En Venezuela no se reduce la talla del Estado; nos aprietan el cinturón

Viernes, 19/07/2019 08:04 AM

Ha dicho Luis Britto que los ideólogos de la derecha claman por la reducción de la talla del Estado. Algo así como que pese la correa sea corta hay que abrirle nuevos huecos para que vaya ajustando el pantalón a la cintura. Lo dicho en el lenguaje de ellos es lo mismo que "más libertad en menos talla"; que la correa se acorte, limite los espacios y hasta ahorque las fosas ilíacas. Lo que parece un contrasentido porque la libertad, hasta en la narrativa, se le asocia a la sabana y los espacios abiertos; sin cercas ni correas. La prisión es un acortar espacios y un suspirar por la sabana. "El Mundo es Ancho y Ajeno", habría dicho Ciro Alegría y en Gallegos la sabana es libre y va más allá de más nunca. Hasta Simón Díaz, en Caballo Viejo, canta "al potro le dan sabana porque le sobra la edad". Reducir la talla del Estado pasa por disminuir "gastos".

Entonces la lucha social que según el marxismo y los marxistas hasta esos que José Ignacio Cabrujas llamó de oído, sería lucha de clases, es también una vaina de la talla. Entre quienes quieren al Estado engordar y los que estarían porque rebaje y mantenga una talla por demás discreta, tanto que si es posible no se vea. Como que los ladrones no quieren haya policías y lo logrado por Mendoza, en un Estado gordo, que Sundee desaparezca para actuar con libertad, que es quitársela a los consumidores. Pero como el Estado nuestro quiere ser gordo, esos vigilantes de los precios, seguirán cobrando pero silbando iguanas o "mirando pa´ otro lao". De dónde parecería, cosa curiosa, los partidarios del engorde serían los revolucionarios porque su lucha es por el comer, pues quien no come enflaquece y además que el Estado esté obeso; mientras más sea su obesidad más sería la consecuencia revolucionaria de quienes le alimentan, aunque algún experto o ducho en materia alimenticia pudiera decir que la obesidad es una enfermedad producto de una mala alimentación y desperdicio de los recursos.

Pero teniendo la libertad o la posibilidad de consumir cuanta cosa deliciosa produzca la industria, porque la produce, como los helados, más será la gordura. Y es en los grandes Estados liberales, que son mucho más de los que uno cree, donde más abunda la comida, se sobrepone lo gordo entre la gente; pues se gana mucho enfermando y hasta dejando de curar, como vender medicinas chimbas. Entonces, salvo se trate de excepciones sustentadas en una milenaria cultura como la china, ancestralmente austera, siempre en aquellos Estados lo abundante y lo gordo corren parejo. Y entonces, por simple cosa de lógica y quizás hasta por un llevarse la contraria, en donde impere un Estado neoliberal debe imperar la flacura estatal pero la talla de la gente obesa.

Porque sucede, eso según ique también lo dicen las cifras, la obesidad es una enfermedad de las sociedades opulentas o de la abundancia, donde no sólo hay para comer cada vez que a uno le venga en gana y de lo que apetezca habiendo de todo al alcance de la mano, sino también estimulados por la presión de la propaganda de la industria alimenticia. No puedes presionar al consumo a quien no tiene como hacerlo y este es el caso de países como el nuestro, pero el Estado si es gordo. Tomar agua sola es pecado y hasta cosa de mal gusto, hay que tomar Coca-Cola y bebidas energizantes en los países neoliberales. Ahora mismo la empresa antes mencionado gestiona para le permitan agregarle aunque sea unas pocas ramitas de marihuana a su refresco.

Pero siendo como lo dice Britto que las economías liberales o donde "el liberalismo impera", un poco como decía Tamakún, demandan un Estado de cabuya o correa corta, ellos deberían cuidar que allí nadie engorde por exceso de comida y de la buena, si quieren coherencia. Pero lo mismo debería uno exigirle a esta revolución socialista de Maduro y Mendoza, pues la coherencia está perdida. El Estado es gordo, quizás no tanto según lo que defiende Luis Britto, pero no nos caigamos a embuste, si lo es porque para asegurar las elecciones, eso lo hacían adecos y copeyanos, pese sus simpatías neoliberales, hay que engordar al Estado, porque "burro amarrao, leña segura".

Según los entendidos, los Estados como el nuestro son demasiado gordos. O hay mucho Estado y eso significa, pese lo que dicen las cifras mencionadas por Luis Britto, que buena parte del ingreso nacional se usa o mejor digo se ha venido usando para alimentar o sostener el aparato burocrático y el empleo improductivo, según la valoración del Estado mismo. Aunque se justifique en unas supuestas decisiones o medidas para construir algo que vuelto chatarra está. Hay numerosas empresas, con nombres pomposos y responsabilidades hasta heroicas, como para salvar a la patria y sustituir todas las importaciones posibles, darle de comer a todo hambriento y hacernos una nación "Potencia", con nóminas de trabajadores descomunales pagadas por el Estado donde la labor cotidiana es verse unas o otros las caras, contarse sus cuitas todo el tiempo, entresacarse las liendras o pedir permiso para salir a la calle a conseguir un sueño, un bachaquero que le venda barato para llevar el medio comer a la casa y estar listos y prestos para salir a marchar en cualquier momento con las pancartas y consignas propias de la empresa y sus fines.

Y en buena parte del aparato estatal o mejor de los espacios esos que "maneja" el Estado impera la gordura y más por el sedentarismo y por no hacer nada, porque se lleva mucho del "gasto" sin devolver nada cambio. Es pues un engordar por ceba.

Aquí no solo hay ministerios para tirar pa´arriba, sino que cada uno de ellos tiene tantos viceministros que ni ellos se reconocen y el ministro respectivo no se acuerda, se entrecruzan y no se reconocen. Eso si, por una vaina de las cuotas, para que nadie se pase para el corral que no es suyo, un ministro maneja una multitud de vainas, como siendo de educación también tiene a su cargo un montón de áreas que con aquello no pegan ni con saliva e´loro. Es una curiosa y hasta original de engordar en todos los sentidos y hasta parejo.

Pero lo curioso y hasta incongruente es que, mientras el Estado nuestro, quizás no tanto como otros, tal como dice Luis Britto, engorda y debe abrirle huecos a la correa hacia la punta, o lo que es lo mismo, para mantener la sutileza, aumenta de talla, los venezolanos trabajadores y hasta de primero los viejos jubilados, con una velocidad inusitada, la disminuimos. Habiéndonos rebajado el salario, pues la inflación y desconocimiento de las clausulas salariales de los contratos lo demuestran, estamos tal como que si aquí llegó un dietista del Fondo Monetario Internacional imponiendo una ingesta alimenticia que reduce la talla y con ella los huecos de la correa, en sentido contrario a la del Estado, corren velozmente y sin cautela.

Pero como en este mundo uno nunca dejará de asombrarse, resulta ahora que "El director general interino del Fondo Monetario Internacional (FMI), David Lipton, afirmó este martes que se necesita corregir el rumbo del capitalismo. Por ello abogó para que los gobiernos aumenten sus gastos para reducir las desigualdades y evitar que las multinacionales aprovechen vacíos legales para pagar menos impuestos."

https://www.jornada.com.mx/2019/07/17/economia/024n2eco

Por lo que creo, pese los excesos, lo nuestro no es reducir la talla del Estado, pues eso sería por demás peligroso, tanto como lo que ahora pasa, como que si estamos reduciendo veloz y peligrosamente el "estado de nuestra talla".

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