La mentira fue lo que acabó con la cuarta república, recuerden eso

Sábado, 15/06/2019 03:27 AM

Fue la mentira lo que propició el fin de la cuarta república. Y es la mentira la que la restaura ahora. Decir esto parece un galimatías, pero la verdad es la base de todo cambio.

Por qué se esconden las estadísticas, ¿por vergüenza?, no: porque son el reflejo de una parte importante de la realidad que no se puede esconder; compiten con la publicidad profesional, con el disimulo, por capturar la atención y la conciencia de la gente. El gobierno de Maduro ha estado ocultando las estadísticas desde el comienzo. Pero además ha mentido descaradamente sobre aquellos números que no controla, como es el caso de la producción petrolera. El señor Quevedo, signado para aumentar la producción de petróleo, desde el principio mintió en el tema de la producción, además de hacer promesas vanas sobre su recuperación. Prometió aumentar la producción en 1 millón de barriles diarios, en un año y hoy la producción, en su gestión, bajó de 1 millón 500 mil a 740 mil barriles diarios. Cada año mintió diciendo que había aumentado, falseando las cuentas, cuando la realidad era que la empresa estaba prácticamente parada, como ahora.

¡Y no renuncia!... pero tampoco lo cambian. Si lo cambian sería reconocer un error, y los errores para el gobierno de Maduro no existen. Igualmente pareciera tener prohibido a los altos funcionarios reconocerlos, así como las traiciones y los delitos; está prohibido todo aquello que pueda comprometer la reputación del presidente (por ahí debe existir alguna "resolución presidencial" al respecto).

¿Por qué? Porque eso contribuiría a dar "pruebas" o argumentos a la oposición. Increíblemente esta es la excusa más gastada de los defensores de Maduro, sin detenerse a pensar por un instante en lo absurdo que es no contar con información real, estadísticas confiables para hacer un gobierno medianamente funcional y decente. Un gobierno de politiqueros novatos justificado por tontos.

La razón de ocultar las estadísticas es tan vulgar como el hecho de no perder unas elecciones, al costo que sea. Al gobierno de Maduro le es indiferente corregir los errores cometidos, como hacer cambios verdaderamente revolucionarios. Sin embargo, ¡para eso son las estadísticas, para rectificar y avanzar; es necesario que los funcionaros hablen con la verdad y tengan los pies parados sobre la tierra! Con Maduro la revolución es al revés, lo fundamental para el gobierno es engañar sobre la realidad y ganar unas elecciones burguesas, recuperar el ciclo infernal de la cuarta república.

Pero publicar el resultado de nuestra gestión como dirigentes, es tan importante para la revolución como tener conciencia y voluntad política para hacer los cambios (quizás una cosa está contenida en la otra).

Los gobiernos de la democracia burguesa duraron en el tiempo porque engañaron siempre al pueblo elector, se sostuvieron en el poder en base a la mentira y las promesas incumplidas. En principio todos esos partidos y esos gobiernos estuvieron tutelados por grupos económicos bien definidos: comerciantes y banqueros, los seudo industriales, manufactureros; ya sabían de ante mano qué iban hacer con el país, todo lo demás debía ser disimular y engañar, repartir espejitos de un lado y del otro, para capturar votos, el voto de los pendejos crédulos. Su base democrática se fundó tanto en el clientelismo político – compra y venta de votos por dinero o cargos – como en el ilusionismo democrático y la demagogia.

La irrupción de Chávez rompió con el disimulo y la mentira de la vieja democracia y sus grandes personalidades, cuando el teniente coronel asumió públicamente la responsabilidad de sus actos y públicamente dejó espacio al compromiso y a la esperanza con aquel "por ahora". Este acto público fue un baño de agua fría para todos los políticos que lo escucharon y se sintieron aludidos, acostumbrados al disimulo, a esconderse detrás de la ley y la pompa para mentir y engañar al pueblo pobre e ignorante. Desde ese momento supieron que estaban descubiertos, al punto de pedir la cabeza del comandante al viejo congreso (¿recuerdan a David Morales Bello?). Con ese fuerte viento moral se zarandearon algunos viejos oportunistas, como el anciano Rafael Caldera y Aristóbulo Isturiz, y una chorrera más de políticos moribundos; con Chávez se reivindicó ante el mundo la verdad como el gran valor de la revolución…, hasta que brota de un accidente de la historia Nicolás Maduro, jefe de uno de los gobiernos más patrañero y asolapado que se haya visto en muchos años.

Sin hacer otras consideraciones; sin seguir machacando con lo de la decadencia moral, la ineficiencia, la irresponsabilidad…, el disimulo es el carácter definitorio del gobierno de Maduro, llevado a los niveles del caradurismo, del cinismo, la impudicia. Y todo, para no perder unas elecciones, para no perder el poder, así se tenga que enterrar en vida a los pobres y a los hambrientos, así tengan que acabar con el país o venderlo en pedacito al capitalismo.

Retornar a Chávez es recatar la verdad, volver a las fuentes reales que la fundamentan, incluyendo las estadísticas formales del INE, BCV, etc. que forman parte de ella, de la verdad; redimir la honestidad. Volver a Chávez es recuperar la crítica, condenar el disimulo, exponer al convencido de su propia mentira ante sus contradicciones, denunciar al soberbio con inclinaciones fascistas. Volver a Chávez es aprender de la historia y de su ejemplo, no es rebobinar sus videos, manosearlos y llenarlos de baba, es ser honesto, responsable y comprometido como él, sin tanta afectación y fatuidad, sin tanta prosopopeya heroica para disimular las felonías.

 

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