calumnias. Lo llamaban “tirano”, “autoritario” y formaban círculos de conjurados con el propósito de asesinarlo, acusándolo de proponerse convertirse en rey.
Tan desprevenido estaba Bolívar de los planes de los traidores que andaba sin custodia por las calles de Bogotá y sus alrededores.
El 21 de septiembre fue de paseo al pueblo de Soacha, acompañado sólo de dos amigos. Pedro Carujo, venezolano, junto con cuatro asesinos, pretendió aprovechar este descuido para ultimarlo por la espalda.
El fracaso de este intento hizo apresurar los planes de Santander. El 25 de septiembre de 1828, a las doce de la noche, con la complicidad del jefe del Estado Mayor de la Guarnición de Bogotá, asaltaron el Palacio Presidencial. Asesinaron al centinela, a un cabo de guardia y dominaron al resto de la custodia. Al edecán de Bolívar de vigilia en Palacio, el joven teniente venezolano Andrés Ibarra, quien al oír ruidos salió a enfrentarlos casi desnudo, lo hirieron a sablazos.
Los traidores se consideraban ya dueños de la situación y avanzaron hacia el dormitorio del Libertador, al grito de “muera el tirano”. Fue entonces cuando hizo acto de presencia, espada en mano, Manuelita Sáenz. Ella había ido esa noche al dormitorio del Libertador y lo cuidó hasta verlo dormido.
Al oír el alboroto de los conjurados, despertó a Bolívar, lo ayudó a vestirse y lo obligó a tirarse por la ventana hacia la calle. Enseguida enfrentó a los traidores para dar tiempo a Bolívar a escapar. “¿Dónde está Bolívar?”, le preguntaron, y ella respondió: “En la Sala de Consejo”. Allí fueron, registraron y volvieron al dormitorio, cuando ya el Libertador había escapado.
Los traidores asesinaron al leal coronel William Fergunson, otro edecán de Bolívar, quien se encontraba enfermo y dormía fuera, pero acudió al oír los gritos provenientes del Palacio. También mataron al coronel venezolano José Bolívar cuando atacaron el cuartel de artillería, y propinaron un golpe a Manuela. Mientras tanto, el Libertador se había refugiado bajo un puente, del que fue rescatado por un esclavo liberto y puesto a buen resguardo.
Al tener noticias del atentado, el pueblo se lanzó a la calle dando vivas a Bolívar mientras el Ejército se pronunciaba a favor del Libertador. El pérfido Santander, jefe de la traición, al igual que otros militares, fueron condenados. 14 conspiradores fueron ejecutados, entre ellos el almirante Padilla. Posteriormente Bolívar perdonaría la vida a Santander, quien, degradado, marchó al destierro.
Este episodio es conocido como la Conspiración septembrina.