Nacer y morir
Por: Miguel Homero Balza Lima
Lunes, 09/09/2019 07:51 AM
De la penumbra védica whitmaniana, del sonido de Los Panchos, surgían iguales elementos contrarios, nacer y morir, ave fénix difusa, figura renacentista de la vida y de las cenizas, renovación perpetua contradictoria borrosa, piramidal egipcia kelseniana, nacer y morir, una copa más, Los Panchos y Amado Nervo, entre Pinto y Valdemoro, en Canta Claro Rancho de San Carlos, a las cinco en punto de la tarde garcialorcaiana, en víspera de San Pánfilo, viernes, el cuerpo lo sabe y el alma lo arbitra siempre. “Y cuando me vaya para siempre, entierra/con mis despojos tu pasión ferviente; /a mi recuerdo tu memoria cierra; /es ley común que al que cubrió la tierra/el olvido lo entierra eternamente.” Perlas negras amadonervoianas como las perlas blancas jorgeluisborgesianas: “Defiéndeme, Señor, de impaciente/apetito de ser mármol y olvido; /defiéndeme de ser el que ya he sido,/el que ya he sido irreparablemente.” Toda la poesía de perlas negras y perlas blancas, de perras blancas y perras negras, de Jorge Luis Borges y Winston Churchill, de Miguel Homero y Ermila Zenobia. Una copa más y más,…, nacer y morir, ¡qué me importa que la entropía hágase dueña de mi cuerpo!, en los aspectos límbico antagónicos, entropía y extropía, que estropea mi magín, la víspera de San Pánfilo, viernes, el cuerpo lo sabe y el alma lo arbitra siempre.
De la penumbra védica whitmaniana, del sonido de Los Panchos, surgían iguales elementos contrarios, nacer y morir, ave fénix difusa, figura renacentista de la vida y de las cenizas, renovación perpetua contradictoria borrosa, piramidal egipcia kelseniana, nacer y morir, una copa más, Los Panchos y Amado Nervo, entre Pinto y Valdemoro, en Canta Claro Rancho de San Carlos, a las cinco en punto de la tarde garcialorcaiana, en víspera de San Pánfilo, viernes, el cuerpo lo sabe y el alma lo arbitra siempre. Al tiempo que rauda, entre mí, entra en mí, profunda abismal la voz de Mayra Martí en concomitancia Mario Suárez, el vals de Rafael Andrade y Manuel Rodríguez Cárdenas, morir es nacer: “Morir es nacer, muriendo de amor, yo vivo feliz, si una mirada me das…” Ave fénix de nunca acabar, en movimiento real espiralino sinusoidal, eterna noria notoria. Pareciera la combinatoria de la estética con la ética en punta de lanza, rempujada repujada por el entendimiento y el espíritu, la felicidad y la desgracia, la máxima felicidad posible de Bolívar, Padre de la Patria, la democracia participativa protagónica de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela contrapuesta a la desgracia del nacismo fascismo en esta América que inevitable desplazase hacia el Ideario Bolivariano, con el rempuje y repuje del Comandante Chávez, lo ha sabido muy bien la canalla Norteamericana, Bush Obama Trump, que no han de soltar a Colombia, Brasil, Paraguay, Perú, Ecuador, Argentina, en la América del Sur, su reducto último patio trasero, pero que Bolivia y Venezuela, hueso duro de roer. A la tierra de Bolívar Evo Chávez, aplícanle el principio del tercio excluso aristotélico bushiano obsoleto: “O estás conmigo o estás con mi enemigo”, del bloque naval total del Derecho Inusual Extraordinario, en tanto que, fascismo cinismo nacismo, brandenburgoiano sajón merkeliano en la vieja Europa reencuéntrase, tercio excluso aristotélico, lógica occidental obsoleta, que afíncase actualmente, en América del Sur y en la Alemania de la Merkel. Modernízase doctrina Monroe, cartoné atlántico rooseveltiano churchilliano injerencista con que hase podido joder a media humanidad, antes de la II Guerra Mundial, contra la doctrina Bolivariana, de peligro inusual extraordinario. Y al final de este gracioso parlamento báquico del nacer y morir y de morir es nacer, entre Los Panchos, Mayra y Mario, mas y más, Pinto y Valdemoro, siento la voz de Vicentico Rodríguez, que dijérame, a voz en cuello: “¡Quieto aguardiente!”, en Rancho Cantaclaro de San Carlos a las cinco en punto de la tarde garcialorcaiana, en la víspera de San Pánfilo.
Si nacer y morir y nacer es morir, una copa más, mas y más, una cosa atropéllame, el oscuro tronco inerme dionisíaco como también el húmedo radical quijotesco cervantino. Entonces sea dicho que vengan viernes, como que el cuerpo lo sabe y el alma lo arbitra siempre, hecho pánfilo, lelo e inquieto, entre Pinto y Valdemoro, a las cinco en punto de la tarde garcialorcaiana. Ergo vergo sea dicho, con mi fraterno Vicentico: “¡Quieto agaurdientico!”. Ergo vergo sea dicho que muerte no venga y lléveme mi cocuy de penca.