El poder y el poderío (crítica a la envidia)

Jueves, 08/08/2019 02:37 AM

"¿QUÉ NOS ESTÁ PASANDO? ¿NOS ESTAMOS RINDIENDO? ¡DESPIERTA VENEZUELA!", Lorenzo Mendoza

Sobre Lorenzo Mendoza podemos decir pocas cosas. Primero, que jamás va a pelear por ninguna causa que no sea la suya. Y si pelea la suya, lo haría como lo hace ahora, de lejos; a decir de los espartanos, como pelean los cobardes, lanzando flechas. Segundo, que su cinismo, culpando a Maduro, su socio a la sombra, de todo lo que pasa en el país, quejándose de que padece lo que no padece, sufriendo lo que no sufre, hablando de "CAOS, IMPROVISACIÓN, ENSAÑAMIENTO, DESIDIA, BRUTALIDAD, CRUELDAD Y ASQUEROSIDAD", como si eso fuera su problema y no su ventaja, no es exactamente nuestro problema. Nuestra preocupación es todo lo que Lorenzo Mendoza representa: el capitalismo. Por su persona solo sentimos desprecio y lástima; un tipo tan ambicioso de poder, obsesionado por el mando sobre otros, solo por controlar el destino, la vida y la muerte de las demás personas, por parte nuestra solamente obtendrá eso. Al respecto, se comporta como uno más del montón.

Lorenzo Mendoza nos quiere educar para seamos exitosos como él, en un mundo donde alguien tiene que trabajar. Educar a la gente para la competencia individual (y no hablamos de los juegos panamericanos), para estar por sobre otras almas, asfixiarlas y explotarlas, esclavizarlas, pisarles la cabeza contra el pavimento de la ignorancia, es la única manera de llegar a ser exitosos como el Joven empresario. ¡Es demagogia!: si todos fuéramos como él ¿A quiénes vamos a explotar? Lorenzo Mendoza – y eso deberíamos entenderlo ya – como modelo moral, no tiene la posibilidad de hacer o ser otra cosa; esa es su naturaleza, su herencia; en eso cree, esa es su verdadera religión: engañar a los pendejos. El capitalismo, donde radica su verdadero ser, se cimienta sobre el engaño, es una estafa para los que no tienen nada, es una mentira de justicia y libertad para los más pobres. Nadie lo culpa por ser y creer en lo que es y cree. El responsable de nuestros males, como despojos que somos de la sociedad, es aquello que él representa: el capitalismo.

El verdadero poder está detrás, en el capitalismo. El verdadero poder, como individuo, es la capacidad de empoderarse de uno mismo, tener el control de lo que somos, ser conscientes, y aprender a convivir con los demás seres de la tierra, con lo otro, con las diferencias, sin dañar y sin permitir que nos dañen o dañen a otros. Poderío, lo llamaba Chávez, quizás tomado de Nietzsche (o de una de sus traducciones al castellano), donde se hace esa distinción entre poder y poderío: uno, "el poder", relativo al poder del Estado o de las Corporaciones, al poder que te otorga la riqueza y el estatus, la hegemonía ideológica y cultural, y el otro, el poderío, es relativo al poder visto como la "capacidad de ser", que ejerce cada individuo sobre sí mismo. Empoderarse de sí mismo, el "poderío", que es aquello que nos libera del otro poder, hegemónico, social, cultural; asfixiante, angustiante. El poderío nos libera de la supremacía del engaño dentro del cual vivimos, nos des aliena, nos hace conscientes de formar parte de una clase social, por ejemplo, y conscientes como individuos respecto al poder o supremacía del Estado, de la sociedad, de sus instituciones, del lenguaje, valores, etc..., en conclusión, es una condición de autocontrol que nos libera por lo menos un poco. Para eso hay que ser valientes y estudiar.

Por eso no vale la pena que ironicemos sobre el cinismo de Mendoza, a él eso le resbala, tiene poder y le habla a gente que quiere tener el mismo poder que él tiene. Hay que entender que Lorenzo está de paso por el mundo, mientras que el capitalismo queda. Nuestra batalla la debemos librar contra instituciones, valores, estructuras de pensamiento, símbolos y conceptos encarnados en nosotros (literalmente: "hechos carne"), que se nos muestran como naturales y no lo son, tienen su fecha de nacimiento, pero se han empoderado en el tiempo, o mejor dicho, que se han "enseñoreado" sobre todos nosotros en el paso del tiempo, y en especial, sobre el individuo alienado, con voluntad de ser ignorante, que lleva la mala conciencia, el estandarte del pequeñoburgués. Por eso resulta tan doloroso desengañarse de lo que somos o hemos sido, porque es como si se nos desgarraran la carne. Es difícil descubrir de repente que somos unos tontos persiguiendo espejismos (y espejitos), mucho más si hemos sido aspirantes a ser un Lorenzo Mendoza. Hay que saber distinguir entre el empoderamiento y la envidia; uno libera, la otra te esclaviza.

Hacer una revolución es difícil, no tanto porque nos enfrentemos a un enemigo poderoso, lo complicado de hacer una revolución es saber dónde está el enemigo, porque para aquellos que heredamos los prejuicios pequeñoburgueses como moral, este enemigo particular se nos presenta ubicuo, escurridizo, lo primero es saber dónde buscarlo. Hay que ser valientes y buscar dentro de uno, luego reconocerlo fuera, y confrontarlo al tiempo, en uno y fuera de uno. Qué hacemos con eliminar a Lorenzo Mendoza si tenemos a un Maduro haciendo las cosas iguales o peor, si nosotros mismo envidamos a Mendoza, su forma de vida, sus lujos, su "libertad". Luego que ubiquemos bien al enemigo, salimos a marchar.

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