La decadencia del hombre rebelde

Jueves, 25/07/2019 07:53 AM

La vida en el planeta no se va acabar, por lo menos en esta era. La vida humana y la vida que sustenta a la humanidad sí, si no lo detenemos. Va a desaparecer rápido, de golpe y porrazo, por obra y gracia del capitalismo, de la desmesura en las apetencias materiales y el desprecio por el conocimiento, de lo que somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, es decir, por no querer conocernos a nosotros mismos.

El hombre rebelde, el hombre del conocimiento está en decadencia. Estamos viviendo un momento de falsa espiritualidad donde todo lo que tiene que ver con el conocimiento humano se reduce a superchería barata, la cual siempre se traduce en una confección de recetas para tener los bolsillos llenos de dinero y ésto sin muchos escrúpulos morales, científicos o religiosos. Se invierten los valores: los fundamentales ahora están abajo y los precarios y fugaces, arriba.

Acumular dinero es más importante que lo que se pueda hacer con él, en beneficio propio o de muchos, no importa, hay que reproducir el capital. Todo lo que el Rey Midas, el hombre del capitalismo, toca lo convierte en mercancía. La salud, el deporte (que ha sido tocado por Lorenzo Mendoza), la oración, el perdón y la confesión, la iglesia, la superstición, se convierten en mercancías, o en medios para hacerse ricos. Los pastores se hacen millonarios con el diezmo que se echan en los bolsillos de sus rebaños; los astrólogos, los cartománticos y los que leen los caracoles, son espiritualistas…, pero no nos muestran el futuro, sino cómo hacernos ricos mágicamente. La iglesia católica educa para la sumisión del pobre al rico; ama a los pobres siempre y cuando éstos no deseen ser ricos o liberarse de su esclavitud. Las universidades preparan al hombre para el éxito en el mundo de los negocios o para perpetuar el poder de las corporaciones y los imperios. Los filósofos se cansan rápido y pronto justifican la explotación capitalista llamándola "libertad individual" o "sociedad abierta", y así se hacen "mentes importantes", "tanques pensantes", entre oligarcas mercachifles y banqueros. Hasta el Dalai Lama se ha convertido al mundo de los negocios. El socialismo, una expresión elevada de la espiritualidad humana, ha sido un vehículo sorpresivo para ascender… en la sociedad capitalista. El arte, espejo del hombre a través del tiempo, ahora es una mueca horrible del mercantilista, todo el mundo es talentoso, solo porque sabe venderse como mercancía, así su vida sea un disparate sin sentido. "Talento" es como ahora se le llama a la voluntad de ser tediosos y mediocres.

Vivimos la decadencia del espíritu, del sentido, del carácter, del arrojo, de la personalidad, de la profundidad intelectual; hoy en día la historia perturba las mentes, el conocimiento es un peso en la espalda del cual hay que deslastrarse, la tradición y la herencia humanas son un karma. El lenguaje y la comunicación a través de él, es imposible…, en la era de las comunicaciones somos un conglomerado de autistas funcionales, ¡Insólito! Vivimos la decadencia de la sociedad humana; en medio de las mayores concentraciones de seres humanos que se conozca en la historia, la sociedad del hombre se disuelve, y el mundo que la sostiene se agota. Pareciera que no hay esperanzas.

No obstante un espíritu como el de Chávez fue un fenómeno muy humano, no un plan tejido por Fidel, por la KGB o la CIA. La voluntad de mediocridad es buena para las teorías conspirativas, totales e infinitas, que no dejan espacio para la rebeldía del hombre. Pero, aparte de la mediocridad, hay otra voluntad mucho más poderosa, que es la de ser libres sin el peso de la propiedad, y libres en medio de la justicia; la voluntad de cambiar al mundo para que no perezca.

Cuando Bolívar estaba vivo no existía la capacidad moderna para manipular las mentes, frenar revoluciones y rebeliones, más allá del frenesí de la iglesia católica, y uno que otro papelito pegado inútilmente en una plaza. El fenómeno del tiempo y el espacio eran determinantes para la conservación de valores, costumbres, culturas, o para romper con ellos sin la intervención de factores extraños, como hoy día. Sin embargo, fue en este país –no en la mente maligna del doctor NO –, donde nació el libertador de cinco naciones, siguiendo y fundando una tradición de lucha. Quienes niegan esta realidad histórica prefieren las teorías fatalistas de las conspiraciones totales e infinitas, del fin inevitable del mundo a manos de la maldad humana, prefieren darles la razón a sus perros que admitir que el hombre puede, cuando se lo propone, tener el control de su destino, como especie y como sociedad, y de manera racional.

Chávez lo intentó y lo mataron. Pero lo intentó. Nosotros lo vimos, ¡nadie nos lo contó!; ni Nicolás Maduro, ni Diosdado Cabello, nos van a convencer de lo contrario. No es que la burguesía y pequeña burguesía nacional, petulantes, nos va a explicar bien lo que ya sabemos perfectamente que pasó; a marear con sus teorías conspirativas como si nada de eso fue real, de que Chávez fue una ilusión, que la realidad es la forma como estos aprovechadores del mundo y de la humanidad manifiestan y explican sus propios deseos. A Chávez lo mataron porque lo intentó; eso quiere decir que la conspiración sí existe pero tiene rostro y actúa de forma humana, que no es infinita y total, que no es genética, como se lo pregunta Toby.

A Chávez lo matan porque alguien tiene miedo de los hombres como él, lo falsifican porque hay quien le teme a las ideas, lo desaparecen de la memoria colectiva porque su presencia perturba y descontrola. Y esos que "explican" a Chávez como una conspiración cubana en contra de la democracia no tienen imaginación, son consumidores de todo lo que le venden en la televisión. En Miami no nace un Che, un Fidel o Chávez, solo aquí, en estas tierras exuberantes. En Miami solo nacen "nuevos talentos", "productos", como acures.

Se solazan con la desaparición del hombre rebelde. Detestan al hombre amoroso y solidario, se burlan de él con amargura. El hombre creador es sospechoso, el hombre justo debe morir. Y, de la especie humana en su totalidad, esperan consuelo para sus miserables vidas cuando se esfume.

Con su desaparición se liberan de sus propios males, con el consuelo de que muramos todos juntos en un final apocalíptico, y junto a todo lo que exista… Los que desprecian a la humanidad a favor de sus perros (esos idiotas que dicen que mientras más conocen a los hombres más quieren a su perro; ¡mentira!, solo otro perro puede ladrar de esa manera).

Siempre habrá esperanza para la especie mientras germine la semilla del hombre rebelde y arrojado, si nos reconocemos en lo malo y en lo bueno, en lo amoroso. Por eso los pensadores fatalistas de nuestro tiempo odian al arte, la literatura, la historia, la memoria, la herencia, odian todo lo que les recuerde lo que ellos mismos son… ¿miserables, cobardes, flojos, pícaros ladrones?: dicen – "como yo soy todo eso, el resto de los hombres y mujeres del mundo también deben serlo… ¡Uniformad al mundo por la medida más baja!", esa su contraseña y su consuelo. Mientras la rebeldía esté en nuestros genes habrá esperanza para la humanidad, Bolívar despertó en Chávez, y ya despertará Chávez en otro hombre rebelde.

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