En Venezuela pareciera que los locos se soltaron y andan por esas redes. Y "haciendo" política que es lo peor. Son unos expertos pero en la parte peor de la política. Son mentirosos, calumniadores y manipuladores. Son más agresivos que "cabeza e’ mango", a quien por cierto vi recientemente en una entrevista en Globovisión muy seriecito. Parece que hizo el curso que el PSUV les da a quienes va a asignarles más elevados destinos. En Venezuela, las locutoras se convirtieron, desde hace ya algún tiempo, en activistas políticos. Las vemos dictando cátedra desde el exterior y en el país. Otro tanto pasó con los artistas de las telenovelas y con los cómicos, con los hijos de militares golpistas, con las esposas de todos los dirigentes.
Basta que alguien sea electo gobernador o alcalde, para que tenga como heredero a su cónyuge, aunque éste nunca antes hubiera desplegado ninguna actividad política. Los hijos de los gobernantes permanecen al margen de la política y de la administración pública hasta que sus padres obtienen el cargo. Desde ese momento se convierten en destacados dirigentes políticos, en prodigiosos gerentes oficiales, y comienzan a actuar como si ése fuera el medio donde se criaron. El chavecismo fue quien inauguró estas prácticas. El padre de Chávez, un maestro de escuela copeyano de toda la vida, pasó a ser el gobernador perfecto. Lo mismo el hermano mayor Argenis. El nexo consanguíneo con el Presidente así lo determinaba.
El hijo de Reyes Reyes tenía que ser gobernador del estado Lara cuando su padre dejara de serlo. El de José Vicente, quien en política no hizo sino comerciar con los cubanos, de repente aparece como todo un alcalde y con los votos de los habitantes de las urbanizaciones del Este de Caracas. Un sobrino de Cilia, Tesorero de la Nación, y Nicolasito en algo importante que no adivino. Pero esta práctica no es exclusiva de los "revolucionarios". Nadie sabía quién era Lilian Tintori hasta que Leopoldo López se entregó. La esposa de Ceballos fue alcaldesa y hoy sabemos que la de Guaidó habla. En Nueva Esparta existe la dinastía de Morel, Morelito y Morelitico. A Rosales lo siguió su esposa en la gobernación del Zulia. En el pasado está el famoso caso de Blanca Ibáñez con Lusinchi.
Lo que hemos presenciado es una mezcla de formas monárquicas de determinar las jerarquías gubernamentales con el bien conocido y vulgar nepotismo. En estos aspectos, estos 20 años de supuesta revolución han sido muy particulares y distintos de los gobiernos adecocopeyanos. No He incluido los casos donde los hijos u otros familiares de los políticos escogieron la política y se desarrollaron como tales por su cuenta, ni el de los cónyuges que actuaron de la misma manera. Son situaciones radicalmente distintas.
Pero volviendo al principio, la locura mencionada es originada por el fanatismo, el cual no deja espacio para que se imponga el pensamiento racional. Resulta que, según esta lógica enferma de lo ilógico, los 5 partidos que firmaron un acuerdo con el gobierno no tenían ningún derecho a hacerlo, porque a alguien se le ocurrió que en el país sólo los 4 jinetes del Apocalipsis pueden actuar en política. Son partidos minoritarios, repiten y gritan, como si las minorías no pudieran legítimamente participar en la política. Una clara posición excluyente, un apartheid venezolano, propugnado por gente que habla de libertad, democracia y pluralismo. Ellos sí pueden reunirse con el gobierno, pero nadie más puede hacerlo.
Van a fracasar, sentencian. ¿Entonces por qué tanta alharaca? Ellos tienen 20 años fracasando, desde 2001, y con el mismito discurso. Es hora de que permitan que otros se equivoquen. A lo mejor se llevan una gran sorpresa. Desde que abandonaron la negociación aupada por Noruega, la parálisis parecía imponerse. Pero los 5 firmantes, y ahora con un sexto incorporado, sacudieron el escenario, lo estremecieron, y sólo eso ya es muy bueno.