La Alegría, sentimiento y palabra que las minorías belicosas quisieran proscribir en nuestra Patria, se hace presente por estos días en las instituciones educativas y en la calles. Centenares de miles de niños, niñas y jóvenes son promovidos de educación inicial a primaria, de primaria a secundaria y graduados y graduadas de Bachiller, en medio de una algarabía generalizada.
La Alegría ocupa canchas y teatros, toma la calles en bulliciosas caravanas que son expresión de una juventud que no se deja arropar por la tristeza, ni por el peso de las dificultades actuales.
Más allá de algunos excesos, que nadie se horrorice todos y todas fuimos jóvenes, libres, felices y hoy nos toca orientar y no juzgar, estas celebraciones de la muchachada son buenos aires que anuncian un mejor porvenir para la Patria, así como el viento de agua que anuncia el aguacero.
Nuestra juventud tiene derecho a la Alegría, a celebrar el logro obtenido gracias a su esfuerzo, y al de sus abnegados educadores y educadoras, de sus padres, madres y familiares, de las madres cocineras, de los trabajadores y trabajadoras del sector educativo.
Todos y todas hemos vencido mil obstáculos para que nuestros muchachos y muchachas sigan educándose, para que mediante la educación y el trabajo sean "honrados y felices", como escribió nuestro Libertador Simón Bolívar, en su bicentenario discurso de Angostura de 1819, en homenaje al cual se han denominado todas las graduaciones de bachilleres a nivel nacional.
Siempre es importante recordar que la inmensa mayoría de las niñas y niños promocionados y los y las jóvenes bachilleres graduados y graduadas han logrado esa meta en un sistema de educación pública y gratuita consagrado en la vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999 y garantizada presupuestariamente por el gobierno nacional.
Lo que nos falta por hacer en materia de calidad educativa, condiciones laborales para el magisterio, convivencia, infraestructura escolar, son tareas diarias que tenemos como Nación.
Por el porvenir de esa muchachada nuestra estamos obligados a convivir pacíficamente. ¡Si, a convivir! porque el que no quiere compartir la vida social con el otro, es porque lo quiere exterminar y esa no es la sociedad donde queremos que crezcan los hijos y las hijas de nuestra alma y de nuestro corazón.
Hoy más que nunca ratifico mi convicción en el camino democrático, pacífico y electoral de las transformaciones revolucionarias, el camino de Chávez.
Que la Alegría se convierta en mayoría proyectada hacia el porvenir y le ponga freno al odio, a la intolerancia, a la violencia de las minorías. Dios mediante, así será.
¡Que viva la muchachada de la Patria!.