Chávez a Panamá en celebración del Congreso Anfictiónico: un viaje a las raíces del sueño integrador de Bolívar

“¡Qué bello sería que el istmo de Panamá
fuera para nosotros, lo que el de Corinto
para los griegos!”

Simón Bolívar (Carta de Jamaica, 1815)

Caracas, 19 Jun. ABN (Hernán Mena Cifuentes).- Este jueves, cuando Hugo Chávez llegue a Panamá para participar en los actos conmemorativos del 180º aniversario del Congreso Anfictiónico, lo hará al país bajo cuyo cielo brilló como el rayo, por un instante, el sueño de la integración latinoamericana gestado por Bolívar y que se apagó, eclipsado por las ambiciones de un imperio y la traición de las oligarquías criollas pero que renace hoy, a casi dos siglos de su luz, rescatado por el Presidente venezolano, heredero del ideal bolivariano.

Será el de Chávez, un viaje a las raíces de la utopía surgido de la visión futurista del Libertador, quien previendo los peligros de recolonización que desde Europa y América del Norte acechaban a los países recién liberados del yugo español, invitó a dicho evento, con miras a crear una Confederación de Naciones, un Estado libre y soberano, llamado a convertirse en un polo de poder político y económico capaz de rivalizar y superar a los del resto del planeta.

Dos días antes de la Batalla de Ayacucho librada el 9 de diciembre de 1824 y que culminó con el triunfo de las armas patriotas al mando de José Antonio de Sucre, el “Gran Mariscal de Ayacucho”, significando el ocaso del imperio español en América Latina, envió sendas cartas a los gobiernos de Colombia, México, Río de la Plata, Chile, Guatemala (las Provincias Unidas de Centroamérica) convocándolos para asistir al Congreso escogiendo como sede de la cita continental al Istmo de Panamá.

“Después de 15 años de sacrificios consagrados a la libertad de América, por obtener el sistema de garantías que en paz y guerra sea el escudo de nuestro destino, -comenzaba la carta- es tiempo ya de que los intereses y relaciones que unen entre sí a las repúblicas americanas, antes colonias españolas, tengan una base fundamental que eternice, si es posible, la duración de estos gobiernos.”

Más adelante, El Libertador daba a conocer las razones que tuvo para designar a Panamá como lugar de la reunión, al expresar que, “parece que si el mundo hubiese de elegir su capital, el Istmo de Panamá sería señalado para ese augusto destino, colocado como está en el centro del Globo, viendo por una parte el Asia y por otra el África y la Europa.” Luego de una serie de consideraciones propias de su genio de estadista, guerrero, político y visionario, Bolívar concluía su carta señalando:

“El día que nuestros plenipotenciarios hagan el canje de sus poderes, se fijará en la historia diplomática de América una época inmortal. Cuando, después de cien siglos, la posteridad busque el origen de nuestro derecho público, y recuerden los pactos que consolidaron su destino, registrarán con respeto los protocolos del Istmo. En el encontrarán el plan de las primeras alianzas, que trazará la marcha de nuestras relaciones con el universo. ¿Qué será entonces el istmo de Corinto comparado con el de Panamá.”

Ya nueve años antes, en la “Carta de Jamaica”, El Libertador, había hecho tal comparación, al decir, “Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuera para nosotros, lo que el de Corinto para los griegos”.

El Istmo de Corinto, como recuerda en un interesante trabajo sobre el tema el destacado dirigente social peruano, Genaro Ledesma, “fue el escenario de encuentros de las ciudades de las antiguas ciudades griegas que rivalizaron en diversos campos. Pero allí surge la anfictionía como sistema para armonizar las discrepancias y tomar acuerdos especialmente en lo comercial y en la expansión de cada ciudad. Fatalmente, el sistema anfictiónico pereció bajo el poder de los romanos conquistadores. El Libertador, bastante entusiasmado decía: “Si Corinto cayó, la presencia de Panamá será algo mas trascendente y edificante, porque será la consolidación de la amistad entre los pueblos mediante estrechas y sinceras relaciones.”

Pero aquel proyecto de unidad de tan inmensas dimensiones políticas, sociales y económicas y de tan brillante promesa para el futuro del pueblo latinoamericano, se estrelló la ambición de un imperio, que lo vio como una amenaza a sus planes de expansión y dominación establecidos en la Doctrina Monroe 30 meses antes, y contra la codicia de oligarcas, latifundistas comerciantes criollos y la envidia de militares traidores que lo interpretaron como un obstáculo para sus pretensiones de poder y enriquecimiento ilegítimos.

Entre el 22 de junio y el 15 de julio de 1826, se reunieron en el convento de San Francisco, algunos de los delegados latinoamericanos invitados y observadores europeos, (de Holanda e Inglaterra) mientras otros no lo hicieron, unos por no haber llegado a tiempo y otros motivado a mezquinos intereses propios y por maniobras de los EEUU que boicoteó el evento desde afuera y desde adentro, durante sus deliberaciones.

Los EEUU, país al que Bolívar se abstuvo de invitar, fue convidado por Santander, en un acto de desobediencia que se inscribía en el acto la traición que el vicepresidente colombiano cometía contra El Libertador, pero los dos representantes designados por Washington con expresas instrucciones de impedir a todo trance la aprobación de las propuestas de unidad, independencia y soberanía latinoamericana, no se presentaron, uno por haber muerto poco antes y el otro por no haber llegado a tiempo.

A pesar de haberse aprobado algunos acuerdos, el cónclave estuvo muy lejos lograr los objetivos que Bolívar aspiraba, y peor aún, sólo Colombia ratificó los ratificó, ya que el resto de los gobiernos no lo hicieron como se pensó que iban a hacerlo dos años después en Tacubaya, México ya que en esa reunión, las intrigas y presiones del diplomático estadounidense, Joel Poincett, lo impidieron.

La misión de ese agente yanqui, consistía en evitar por todos los medios que allí se ratificara el proyecto confederativo llamado a superar a los EEUU en poderío militar y económico, ya que entre los acuerdos que contemplaba, de acuerdo a lo diseñado por Bolívar, era la formación de un ejército de 60 mil efectivos y de una poderosa flota naval bajo un comando unificado, ambos destinados a enfrentar con éxito cualquier tipo de agresión foránea.

El otro peligro que veían en la Confederación de Naciones Latinoamericanas, los gobernantes estadounidenses, era la monumental riqueza de recursos naturales de la región con materias primas suficientes para abastecer las industrias del mundo entero y en las cuales ya Washington tenía puesta su mirada como parte de sus ambiciones imperiales y con el apoyo de cipayos criollos lograron su propósito, sepultando la utopía que soñó Bolívar, quien decepcionado, viendo como su gran ideal de unidad se desvanecía en la nada, dijo: “Su poder será una sombra y sus decretos, consejos nada más.”

¡Qué caro pagarían los pueblos de América Latina aquel acto de traición que cometieron esos lacayos, ambiciosos oligarcas, gobernantes, latifundistas y comerciantes que se aliaron a EEUU haciendo fracasar la esperanza de unidad contemplada en la idea del Libertador para salvar a la región de la oleada de sangre, miseria y destrucción que al poco tiempo, bañaría a todo el continente al desatarse la furia expansionista del Imperio sobre la tierra americana!

Tres años después y a sólo a pocos meses de su muerte, Bolívar predijo la gran tragedia por venir, en profética sentencia dictada en una carta escrita en Guayaquil el 5 de agosto de 1829 dirigida al diplomático inglés, Coronel Patrick Campbell, en la que advertía lo que inexorablemente estaba por suceder: “Los EEUU parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias en nombre de la libertad”. Y así ocurrió.

Tras su muerte, ocurrida el 17 de diciembre de 1830; desmembrada la Gran Colombia, se desató por toda la región, la avalancha de anarquía que él tanto temía, impulsada por insaciable sed de poder y de riqueza de las oligarquías criollas y de ambiciosos militares que se “vendieron” a sus intereses, ocasión que aprovechó el Imperio para apoderarse de América Latina, comenzando por México, Cuba, Panamá, Haití, del resto del Caribe y finalmente de casi todo el continente, invadiendo y ocupando países e imponiendo brutales dictadores.

A México le arrebataron mas de la mitad de su territorio; a Cuba y Haití, los ocuparon asesinando a muchos de sus hijos y los desangraron económicamente durante años, estableciendo aduanas propias y colocando tiranuelos como presidentes, mientras que a Panamá, donde se concibió el sueño bolivariano de la integración latinoamericana y caribeña, se le separó de Colombia para construir el canal Interoceánico y levantar un enclave neocolonialista durante más de medio siglo en la llamada “Canal Zone”, hasta que Omar Torrijos dijo “basta”.

El destino del resto de las naciones centroamericanas no fue distinto, y para satisfacer las ambiciones de la United Fruit Co. de los consorcios ferroviarios y de otras transnacionales yanquis, estas fueron invadidas y ocupadas por los marines de los EEUU, y aquellos patriotas que defendieron sus soberanías como Sandino, Farabundo Martí y Jacobo Arbenz fueron asesinados por sus lacayos, mientras que en América del Sur, se repetía la historia criminal de un Imperio implacable e inmoral.

Raul Sendic, el “Che”, Camilo Torres, Torrijos, Caamaño y Allende, se sumaron a la interminable lista de mártires sudamericanos y caribeños que cayeron en la lucha por rescatar la dignidad y soberanía de la Gran Patria Americana durante el siglo XX, al final del cual se produjo el fenómeno que hizo renacer las esperanzas de sus pueblos, como lo fue la aparición en el escenario político del continente, la figura de Hugo Chávez Frías, con la misión de rescatar los estandartes de la integración que empuñó Bolívar.

Por eso, ante la llegada del mandatario venezolano a Panamá este jueves, un temblor, mezcla de ira y de temor recorre la columna de los gobernantes yanquis, quienes conscientes del impulso y alcance de su actuar integrador en la región, unido a la voluntad de otros progresistas gobernantes que cada día que pasa se abocan junto con sus pueblos a la tarea de hacer realidad el ideal bolivariano, estiman, como la mayoría de los analistas, que su presencia en el Istmo, será un rudo golpe a sus apetencias anexionistas.

Temen que con su presencia, los TLC, sustitutos del fracasado ALCA, corran peligro ante el rechazo de los pueblos y que la utopía de Bolívar, convertida en la Comunidad Sudamericana de Naciones el 9 de diciembre de 2004 en Ayacucho, en el mismo lugar y mismo el día que se cumplían 180 años de la batalla donde se ocultó el sol del Imperio español, también en Panamá, llegue a declinar el astro del Imperio yanqui, bajo el impulso que Chávez, como heredero del sueño de Bolívar, dará allí a ese nuevo sueño hecho realidad de la integración latinoamericana.


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La fuente original de este documento es:
Agencia Bolivariana de Noticias (ABN) (http://www.abn.info.ve)



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