El Tano Yea: en su primera navidad en Venezuela, el Kalaka se orinó en los pantalones

Pablo Diego, luego conocido como el muralista Kalaka, aquí en el Puerto de La Guaira, con su bella mamá Marlich, en 1977 o 1978...  La foto la tomó su papá Tano con la cámara más barata y elemental del mercado por esos tiempos.

Pablo Diego, luego conocido como el muralista Kalaka, aquí en el Puerto de La Guaira, con su bella mamá Marlich, en 1977 o 1978... La foto la tomó su papá Tano con la cámara más barata y elemental del mercado por esos tiempos.

Ahora, en 2018, la Municipalidad de Providencia, la más jai de Santiago, escogió a 13 muralistas nacionales e internacionales para pintar 100 metros cada uno, en las riberas del Mapocho.  Kalaka estuvo por Venezuela y pintó, mirándose una a la otra, una máscara de los diablos de Yare y una máscara de La Tirana, del norte de Chile.

Ahora, en 2018, la Municipalidad de Providencia, la más jai de Santiago, escogió a 13 muralistas nacionales e internacionales para pintar 100 metros cada uno, en las riberas del Mapocho. Kalaka estuvo por Venezuela y pintó, mirándose una a la otra, una máscara de los diablos de Yare y una máscara de La Tirana, del norte de Chile.

25 de diciembre de 2018.-

Sobre la Navidad, sobre exilios, emigraciones y solidaridades…

Sucedió en Macuto, el 25 de Diciembre de 1977

Lo escribo en Caracas, en la víspera del 25 de Diciembre de 2018

En su primera navidad en Venezuela,

el Kalaka se orinó en los pantalones…

Me le da por ponerme trascendente en estas fechas y los canales están todos enrumbados. Todavía no es la hora en que ViveTV presente El Cascanueces, a´si que me voy del 8 y busco el 5, a ver si está pasando uno de sus encantadores documentales de dinosaurios, pero nada, pura rumba por todos lados. Así que me propongo escribir mi propio documental, que ya comienzo a compartir con ustedes.

Habíamos llegado en Julio de 1977 y de la Parroquia de Cumbres de Curumo, donde nos asiló el padre Esteban Wood y un colectivo juvenil y solidario que vivía allí en esa iglesia, pasamos a un apartamento tipo estudio en Macuto, en el Edificio La Estrella, frente a los helados Tío Rico, en la avenida que va junto al mar, a no más de dos cuadras de El Pavero, cancha de tierra de donde salió el Guacharaca Baena.

Nos agarró allí la primera navidad, y ejercimos nuestras tradiciones de chilenos, que en plan de exiliados económicos se crecen porfiadamente. Habíamos visto que con el dólar a 4,30 ta’barato dame dos, aquí la regaladera a los niños comenzaba temprano y si terminaba era en la noche de navidad. En casa de Marlich y en la mía la cosa era que te ibas a dormir y cuando despertabas, "el" regalo estaba junto a tu almohada o en el arbolito adornado con las pelotas de costumbre y las cerezas rojas y blancas que se cosechaban con el comienzo del verano.

Pablo Diego, Pablo por Pablo Neruda y Diego, por Diego Rivera, el que más tarde daría en mentarse Kalaka andaba maravillado con tantas luces y juguetes, pero no veía mucho por su casa, salvo las tortas de tres pisos que le hacía su mamá los fines de semana… Le dijimos insistentemente "que mañana es navidad" y el se fue ilusionado a dormir sin saber por qué… y comenzó el día como de costumbre, con sus recién dos años y cuatro meses, se despertó despertándonos, mocoso del carrizo, lo hacía todos los días apenas despuntaba el sol, solo que esta vez no se nos montó a caballo sino que se bajó intrigado de la cama, porque desde la sala llegaban al cuarto los resplandores de unas luces de colores. Avanzó con intrigado paso hacia el origen de las luces y se encontró con un bello y vibrante árbol de navidad prende y apaga y al centro de varios paquetes de regalos, envuelto en celofán transparente y tamaña rosa de amarre, su admirado, soñado, esperado "explorador" de los juguetes Fischer Price.

Nosotros íbamos detrás de él. Había un silencio total, se escuchaba apenas el mecanismo de las luces. Ese silencio fue roto por algo así como un grito de ¡Ayyy! que al niño le salió del alma misma y luego otra vez el silencio y después el ruido como de alguna agua chorreando en el piso, porque el carajito, ya impresionado de luces y colores, no aguantó la emoción de ver su juguete soñado, el "explorador", ¡¡¡y se orinó en su pijama de dormir sus noches!!!

Sus noches de niño exiliado, que llegó cargado por su mamá, con un año y once meses y con un papá que caminaba por el Aeropuerto Simón Bolívar con solo 100 dólares en los bolsillos, huyendo de la dictadura de Pinochet, reiniciando una vida en un país donde la gente celebraba que se hubieran podido venir, poniendo distancia con ese dictador criminal del Pinochet, que había asesinado a un presidente constitucional y querido en el continente y en el mundo entero como Salvador Allende. Gente que les decía palabras de estímulo a uruguayos, argentinos, bolivianos, paraguayos, ecuatorianos, colombianos, dominicanos, haitianos, ¡a los peruanos! "y ustedes los chilenos que son un pueblo tan culto aquí les va a ir muy bien…" rodeándonos de cariño y de muchos gestos de solidaridad en concreto, desde oportunidades de respetables y bien pagados trabajos hasta unas hallaquitas, unas rebanadas de pan de jamón y el dulcito de lechosa, su botella de Ponche Crema o regalitos de ropa usada pero más acorde con este clima, con estos soles, todos gestos que tuvieron esa navidad un remate cumbre en la posibilidad de comprarle al futuro muralista un "Explorer", el juguete estrella del mercado en esos días, todo lo cual, por distancia, por exilio, por bienvenida y por solidaridad, bien merecía de celebración una buena miada en los pantalones, una miada histórica en la primera navidad en un país solidario y cariñoso llamado Venezuela.



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