Beneficiados con programa solidario de petróleo agradecen en el Bronx a Venezuela

Bernardo Alvarez recibe un bastón de manos de Ron Bear, del Consejo Penobscot. Atestigua James Sappier, jefe de esa etnia.

Bernardo Alvarez recibe un bastón de manos de Ron Bear, del Consejo Penobscot. Atestigua James Sappier, jefe de esa etnia.

Credito: Elizabeth Coll

Nueva York, 15 de abril. No podía ser más contrastante: mientras en Venezuela el embajador estadunidense intenta entregar asistencia a los pobres y es correteado a jitomatazos y obligado a huir provocando otra crisis diplomática con Washington, en la ciudad de Nueva York el embajador venezolano es recibido con abrazos y su gobierno es elogiado por su solidaridad con los pobres del país más rico del mundo.

En una reunión que pareció más un festejo familiar que un acto oficial, se congregaron el pasado fin de semana en una iglesia del Bronx organizadores y beneficiarios de un programa de la petrolera CITGO, propiedad de Petróleos de Venezuela, que proporcionó el pasado invierno petróleo para calefacción con descuento de 40 por ciento a 181 mil hogares de bajos recursos del noreste de Estados Unidos.

Los representantes de los ocho estados y cuatro naciones indígenas que recibieron más de 40 millones de galones de petróleo a bajo costo presentaron sus informes sobre el éxito del programa ante el embajador venezolano, Bernardo Alvarez, y el presidente de CITGO, Félix Rodríguez.

Anunciado por el presidente venezolano, Hugo Chávez, como gesto humanitario durante su visita a Nueva York en septiembre de 2005, el programa fue coordinado por políticos y organizaciones estadunidenses bajo el lema "Del corazón venezolano a los hogares estadunidenses".

El embajador Alvarez enfatizó que es un programa "pueblo a pueblo," que además de ayudar a las familias que sufren de los altos costos del petróleo acercó a los pueblos de los dos países. Las expresiones efusivas de los beneficiados confirmaron que el efecto humano del programa superó lo que muchos nombraron de programa de asistencia económica en una temporada difícil para las familias pobres.

Luego de una presentación de CITGO, representantes de las tribus micmac, maliseet, penobscot y passamaquoddy del estado norteño de Maine agradecieron. El jefe de la nación penobscot, James Sappier, elogió lo que llamó un buen acuerdo entre dos gobiernos, el de Venezuela y el de la nación penobscot, y agregó que su gobierno tribal es de los más antiguos del mundo.

Ron Bear, del Consejo Indígena Penobscot, presentó a Alvarez un bastón, y en tono festivo comentó: "Es un bastón de guerra, aunque no se puede decir eso en público".

Otra represente indígena explicó que a veces sus pueblos, que colindan con Canadá, son de los puntos más fríos de los dos países, llegando a temperaturas de 50 grados bajo cero. Don Silliboy, consejal de la tribu micmac, informó que además de calentar sus casas, el programa logró unir más a las diferentes tribus de Maine.

Juntando pueblos

El programa también juntó a diversas comunidades del noreste de este país, que compartieron experiencias en la reunión.

Un afroestadunidense se dirigió no sólo a los venezolanos sino también a los indígenas de Maine cuando dio la bienvenida a su barrio, The Bronx: "¿Se dan cuenta que siempre se refiere no al Bronx, sino a The Bronx? Es que hay un río aquí, que antes tenía nombre indígena, el Aquahang, pero un sueco, un tal Jonas Bronck, compró tierra por el río, y así empezaron a llamarlo río Bronx, y por eso cuando dicen The Bronx, se están referiendo a 'The Bronx River', no sólo al barrio".

Aunque las camisas de franela y los acentos de los de Maine contrastaron con el estilo urbano de los habitantes del Bronx, abundaron las palabras de solidaridad.

Russell Anderson, residente de Maine, dijo: "Para un pobre como yo, 100 dólares significa un montón, y 100 galones de petróleo aún más. Hoy, aunque estoy en tierra extranjera, me siento en casa. Veo muchos colores diferentes y oigo idiomas distintos, pero siento que compartimos amor".

Maine es un estado rural con población 97 por ciento blanca, y en el Bronx, el condado más pobre de la ciudad de Nueva York, la población es 48 por ciento latina y 35 por ciento afroestadunidense.

Anderson concluyó con el elogio más grande dentro del vernáculo de Maine al pueblo de Venezuela, cuando dijo que sus habitantes son "wicked", buena gente.

Punto de esperanza

El presidente de CITGO, Félix Rodríguez, escuchó a los beneficiarios y explicó que quería enterarse cómo funcionó el programa, si estaban felices para informárselo a su pueblo. Cuando Dorothy, beneficiara del Bronx, le expresó su gratitud personal, Rodríguez exclamó: "te quiero, Dorothy."

Al exponer su visión del programa, Rodríguez parecía más un filósofo que un ejecutivo de petrolera: "La primera condición es sentir amor. ¿Qué siento yo si no siento lo que tú sientes? Tu vida es un espejo de mi vida. Ese problema no es tu problema, sino un problema de la vida".

Por primera vez el petroleo pareció punto de esperanza, en vez de una causa de guerra y muerte. Los pobres de Estados Unidos voltearon hacia América Latina por ayuda y, en este caso, reportaron que la respuesta fue rápida y real.

"Quiero decir muchas gracias por pensar en nosotros", dijo una mujer del Bronx. "Invito a otras corporaciones (trasnacionales) a hacer lo mismo".

Wayne Mitchell, de la tribu penobscot, dijo que ahorró 700 dólares este invierno gracias al programa. Sobre su opinión de Chávez, respondió a La Jornada: "No lo conozco, pero me gusta mucho lo que ha hecho por los indígenas de Venezuela, al regresarles sus tierra y compartir la riqueza mineral. Muy diferente a lo que sucede en este país, donde nunca nos dieron nada. Es una vergüenza que permitan a compañías petroleras como Exxon, Shell, Mobil y Conoco Phillips juntar miles de millones de dólares en ganancias obscenas sobre las espaldas de los pobres".

Un residente de Bronx que enseña en un centro de educación para trabajadores invitó al gobierno venezolano a colaborar en un proyecto de educativo, y a continuación exigió: "Hay que hacer la revolución, que empieza en el Bronx, porque aquí vive la clase trabajadora".

"Mamá, tengo frío"

Una madre soltera de Rhode Island mostró fotografías de sus tres hijos, mientras su voz temblaba: "Les prometí dar gracias de su parte, porque son quienes realmente fueron beneficiados, ya que este invierno no tuve que escuchar 'mamá, tengo frío'".

El director de uno de los cientos de albergues para gente sin techo, que también recibieron petróleo rebajado, señaló que el programa también redujo las llamadas de personas a punto de perder sus viviendas.

Una mujer de Filadelfia juró que el programa salvó muchas vidas, ya que la gente prende velas o usa calentadores peligrosos para no congelarse, lo que no pocas veces resulta en incendios.

Otra madre soltera de Boston afirmó: "Muchas veces hay vergüenza al pedir ayuda, pero en ese programa no hubo vergüenza. Nunca sentí que estuviera rogando". Se soltó a llorar al recordar cuando sus hijos tenían frío y no sabía cómo calentar la casa: "Ponía agua a hervir, encendía un hornillo, abría la puerta del horno".

Cuando la coordinadora de CITGO quiso seguir con la presentación del programa, un niño de Filadelfia la interrumpió y señaló con voz firme: "Quiero decir que la gente está hablando con la verdad. Es verdad que la gente muere por congelarse en el frío. Es verdad que dejan encendido el horno todo el día con la puerta abierta. Es verdad que queremos un cambio".

El encuentro concluyó emotivamente cuando el embajador les preguntó si realmente querían ir a Venezuela; respondieron con aplausos. Les sugirió inscribirse en una lista para integrar una delegación, lo cual muchos hicieron enseguida.

Un asistente dijo en la fila al inscribirse: "Critican el programa por tener motivos políticos, pero eso qué importa a personas que vieron un cambio real en su vida".

Ahora el Departamento de Estado considera imponer límites a los desplazamientos del embajador venezolano en Washington. Tal vez sus viajes a lugares como el Bronx, donde la gente lo abraza, son demasiado peligrosos, aunque no necesita llegar con un dispositivo de seguridad para protegerlo de la gente, como al parecer lo requiere su contraparte estadunidense en Caracas.



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