Asidero

Maduro, cuando las estrategias surten su efecto

Jueves, 19/09/2019 09:17 AM

Un levantamiento fallido el 30 de abril hizo notar que Juan Guaidó no posee el apoyo militar necesario para derrocar a Maduro, pero también sugirió que Maduro no necesariamente puede contar para el futuro con el apoyo de oficiales claves. Estos descubrimientos ofrecen un destello de luz al final del túnel de Venezuela, pero hay que construir un túnel para alcanzar la luz. A la vez, se demostró que nos encontramos ante una evidente realidad, la oposición venezolana carece de un verdadero liderazgo y se encuentra fracturada en su esencia política e ideológica.

Un movimiento potencialmente significativo para hacer esto precisamente, constituye la iniciativa de Noruega, ampliamente reconocida en el mundo por su experiencia meticulosa y profesional en la resolución de conflictos y tratados de paz, y que trata de reunir a representantes de los dos bandos de Venezuela para conversaciones exploratorias. Dos rondas exploratorias ocurrieron en mayo; las negociaciones reales tuvieron lugar en la isla caribeña de Barbados. Estas conversaciones pudieron sacar en Caracas del callejón sin salida en que se encuentra y llevar el país hacia delante. La iniciativa merece el apoyo inequívoco de todos los que desean ayudar a Venezuela en su transición hacia el alivio humanitario, la reducción de la violencia, un gobierno efectivo y la recuperación económica.

Ningún observador bien informado piensa que exista un camino claro hacia delante, en lo inmediato. Tanto dentro del régimen como de la oposición, hay numerosas facciones en competencia; ninguna de ellas parece dispuesta a las dolorosas concesiones necesarias para lograr una transición pacífica. Es difícil llevar a cabo negociaciones confidenciales y hacer grandes compromisos cuando el espionaje y la comunicación instantánea de información engañosa es tan frecuente. Estas duras verdades deben ser consideradas.

Un importante ejemplo de esto es el senador Marco Rubio (representante de Florida), que le ha prestado mucha atención a Venezuela y que tiene acceso e influencia al presidente Donald Trump. El senador Rubio argumentó hace poco que “una transición democrática consensuada sería ideal en Venezuela”, pero que no puede ocurrir porque: Maduro no permitirá nunca que haya nuevas elecciones; la influencia de Cuba en Maduro y su entorno es demasiado grande; algunos dentro de la coalición de Maduro pretenden remplazarlo por una figura militar más dura; y los líderes del partido socialista dentro del campo de Maduro lo quieren sacar, pero no tienen el poder para hacerlo. Otros sencillamente, no aceptan negociar antes de que el propio Maduro renuncie.

Pero, ahora esta más estable y equilibrado tras la búsqueda natural del poder legislativo con más allegados, la vieja gente de Acción Democrática, es que los adecos, siempre han sido de izquierda.

Pero hay poca evidencia, en Venezuela o en otros casos, que sugiera un colapso semejante, y mucha evidencia de que las presiones intensas pueden volver a unir un gobierno sitiado y endurecer sus posiciones. Justamente a causa de las divisiones en la coalición de Maduro y de sus figuras autoritarias duras, es posible que un colapso pueda llevar al poder a figuras aún más represivas que Maduro. Pero, como principal agente conciliador arropo figuras más allá de Juan Guaidó. Por lo menos, tengo una respuesta, los jefes de calle de la urbanización donde resido son todos adeistas, de noventa y cinco, solo son de izquierda tres, de allí la firma del dialogo y, esto conlleva al control futuro de la Asamblea Nacional.

Aquí, en Venezuela lo que existe son socialdemócratas y socialcristianos. El ultimo movimiento de izquierda en mi país es la negociación de entrega de William Niehous y, donde hubo una adversidad entre La Liga Socialista y el Partido Comunista que envolvieron a Salom Meza Espinoza, Jorge Rodríguez, Julio Escalona y otros conocidos dirigentes de ese instante histórico.

Estos escépticos no tienen otro camino viable para proponer, que no sea la esperanza de que con las suficientes sanciones y presiones el gobierno de Maduro colapse, lo que llevaría a una rápida transición democrática.

Un enfoque alternativo es considerar las realidades tal como son y trabajar para cambiar las actuales circunstancias. Las soluciones para los conflictos duros son posibles, generalmente, cuando los principales actores de ambos bandos están convencidos de que negociar un cambio de régimen en términos mutuamente aceptables es preferible a un empate prolongado y destructivo, o a la potencial derrota del propio bando. Antes del 30 de abril, Maduro podría haber tenido la confianza en su capacidad de equilibrar las divisiones dentro de sus filas, pero luego de la deserción de la cúpula de sus servicios de inteligencia, él y sus asesores más cercanos seguramente reconocen la fragilidad de la coalición. De allí acudió a Timoteo Zambrano y acelerar las negociaciones para consolidarse en el poder y a futuro, controlar, a su vez, a la Asamblea Nacional y todos los poderes públicos.

La incapacidad de Guaidó para movilizar apoyos dentro de las fuerzas armadas de Venezuela, las crecientes dificultades para movilizar protestas populares, y la conciencia cada vez más clara de que no va a tener lugar una intervención militar extranjera, llevo a la oposición a reconsiderar su estrategia.

No es que Maduro ni quienes están de su lado pretendan dejar el poder, ni que Guaidó o el resto de los de su bando pretendan compartir el poder. Lo que ocurre es que las figuras principales se han dado cuenta de que no poseen los medios para alcanzar todos sus objetivos.

Sugerir que Cuba es un obstáculo importante para lograr una transición democrática pacífica es probablemente una mala lectura de la situación. Si se la involucra de la manera adecuada, La Habana podría jugar un papel constructivo, como ocurrió en los procesos de paz de América Central y Colombia, animando a los aliados ideológicos a que hicieran concesiones. Ha llegado el momento de que la comunidad internacional, incluyendo los Estados Unidos, abandone las contraproducentes amenazas militares, y apoye de manera consistente y fuerte los esfuerzos diplomáticos de Noruega y Caracas. Que financien programas de ayuda humanitaria, que ayuden a Venezuela a reintegrarse en el comercio internacional y el mercado de inversiones, y que estén dispuestos a ayudar, de ser necesario, a monitorear unas elecciones libres, justas y creíbles. Sin duda, el Psuv luce como el partido más consolidado y de fuerza en la base popular.

Hay dos grandes maneras de responder a estas realidades. Una, la común en Washington, es echar agua fría sobre cualquier intento de negociación en Venezuela. La otra, hacer acuerdos consensuales y evitar las empresas de maletín y crear una nueva fuerza militar como lo hizo Fidel Alejandro Castro Ruz en La Habana.

El trágico impasse de Venezuela continúa, con su altísimo costo humano. De un lado está el gobierno liderado por Nicolás Maduro, cuya reelección del 28 de mayo no fue reconocida por la mayoría de los gobiernos del hemisferio ni de Europa, alegando fraude electoral y manipulación, como también una creciente corrupción y represión. El régimen de Maduro aún controla las palancas del poder estatal, incluyendo el apoyo de las fuerzas armadas y de las arcas del Estado, pero ha perdido la mayor parte de su base popular y legitimidad internacional.

Del otro lado está el autoproclamado “gobierno” liderado por Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, elegida libremente, que asumió la “presidencia interina” de Venezuela en enero de 2019, basándose en la “usurpación” de Maduro, y que obtuvo reconocimiento diplomático casi inmediato de Estados Unidos y luego de otros 50 países de las Américas y de Europa, aunque no de China, Rusia ni de Cuba. Guaidó tiene un fuerte apoyo político en Venezuela, pero no controla ningún territorio, autoridad ni programa gubernamental dentro del país.

Nicolás Maduro Moros, sin dudas, seguirá siendo el presidente de Venezuela al contar con el poder comunero y el Polo Patriótico, ahora más con la coalición de la gente de Timoteo Zambrano, Eduardo, (El Tigre), Fernández y Antonio Ledezma haciéndole cama en España al lado del padre de Leopoldo López, quien figura como diputado de la Unión Europea, respaldados por José Luis Rodríguez Zapatero. Una larga cola de adhesiones que tienen su alma adscritas a Moscú, La Habana, Turquía, Irán y China. Falsos positivos que ahora reflejan su verdadera cara. Siempre, serán los mismos. Los muertos serán los muertos, como los jóvenes estudiantes del magisterio mexicano que ayudaron a abrirle un cauce a López Obrador.

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