Auge y caída de un ídolo con pies de barro

Domingo, 12/05/2019 11:00 PM

Un día, un don nadie de la política venezolana, llamado Juan Guaidó, se acostó pensando en lo que le había ofrecido la pandilla de Trump, desde la Casa Blanca, y al siguiente día, rumbo a la plaza Altamira, pensó: "Este boche no lo pelo, ni que se me atraviese Ramos Allup y Leopoldo López. Ellos, con toda su trayectoria, se quedaran viscos de ver como yo, pegado a la baranda, y mandando como lo hacía el negro Tovar en la recta final, y les gano por más de tres cuerpos, sin sudar, parando y viendo para atrás. Llegaré, por obra de Trump, a donde ellos no han podido".

En efecto, el hombre, sonrisa a flor de labios, llegó a la plaza Altamira donde había un grupo de sus seguidores, y saludó con el estilo de un jefe de Estado. Con un papel en blanco en sus manos, se trepó en una improvisada tarima y, con palabras entrecortadas e inteligibles, se auto proclamo presidente interino de Venezuela. Cinco minutos después de este increíble y bufonesco acto, el gobierno de Trump reconoció al usurpador. Luego, sin miramiento alguno, siguió los reconocimientos de la Unión Europea, y de los adláteres del imperio estadounidense, agrupados en un mamotreto llamado el "Grupo de Lima".

Aquel pequeño hombre, salido de las páginas del libro "El hombre mediocre" de José Ingenieros, por obra y gracia del imperio, comenzó a oír pronunciar su nombre en los cinco continentes. Subió a la cima. Y se creyó el rey de los unos y los otros… El hombre se engolosino. Comenzó a nombrar funcionarios, y a dar fechas para la "liquidación" de Maduro y su régimen "dictatorial". Reclamó con énfasis su oficina en Miraflores, y dijo que la tomaría. Pasaron los meses, y nada que Guaidó le cumplía a sus amos de la Casa Blanca. Maduro seguía mandando con más fuerza y con más pueblo. Y metía la "pata" en cada promesa. Hasta que llegó el 30-A, donde se la jugó completica. Pero las cuentas le salieron mal. El maloso de Maduro se salió con las suyas, y se puso más duro.

El auge de Juancito Alimaña, como lo llama Diosdado, había llegado a su fin, y comenzó su caída. No pudo cumplirles a los gringos. Y le llegó el turno al TSJ y a la ANC. Por la medida pequeña ya van 10 diputados despojados de la inmunidad parlamentaria. Uno de ellos, Edgar Zambrano, el más pendejo, se lo llevaron preso con camioneta y todo. Los otros se piraron para embajadas, uno por los caminos verdes y apareció en Colombia, y los otros esperan por los ganchos. Ramos Allup, ha dicho que él ni se asila en embajada, ni dejara al país. Tal vez pensó en su edad. Y lo máximo que le harán, dijo yo, es darle casa por cárcel. En auge y caída, en un abrir y cerrar de ojos.

Puerto Ordaz, 12 de mayo del 2019.

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