El colapso regenerador

Martes, 17/09/2019 08:21 AM

La AN, portavoz fundamental del sistema, no se ocupa de su función de legislar, sino en el reparto de prebendas y el parcelamiento del usufructo de las representaciones de los otros poderes, como estamos observado desde hace tiempo. Toda su actuación no es sino una vocinglera componenda que implica denuncias de corrupción e intervención en todas las áreas de la administración pública con fines puramente publicitarios. Tan es así, que hasta ahora no ha salido de sus tertulias la primera condena de algún culpable de corrupción o alguna medida tendiente a siquiera paliar alguno de los graves problemas nacionales.

La Historia nos ha enseñado que el proceso decadencia y degeneración de un país no suele revertirse sin antes producirse un colapso regenerador o trastorno civil. Ni en la antigüedad ni en los tiempos modernos se ha visto la recuperación de una nación utilizando los mismos mecanismos y personas con que contaba antes o durante ese proceso de deterioro. Incluso el descubrimiento inopinado de recursos extraordinarios no procura la salvación de un país, si se mantienen en el ejercicio de su administración los mismos elementos anteriores. Generalmente, por las buenas o por las malas, éstos son desplazados. Y, parafraseando a nuestro Cipriano Castro, nuevos hombres, nuevos procedimientos y nuevos ideales, asumen la conducción y manejo de esas nuevas riquezas.

Es el aprender a inventar soluciones frente a circunstancias cambiantes lo que definir la habilidad del jugador y ello supone el desarrollo de capacidades para obtener, almacenar, procesar y valuar información. La habilidad de combinar ítemes de información de manera de formar nuevas pautas y hallar nuevas soluciones es la clave para formular apuestas con alta probabilidad de ganancia. Se podría decir que no hemos aprendido a jugar, y probablemente en esta proposición se encuentra las respuestas a las interrogantes que nos hemos planteado.

De hecho, la presencia de los indicadores que los sociólogos señalan como efectos de tales procesos permiten validar esta respuesta. La depresión económica, la pobreza, el deterioro de la salud pública, la delincuencia, la desorganización familiar y los problemas laborales son todas situaciones que caracterizan la hora actual venezolana y constituyen las consecuencias visibles de los procesos de desorganización social.

En nuestra situación actual, efectivamente la aparición del petróleo y su ulterior explotación significó la formación de un nuevo estamento social que básicamente se constituyó en torno a la actividad minero-industrial, pero que incluyó la clase comerciante, la burocracia que asegura el funcionamiento del Estado, la corporación militar y la Iglesia, constituyendo lo que algunos autores llaman la “clase Estado” que dirige directamente la comunidad política, la cual institucionalizó formalmente su existencia en el llamado “Pacto de Punto Fijo”

La adopción de un capitalismo de Estado como modelo de acumulación —que no constituye una improvisación histórica sino que refleja la tradición mercantilista heredada del Estado español— ha generado, como comúnmente lo ha hecho en otros espacios, na escisión de la clase-Estado entre la burguesía que dirige las empresas —públicas o privadas (estas últimas muy dependientes de la actividad pública) —y la burocracia política, supuestamente dedicada a servirla. Tal situación revela la falta de solución al problema de la integración entre la instancia política-ideológica.

“En ese sentido se puede afirmar que la nación venezolana es un fenómeno del presente. Ello es el resultado de la Acción del Estado —concebido, en términos weberianos, como sistema de dominación—y, consecuencialmente, es producto de un esfuerzo de aculturación exitoso del colonizador español y de la habilidad política de sus descendientes, los criollos, que integraron poblaciones y provincias a través de la creación de una unidad económica para producir la solidaridad necesaria que identifica la nación”.

¡La Lucha sigue!

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