Hago nuestra la expresión del dirigente obrero Stalin Pérez Borges, quien dijo: "llegó el momento para que los trabajadores hagan de nuestras organizaciones sindicales una poderosa herramienta independiente del Estado y el Partido que sirva para las conquistas económicas posibles y sea contrapeso social al Estado." * Dos semanas antes habíamos escrito lo que sigue y él nos animó a publicarlo.
https://www.aporrea.org/actualidad/n342910.html
Pudieran querer llamar la atención, llegar dónde sueñan y en fin de cuentas, como se decía en tiempos de Gómez, "es mejor que halar escardilla en la sombra". Aunque, para ser justo, puede tratarse de alguien quienes creen, de ilusos está llena la vida, vivimos en una sociedad "socialista", donde el mercado no impone sus leyes, la renta o ingreso se reparte equitativamente y "cada quien recibe de acuerdo a sus necesidades" y se entrega de "acuerdo a sus capacidades". Esto es posible. El mundo es un carrusel y también un manicomio.
Pudieran soñar que vivimos en una sociedad socialista; por tanto las clases fueron enterradas, tanto que se les recuerda solo para rezarles, porque ellos mismos, quienes creen vivir en una sociedad de iguales, llaman lucha de clases, es cosa del pasado. Están tan disociados como el opositor que también cree en lo mismo. Si usted quiere saber de ella, no vaya al mercado, primero porque no existe, sino a los museos. En lo que antes era mercado, no me refiero al museo, todo es regalado. Son ferias generosas. Usted lleva una cesta y se la trae repleta, como dicen los cumaneses, hasta los "tequeteques" y eso no le cuesta nada. No es cosa para exhibir en la tele; no, es de verdad, uno se tropieza con esos espacios. Sólo tiene que cuidar tomar lo necesario, "de acuerdo a sus necesidades". Las clases pues, ni siquiera son almas en pena que pudieran andar por allí, como en forma gaseosa echando vainas, sino petrificadas están y exhibidas como recuerdo de un pasado triste.
Pudiera entonces juzgar que las luchas salariales de ahora, en los gremios universitarios, entre las enfermeras y enfermeros, maestros, forman parte de un plan conspirativo para tumbar al gobierno. No hay motivo para ellas, según dice.
Pero su falso discurso ha servido para que gente interesada propague que esta horrible cosa que padecemos es socialismo y siendo así hay que aborrecer todo lo que se le parezca y no les faltaría razón. Y en este caso apelan aquello de a confesión de parte, pues el gobierno y los adulantes lo dicen y entonces "no habría delito por probar".
Los adulantes olvidan que la vieja y elemental prédica de los revolucionarios dice que la primera obligación es la lucha por el salario. Este es la expresión cuantitativa de la explotación a que se ve sujeto el trabajador en el capitalismo. Pero también una importante bujía para impulsar las grandes luchas por el cambio que los dirigentes no deben apagar dentro del mismo modelo. Y debe ser objeto de lucha diaria dentro del sistema, sin apartarse de las consignas, propuestas y toda la carga por el cambio. El tipo no adulante lucha en cualquier circunstancia de la vida capitalista por una mejor vida para los trabajadores. Esto no es un delito y menos inmoralidad como sugieren los adulantes. Es una necesidad inherente a todos los trabajadores.
En Venezuela, los dirigentes de los trabajadores, hasta quienes creen ser opositores, si es que aún quedan, han caído en una trampa. Han dejado que el gobierno o el Estado, un ente burocrático que refleja los valores de la base material en la cual se sustenta, sin importar quien esté al frente del mismo, asuma el rol de ellos y la clase toda. Aquí nadie ha estado luchando por el salario sino que eso se le deja en manos del gobierno y vivimos todos esperando, día a día, que el presidente hable y anuncie aumentos pírricos que la inflación consume en cosa de segundos. Eso es como cadena muy corta atada al cuello. Si no se lucha por el salario se cae en la conformidad y se termina adocenado, domado y complaciente. Nunca antes, en la historia moderna de Venezuela, hubo una clase dirigente del movimiento de los trabajadores más sometida que la que ahora tenemos. Entregó sus banderas, cometiendo el grave error y hasta disparate de creer que un hombre o grupo de hombres, por muy compañeros que ellos sean y desborden buena fe, estando el frente del aparato del Estado pueden hacer, por su propia decisión, exactamente lo que clase desea, aspira y necesita. Han pasado por alto que las contradicciones que deben moverlos siguen vivas y actuantes y ante eso hay que desplegar las fuerzas y no desarmarse, ni desarmar a la clase, creyendo que pueden entregar su derecho a dirigir y empujar por los cambios en manos de unos pocos.
Pero la realidad es terca como una mula. Pese la buena fe del gobierno o quienes gobiernan, las armas de los amos del capitalismos no están melladas y cortan hasta una paja en el aire. La inflación, que el adulante no duda en llamar inducida, que algo o bastante tiene de eso, no es toda, en todo caso demuestra como las clases dominantes, pese quienes gobiernan, pueden imponer su ley. Y siendo así, los trabajadores todos, que prefiero llamarlos así porque lo de "clase obrera es como muy limitante y sectaria" y no lo es sólo en el lenguaje, sino que en veces eso sucede en la práctica, deben tomar de nuevo el derecho de luchar por su salario, sobre todo, cuando el gobierno, por mucho empeño que ponga, ha demostrado no estar en condiciones de protegerlos por mucha buena intención que ponga y porque esa no es una tarea propiamente suya.
Deben los trabajadores salir a luchar por su salario, cambios y ajustes que la sociedad demanda y no dejar que los burócratas se tomen para sí un derecho y obligación que no es de ellos y además son los menos apropiados. Por supuesto, como escribió un amigo, los trabajadores no sólo deben luchar por el salario sino cuidar que las empresas e instituciones funcionen cabalmente, vigilar por el bienestar de las instalaciones, sobre todo las estatales, aunque todavía no son suyas propiamente, hacer auditoría para que los gerentes no les roben a ellos, la nación y a nosotros todos. Es más, se deben impulsar luchas por las contrataciones y que sean estas las que regulen las relaciones salariales; de esa manera el centro de la contradicción sigue enfocada entre el patrón y el trabajador.
Quien acuse a los trabajadores de estar metidos en una conspiración de derecha por reclamar un salario justo, en una economía como la nuestra, se excede de adulante, peca de exhibicionista, es de la ultra derecha y no lo sabe o es un tonto de capirote. Pero de estos últimos, muy pocos se hallan en las páginas amarillas. El gobierno le resta fuerza a la contradicción entre empresarios y trabajadores, que debería manejarse mediante las luchas de aquellos y por las contrataciones con los periódicos aumentos sin pensar en otra opción. Olvidando que esas luchas tienen más del contenido económico.