Al parecer existen ciertos hechos que lamentablemente la mayoría de las personas ya aceptamos como algo normal y cotidiano, por ejemplo: las guerras por recursos, el desastre climático y el racismo por solo nombrar algunos.
Pero existe un fenómeno que los medios corporativos mantienen lo más oculto que pueden y que pocas veces es analizado por los programas de opinión y la prensa en general, mucho menos las redes que casi siempre están más interesadas en banalidades absurdas y en la propagación de fabulas y mentiras de todo tipo, me refiero a los crecientes asesinatos de líderes sociales, campesinos, indígenas y defensores de derechos humanos.
Desde la llegada de los primeros invasores europeos a nuestro continente con su política de despojo y exterminio hasta nuestros días, el problema fue, es, y será la propiedad y la tenencia de las tierras donde habitaron por siglos los habitantes originarios de la Abya yala y que hoy comparten con las comunidades campesinas. La solución al "El problema indígena" como acostumbraban llamarlo los colonizadores casi siempre fue (y sigue siendo) la represión, el despojo violento y el genocidio.
Los habitantes originales de nuestras tierras no conocían la propiedad privada y el producto de la tierra era compartido por todos los que la trabajaban. Nuestros antepasados, además, mantenían una relación de armonía y respeto con la madre naturaleza, la Pacha Mama como siguen llamándola. Esa forma de vida ancestral no le conviene al proyecto extractivista de desarrollo implantado a sangre y fuego por la dictadura corporativa global.
Los sistemáticos asesinatos de líderes sociales, indígenas y campesinos tienen un fin en común, desarticular los movimientos sociales de protección ambiental y defensa del territorio, desatar el terror y lograr el desplazamiento forzoso de poblaciones enteras para poder seguir explotando a mansalva nuestros recursos naturales.
Las petroleras y los grandes capitales de la agroindustria y la minería, en perversa relación con los políticos de oficio y las oligarquías de siempre, son los verdaderos actores intelectuales de estos y otros crímenes y logran sus objetivos por medio de sicarios y fuerzas paramilitares casi siempre en estrecha relación con unas fuerzas armadas totalmente cooptadas por el gran capital y sus secuaces.
En Venezuela la ley de tierras y desarrollo agrario y la ley de hidrocarburos provocaron el golpe de estado y la huelga petrolera del 2002. Desde entonces las fuerzas reaccionarias no se han detenido en sus intentos de sabotear esas leyes y derrocar al gobierno legítimo. El sicariato a las órdenes de los grandes terratenientes ya se ha cobrado la vida de más de 300 líderes campesinos en nuestro país y algunos funcionarios corruptos tarifados desde sus puestos de poder continúan saboteando los esfuerzos de nuestros campesinos para poner a producir sus tierras. Las tan cacareadas organizaciones no gubernamentales, oficinas de derechos humanos y la ya más que desacreditada O.E.A han guardado un silencio cómplice sobre estos hechos al igual que ignoran los continuos asesinatos de líderes sociales, campesinos, indígenas y ex guerrilleros que se suceden día a día en Colombia, honduras, Guatemala, México y demás países bajo régimen neoliberal y miran hacia otro lado mientras los gobiernos corporativos siguen reprimiendo y desalojando de sus tierras ancestrales a los pobladores originarios de NuestrAmérica.
Las tierras que son abandonadas por sus habitantes debido a la violencia y a la falta de políticas de apoyo de los gobiernos neoliberales hacia los pequeños y medianos productores, son rápidamente reclamadas por las oligarquías terratenientes para el monocultivo industrial impulsado por las grandes corporaciones y la ganadería intensiva.
Hoy en casi toda nuestra América la mayor parte de las mejores tierras están en manos de unas pocas familias o directamente en poder de grandes corporaciones transnacionales. Los indígenas y campesinos desplazados terminan en las grandes ciudades sufriendo todo tipo de penurias y maltratos y aumentando los ya inmensos e infames "cordones de miseria" alrededor de nuestras ciudades.
La agroindustria corporativa envenena los ríos y el medio ambiente en general con el uso excesivo de agro tóxicos y al contrario que los métodos tradicionales termina agotando las tierras que explota, no para producir alimentos y acabar con el hambre, sino para producir más ganancias para las elites dueñas del capital. Además de adueñarse de las mejores tierras las corporaciones de la muerte obligan a los gobiernos a utilizar solo sus semillas transgénicas prohibiendo a los pueblos el cultivo de sus semillas ancestrales incluso bajo amenaza de prisión. La minería, por su parte, no solo envenena el medio ambiente sino que roba y agota el agua dulce, recurso vital que nos pertenece a todos los comunes.
No nos dejemos engañar, el capitalismo y su religión neoliberal son enemigos de la democracia y de la madre naturaleza y para mantener sus políticas de austeridad y endeudamiento permanente necesitan instalar gobiernos fascistas. Además necesitan también de las inmensas reservas en recursos naturales (en especial el agua) que NuestrAmérica posee para seguir impulsando su desquiciado sistema de consumo masivo e ilimitado y guerra permanente.
Levantemos nuestra voz contra los abusos y los asesinatos a nuestros líderes y lideresas campesinas e indígenas. Unamos fuerzas para defender a la gente del campo y a la naturaleza deteniendo la agroindustria y el uso masivo de agro tóxicos.
¡Este es el único planeta que tenemos! No sigamos siendo cómplices de su destrucción.